Como fiel seguidora habitual del género de animación, tenía una cita con este título tan renombrado con secuelas y spin-offs varios tanto en series de televisión como en películas posteriores, dando también protagonismo a otros animales como los pingüinos o el lémur anillado.
La aventura que se inició en el zoo de Central Park ha recorrido ya muchas millas, y lo importante es que siga divirtiendo. Le critican que sea una apología de la cautividad, pero yo no creo que sea para tanto, más bien es una apología de la amistad, que suele ser el tema principal de estas películas infantiles. Esto es cine para niños y no hay que buscarle cinco pies al gato (o al león).
Tampoco creo que sea necesario ya señalar demasiado que es una metáfora de lo que nos hemos alejado de la naturaleza. Esos animales acostumbrados a la confortable estancia en el zoo y temerosos de la vida salvaje son una premonición de lo que aguarda en el futuro a la mayoría de las especies.
Y no es tan malo el mensaje de que el hogar se encuentra allá donde está tu gente, no importa que sea en Nueva York o en Madagascar, en cautiverio o en libertad.
No destaca especialmente entre tanta animación de creciente calidad, pero alcanza para ratos de risas.
Y también es verdad que, como dice Álex, tendemos a creer que el sol brilla más en otra parte. Tal vez la cuestión no es cuánto brille, sino que uno esté a gusto con su vida, porque si no nunca brillará lo suficiente.