Hay películas que abren caminos, y entre los últimos años de los 70 y primera mitad de los 80 se produjo una impresionante explosión de títulos provocadores y francamente gamberros que abrieron el cine a nuevas posibilidades. No sólo en España se produjo la explosión de la teta al aire, en EEUU se produjo la explosión simultánea de los adolescentes hormonalmente disparados y las películas políticamente muy incorrectas.

Es difícil entender ese fenómeno ahora, salvo para los que lo vimos nacer y crecer.

Esta película, como tantas otras, no es artísticamente hablando ninguna maravilla. Pero tiene el enorme mérito de ayudar a hacer un camino ahora abandonado. Había más libertad cinematográfica hace 20 años que ahora, donde estamos dominados por el neopuritanismo y lo políticamente correcto. Y en ese sentido los albóndigas, con el nunca suficientemente valorado Bill Murray a la cabeza, representaron para una generación mucho más de lo que la calidad de la cinta pudiera parecer.