A su manera, "Muñeco diabólico" constituye un pequeño clásico. Su éxito provocó que todavía hoy en día siga siendo una franquicia rentable en una serie de secuelas que, eso sí, los fans de la saga cruzan los dedos porque termine cuanto antes para dejar un buen recuerdo y no enloquecidos derivados auto-paródicos.

Tom Holland dirige un film que expone muchos de los vicios y virtudes del cine palomitero de los ochenta. Con todo, la idea de que un inofensivo muñequito tenga en sus entrañas el alma de un psicópata no deja de ser atractiva en el género, más teniendo en cuenta el grado de convivencia que va a tener con su comprador, un inocente niño pequeño.

Por supuesto, hay que creer en las milagrosas casualidades de un New York que parece un pueblo pequeño. ¿El agente que vio morir al asesino en un tiroteo? Será el mismo detective al que asignen el caso de las extrañas muertes producidas por el muñequito.

Peajes que se pagan con gusto en un film original, hiperbólico como pocos y que, de haberse planteado de otra manera, habría podido tener todavía más rincones oscuros y perversos.

La primera de Chucky.