“Stockholm” nos cuenta la clásica historia de chico conoce chica, la quiere conquistar, el juego de si caerá o no caerá, de si él sólo la quiere llevar a la cama o su “encandilamiento” es sincero, de si ella se hace la dura o se resiste pero en el fondo lo desea, si cree que él sólo la quiere para una cosa, si es tonta o se lo hace... y nos lo cuenta de modo diferente, en algunos tramos interesante, pero no aprueba. ¿Por qué? Por muchas cosas.

Para empezar porque la pareja protagonista en vez de actuar parece que esté leyendo un papel. Javier Pereira (Goya a actor revelación aunque lleve camino de 2 décadas en la profesión) tiene buenos momentos sobretodo en la segunda parte del film pero lo de Aura Garrido es una sobreactuación de principio a fin, con quizá la sonrisa menos creíble que haya visto en tiempo, tanto en su fase de cortejo como en la de querer resultar perturbadora, invirtiéndose el efecto deseado en ambos casos. A esto se suma la falta de naturalidad y química, siendo tan importantes ambos factores en este tipo de cintas. Todo ello rematado con un giro final típico en busca del impacto tras el cual aparecen los títulos de créditos y el silencio para elevar las pulsaciones y aumentar las sensaciones con el susto, consiguiendo de nuevo el efecto contrario.

Aunque en la balanza no aprueba no todo es malo. Tiene tramos interesantes, aunque cuente algo ya visto y estereotipado lo hace de forma diferente y atractiva (al menos sobre el papel, en la idea inicial) y coincido profundamente con el reflejo que muestra de juventud o sociedad que vive a caballo entre el postureo y la inseguridad que roza o “abraza” el trastorno mental.