Una cinta de terror bizarra, de argumento burdo y tosco pero con la suficiente efectividad para dar continuidad y perdurar vigente hasta nuestros días.
Lo mejor del filme no pasa por su trama, la cual es bastante improvisada, ilógica y desprolija. Traspaso de almas y conjuros vudú, un estrangulador en el cuerpo físico de un inocente juguete son tópicos apenas desarrollados, sin grandes elaboraciones tenemos como espectadores que aceptar muchas de las premisas como válidas sin mucha fundamentación de por qué las situaciones se dan de esa manera y por ende nos enfrascamos en muchos absurdos que sólo son comprensibles y entendibles dado el carácter del género del filme. Tampoco goza de actuaciones notables, sino que por el contrario posee interpretaciones mediocres que denotan muchas flaquezas desde lo histriónico.
Lo mejor pasa por ese contraste de manejar violencia y crueldad utilizando un juguete y más aún cuando un ingenuo niño es el centro de la historia. También el aspecto estético de la cinta es interesante, la fluidez y los gestos del muñeco homicida nos regalan algunos momentos tensos y truculentos.
Dicho está, no es la gran cinta por su historia ni por sus endebles actuaciones, sino que el valor a mi criterio pasa por ese original contraste de que el mal y el sadismo venga de la mano de un elemento que brinda ternura y felicidad a los más pequeños.