Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
10
Intriga Debido a un malentendido, a Roger O. Thornhill, un ejecutivo del mundo de la publicidad, unos espías lo confunden con un agente del gobierno llamado George Kaplan. Secuestrado por tres individuos y llevado a una mansión en la que es interrogado, consigue huir antes de que lo maten. Pero cuando al día siguiente regresa a la casa acompañado de la policía, le espera una sorpresa. (FILMAFFINITY)
1 de septiembre de 2013
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La consideración de obra maestra, con la que estoy plenamente de acuerdo, de la que goza en la actualidad “Con la muerte en los talones” no proviene ni mucho menos, del momento de su estreno. Le ha ocurrido a casi todas las grandes obras del cine, han ido creciendo a medida que nuevas generaciones las han descubierto. La reflexión sobre esta película y la obra de Hitchcock ha ido elevando la consideración de ambos, y aquellas obras que fueron calificadas por la crítica como poco más que entretenimientos ingeniosos, son hoy objeto de estudio en las escuelas de cine de todo el mundo.

Las líneas oblicuas y verticales que sobre fondo verde, “enrejan” los títulos de crédito antes de fundir sobre la fachada de un edificio comercial neoyorkino, dan ya la idea del movimiento continuo y laberíntico que va a presidir el film; los coches distorsionados al reflejarse en los cristales advierten que la percepción no va a ser directa, sino mediatizada por un personaje, Roger Thornhill (un extraordinario Cary Grant). Después de estos dos avisos ideados por Saul Bass (genio del diseño gráfico), y potenciado por una obertura inquietante del maestro Bernard Herrmann, la película nos atrapa sin soltarnos en ningún momento.

La película tiene un soberbio guión de Ernest Lehman y plantea una situación muy hitchcockiana: un equívoco de identidad; un ciudadano corriente que es extraído de su realidad cotidiana, la confusión se presenta rodeado por un artificio de comedia brillante. Roger Thornhill es confundido con un personaje inexistente, con una ficción del servicio del contraespionaje americano. Hitchcock, en esta ocasión, llevó hasta el extremo su desdén hacia lo verosímil, estructurando su ficción alrededor de una multiforme ramificada y compleja broma. El film está totalmente centrado en el personaje de Thornhill, pero el espectador conocerá las piezas del “puzzle” que éste desconoce; de este modo, el mecanismo de la identificación siempre buscado por el cineasta se complementa con el absurdo y se agiliza por el “suspense” que todo ello origina, de cuyas formas y métodos el film es un completo muestrario.

Esta película podría considerarse como el compendio de la etapa americana del maestro, como “39 escalones” sería de la etapa inglesa. Escenas inolvidables como la de la estación del tren, el encuentro en el tren con Eva Marie Saint, una rubia atrevida y fascinante (atrapada en un cierto código ético, de servicio a una cusa), la absurda pero ingeniosa subasta, la escalofriante escena de la avioneta fumigadora que ha pasado a los anales de la historia, el ritmo trepidante, los diálogos sibilinos,. El malvado personaje de James Mason que está excelente, no olvidemos una de las premisas del cineasta: “Cuanto más lograda esté la figura del traidor, más lograda estará la película”. Finalmente apuntar el cameo habitual del maestro, aquí pierde el autobús nada más empezar la película.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow