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España España · teruel
Voto de simón:
8
Drama Walter Vale (Richard Jenkins), un profesor universitario de Connecticut que viaja a Nueva York, se ve envuelto en la vida de una joven pareja inmigrante a la que encuentra viviendo en su apartamento de Manhattan, un piso que apenas visita. Tarek (Haaz Sleiman), un músico sirio, y Zainab (Danai Jekesai Gurira), su novia senegalesa, viven allí porque alguien les ha alquilado el apartamento, haciéndose pasar por el dueño. (FILMAFFINITY)
27 de octubre de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega un momento en la vida de toda persona, ya sea antes o después, más tarde o más temprano, para bien, o por el contrario, para mal, en la que todo cambia, en la que el color del cristal con el que se mira la vida es diferente, en la que la su perspectiva es simplemente, distinta, y que hace que todo lo que presumíamos como seguro y cierto deviene caótico y polimorfo.
Este momento bien puede producirse por diversos acontecimientos, ya sea fruto del resultado lógico de un cierto crecimiento personal, de un momento buscado después de cierto tiempo de intensas divagaciones, forzado por ciertas circunstancias a las que termina empujando la vida, o, como acontece en muchísimas ocasiones simplemente causado por el designio caprichoso de la Diosa azar.
Alcanzado ese momento, todo cambia, todo es diferente, y la vida comienza a fluir por diferentes derroteros, trasladados por lugares que hacía tiempo antes se antojaban, simplemente, como intransitables; y que en contra de todo lo hasta el momento se consideraba como cierto, terminan por enriquecer nuestra existencia.
Porque es cierto que durante el transcurso de una vida, todos esos recovecos, esos inesperados inconvenientes, todos esos obstáculos que de tanto en tanto constriñen nuestra hasta esa fecha plácida existencia logran hacernos crecer, enseñándonos de paso el auténtico sentido de nuestro paso por esta vida, con su acumulación de experiencias y avatares; no en vano y aunque cueste encararlo, una vida sin novedades ni misterio es una vida consumida en blanco y negro.
Algunos podrán afirmar las bondades de la placidez de una existencia vivida sin sobresaltos, otros, sin duda aseverarán que la mejor forma de afrontarla no es más que la del dulce arraigo del hogar y el placentero calor de una familia protectora, y los otros, podrán jurar sin ambages, que los riesgos conducen irremediablemente hacia la desdicha. Todo ello es cierto, y en verdad respetable, pero aún así, sin esos sobresaltos, ni reveses, ni giros, ni cambios de rumbo en ese confrontable crucero de lujo que supone una vida serena, y con los que de paso poder aprender y enriquecer nuestra existencia, creo que nuestro efímero paso por esta nuestra vida se convertiría en un lenitivo y reconfortante paso sin sentido, plácido, eso sí, pero en todo caso insustancial, en tanto que la felicidad se halla en lo desconocido, en el misterio y en la esperanza de vivir una vida nueva en el futuro, arrogándose sus riesgos y asumiendo, sus, no siempre deseables consecuencias.
simón
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