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Voto de Antonio Morales:
8
Intriga. Thriller Años 70, en plena guerra fría. El fracaso de una misión especial en Hungría provoca un cambio en la cúpula de los servicios secretos británicos. Uno de los defenestrados es el agente George Smiley. Sin embargo, cuando ya se había hecho a la idea de retirarse, le encargan una nueva misión: se sospecha que hay un “topo” infiltrado en la cúpula del Servicio y sólo alguien de fuera puede averiguar quién es. Con la ayuda de otros agentes ... [+]
8 de abril de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película atípica para los tiempos actuales, una cinta de espías donde más que acción hay reflexión, en mi opinión un meritorio trabajo del director sueco Tomas Alfredson en la que es probablemente la mejor adaptación hasta la fecha de una obra de Le Carré, teniendo en cuenta, además, que se trata de uno de sus textos más complejos e introspectivos. Llevada a la televisión a finales de los años setenta del pasado siglo con su título original, “Calderero, sastre, soldado, espía” y con Alec Guinness como protagonista, dirigida por John Irvin con similar tono distante, cuando no abstracto que se basa antes en el gesto que en la palabra, en el rostro de los actores antes que en el espacio que transitan en una alambicada pesquisa internacional de agentes y dobles agentes.

La trama gira alrededor de la búsqueda de un traidor, de un “topo” o agente doble que en plena guerra fría está pasando información a los rusos a pesar de trabajar para los británicos. Cine de espías inquietante y estilizado, basado en la conspiración como metáfora de un universo muy intrincado. “El topo” muestra así los entresijos de la guerra fría como si se tratara de una historia contada por los misteriosos mecanismos de la memoria. Por un lado, no sólo la utilización repetitiva del “flash back”, sino también la presencia de personajes siempre marcados por el pasado, empezando por el propio Smiley, construyen una historia que conserva las principales características del género – mentiras, traiciones, sospechas – como si se tratara de reliquias una y otra vez visitadas por la caricia del recuerdo.

Por otro, los agujeros, las elipsis, la deliberada confusión de la trama dejan en evidencia que lo que más importa es precisamente eso, el modo en que se estiliza la materia prima, la conversión de la realidad, o de aquella realidad, en una leyenda del presente que sólo puede contarse a retazos. Na hay duda que la composición del camaleónico Gary Oldman se inspira en la de Alec Guinness, y no sólo en las gafas y el corte de pelo, que evoca y recuerda: similar estoicismo, idéntica sensación de abatimiento controlado, mirada taciturna e inquietante a la par, una dicción pausada y reflexiva. Smiley es un personaje que nunca alza la voz y parece tenerlo todo bajo control aunque no sea así, lo mejor del film es esa puesta en escena lacónica que pasa por una especie de gelidez ambiental. Igualmente ocurre con la fotografía, lánguida, triste y oscura.

“El topo” indaga en las relaciones frontales entre personajes abocados a situaciones límite por cuestiones éticas, morales, profesionales, ideológicas y de supervivencia en un mundo que se desmorona. El film está escenificado como una partida de ajedrez, arropado por unos excelentes actores (John Hurt, Colin Firth), Smiley (Oldman) escenifica con fotografías recortadas y adheridas a un tablero todos los sospechosos en la investigación, metáfora simple pero perfecta del espionaje internacional. Bajo la apabullante sombra de la misión fracasada en Hungría, el relato inicia su recorrido transversal por vericuetos más o menos sorprendentes o reveladores mientras Smiley va cerrando el círculo con la misma paciencia que el cineasta se preocupa del proceso más que del resultado.
Antonio Morales
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