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Voto de Antonio Morales:
8
Comedia. Drama. Romance Hollywood, 1927. George Valentin es una gran estrella del cine mudo a quien la vida le sonríe. Pero con la llegada del cine sonoro, su carrera corre peligro de quedar sepultada en el olvido. Por su parte, la joven actriz Peppy Miller, que empezó como extra al lado de Valentin, se convierte en una estrella del cine sonoro. (FILMAFFINITY)
5 de marzo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hazanavicius nos ofrece una aparente reflexión sobre el mundo del cine, de forma audaz y atrevida para la los tiempos que corren, en mi opinión, un simulacro en torno a las formas del cine mudo de la época dorada, tomando como eje temático el dibujo de las formas de vida en el interior del sistema de los Estudios. El aspecto del film es un pastiche postmoderno en el que, desde un presente concreto se recrea un modelo de cine y un sistema de representación que hoy resultan anacrónicos. La apariencia final es la de un simple juego, un divertimento pensado para la cinefilia, en la que se propone un regreso hacia la Arcadia perdida, hacia aquello que el tiempo borró y que el presente solo puede recuperar desde la nostalgia marcadamente retro.

Ahora bien, sin renegar de su condición de divertimento cinéfilo, lo cierto es que “The Artist” va un poco más lejos. La primera cuestión que me sorprende de la propuesta es que no recrea el cine mudo a partir de los referentes históricos de una época, sino a través de la mitología que el sonoro acabó instaurando en torno a ese periodo dorado, sobre todo en torno a la leyenda de su desaparición. Si observamos la lista de algunos hipotéticos gestos o referentes, resulta curioso observar que, mientras los dos protagonistas pueden ser considerados la encarnación de John Gilbert y Clara Bow, los motivos temáticos expuestos parecen establecer una empatía con films como “Cantando bajo la lluvia” de Donen (la inadaptación al sonoro), “El crepúsculo de los Dioses” de Wilder (el declive), y si me apuran hasta “Ha nacido una estrella” de Cukor (el ascenso de ella y el hundimiento de él).

El film nos recrea situaciones reconocibles como las aventuras de Douglas Fairbanks, el perro similar al denominado “Asta” de los film de intriga de William Powell, las parejas de bailarines como Fred Astaire y Ginger Rogers y el magnate encarnado por el orondo John Goodman que sería el gran Irvin Thalberg, y que en un momento dado recurre a la frase lapidaria: “El público nunca se equivoca”, precisamente lo que ha ocurrido con este film evocador de tiempos pretéritos, que bebe de la fuente del melodrama, un éxito abrumador siendo un film humilde que acabó seduciendo a la Academia de Hollywood. Más allá de sus hallazgos técnicos, la evocación romántica de la música de Bernard Herrmann para “Vertigo” en su “climax”, del rigor interpretativo o de la precisión con la que juega con los recursos del cine mudo, los elementos más interesantes del film tienen que ver con su condición de relato en torno a una caída.

En el fondo, es la historia de un mundo que vivía fastuosamente sumergido en el exceso y que, un cierto día, se encontró con algo inesperado que lo transformó y lo acabó aniquilando. Unos seres que se aferraban al viejo mundo y no comprendieron lo que estaba ocurriendo para acabar sucumbiendo, perdidos en la melancolía de lo que desapareció y terminaron arrumbados por un presente que no admitía refugio en lo viejo. En un momento en que el cine atraviesa una crisis, la vieja fábula sobre el actor mudo que no quiso saber nada del sonoro adquiere actualidad. El divertimento se ensombrece y, desde el cine mudo, este film acaba hablándonos de nuestro presente.
Antonio Morales
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