La película griega, dirigida por Yorgos Lanthimos narra la historia de David, (Colin Farrel). Se trata de un hombre que se queda soltero en un mundo distópico en el que la soledad está prohibida. Así pues, es llevado a un hotel cuya única función es que los individuos se emparejen en un plazo de 45 días. En el caso de no conseguirlo serán convertidos en un animal de su elección. Al protagonista le gustaría ser… una langosta.

Es una clara crítica sobre la sinrazón y la deshumanización de la sociedad. Relata, de forma absurda, la manera de vivir de dos personas con sentimientos entre individuos desalmados sin un ápice de empatía o compasión. Es tal la incoherencia en los actos de los personajes y tan descabellado el guión, que cada una de las expectativas que se formaban en mi mente era frustrada una y otra vez. Cada escena daba lugar a otra aún más disparatada.

No soy capaz de decir nada malo de esta película. Quizá para los amantes de la acción, algunos planos lleguen a ser demasiado largos. A mi parecer están justificados ya que se corresponden con la trama general.

El film se caracteriza por una estética melancólica e inquietante acompañada por una banda sonora que parece inspirada en el tema “Asesinato” de “Psicosis”. Consigue aportar tensión incluso a los momentos más relajados de la obra.

La actuación de los actores también es excepcional. Todos los personajes se caracterizan por una inexpresividad muy estudiada que muestra el talento de sus intérpretes.

¿Mi conclusión?

Como he mencionado antes, personalmente, es una película que me cautivó desde el primer momento. Sin embargo, no sería capaz de recomendarla a todos los públicos. Es una de esas obras que amas u odias, supongo. Invito a verla a aquellas personas que estén preparadas para nutrirse de esta sarta de extravagancias y sean capaces de pensar más allá y reflexionar sobre esta maravilla crítica.

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