El Rey León en 1994 fue un punto de inflexión en la industria cinematográfica de animación. En pleno auge de la mercadotecnia en Disney y con un Oscar, dignificó las películas de animación, que siempre han sufrido el estigma de ser 'para niños'.

Tras una segunda parte sosa y repetitiva, llegó la tercera parte de la saga, ¿quién daría algo por el cobre de una historia que parecía desflorada? Solo quedaba una opción: una precuela de los auténticos protagonistas de El Rey León, Timón y Pumba.

Como si nos encontráramos de nuevo en la sala de cine, con un mando a distancia, Hakuna Matata convierte al espectador en compañero de las aventuras de estos bufones del absurdo. Los dos amigos recorren a sus anchas el celuloide de la película que les lanzó al estrellato, de manera desordenada y aleatoria, resaltando sus momentos favoritos y obviando los aburridos.

La memoria es caprichosa y suele retener los mejores recuerdos, así que si te consideras (aunque sea en secreto) un fan de El Rey León, no puedes dejar de acompañar a jabalí maloliente y a la surikata marimandona en este divertido viaje al pasado.