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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Para sobrellevar el insomnio crónico que sufre desde su regreso de Vietnam, Travis Bickle (Robert De Niro) trabaja como taxista nocturno en Nueva York. Es un hombre insociable que apenas tiene contacto con los demás, se pasa los días en el cine y vive prendado de Betsy (Cybill Shepherd), una atractiva rubia que trabaja como voluntaria en una campaña política. Pero lo que realmente obsesiona a Travis es comprobar cómo la violencia, la ... [+]
2 de febrero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más conocidas de Scorsese que no ha dejado indiferente a ningún espectador desde su estreno en 1976. Una reflexión sobre la soledad del hombre contemporáneo encarnado aquí por un taxista neurótico e insomne, en la jungla humana de una gran urbe. Un film complejo, ambiguo y turbador, que no proporciona respuestas, sino que plantea interrogantes. Una película que refleja la sociedad norteamericana de los años setenta, heredera desencantada del fracaso de Vietnam y el “post- hipismo”, bajo el prisma de un cineasta proveniente de la Universidad, como lo eran Spielberg, Cimino o Coppola. Apoyado en un magistral guión de Paul Schrader, hacen de ella por meritos propios, un clásico de la historia del cine.

Desde los títulos de crédito en que vemos cómo ese taxi sale de las brumas neoyorquinas filmadas por Scorsese como si se tratara del Infierno sobre la tierra: neones fantasmales sobre el asfalto mojado, rostros cadavéricos en la penumbra, mientras suena la maravillosa y envolvente música de Bernard Hermman, al volante Travis Bickle (asombroso, Robert DeNiro) un excombatiente de Vietnam – en principio para liberarse del insomnio pero en realidad buscando su reintegración en el mundo de los vivos -, taxista solitario y taciturno a la caza de un cliente nocturno, inmerso en el estercolero de sociedad que le rodea, donde pululan prostitutas, macarras, drogatas y chusma de todo pelaje, su mirada perdida y su actitud autista, será siempre un solitario aunque esté acompañado, necesita a la gente pero al mismo tiempo la repele.

Un día se atreve a conquistar a Betsy (Cybill Shepherd) que trabaja en una oficina electoral para el candidato a la presidencia, en la esquina de la sesenta y tres con Broadway, muy cerca de Columbus Circus, no necesita una mujer por lo que es sino por lo que representa. Quiere encontrar una compañera, alguien que le permita huir de la soledad. Este itinerario hacia la redención, típico en las obras de los dos responsables del film, Scorsese y Schrader, católico y calvinista respectivamente, no hubiera sobrepasado el nivel de la más estricta abstracción a no ser por tres envites memorables: el ya aludido look visual del film; una desquiciada mezcla de realismo sucio y exacerbada estilización; y el distanciamiento del personaje central y como consecuencia la conversión de Travis, una criatura repulsiva y patética, ajena y entrañable, el lado oscuro del urbanita contemporáneo.

Schrader suele escribir personajes perdedores solitarios y angustiados, que consiguen su purificación a través de la violencia, una exhibición de la violencia nada gratuita, ya que actúa como catarsis de una redención personal. Porque una película inteligente sobre la violencia termina siendo un alegato contra la misma. Aunque fue tildada en su momento de apología del fascismo, en mi opinión erróneamente, pues al fin y al cabo, este film es un testimonio estremecedor sobre la violencia como fruto o consecuencia de la esquizofrenia y paranoia de los seres humanos.
Antonio Morales
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