Stephen Frears, conocido por sus “Amistades peligrosas” (1988), firma una comedia de elevada catadura moral al ritmo de una excelente banda sonora.

“Alta fidelidad” cuenta los fracasos amorosos de Rob (John Cusack), un treintañero melómano cuyo amor por la música le lleva a abrir una tienda de discos de vinilo sin mucho éxito. Entre debates musicales con sus estrafalarios empleados (Jack Black y Todd Louiso), Rob cuenta la historia de sus exnovias y de sus relaciones con ellas, de su “top 5: las que me hicieron daño de verdad”, buscando el por qué de sus fracasos. Se dirige directamente a la cámara, como si estuviera confesando a un amigo de confianza (en este caso, el espectador) todos sus problemas en una especie de auto-psicoanálisis.

Las fases por las que pasa Rob tienen un punto en común en todas sus relaciones: la incomprensión del fracaso. Su decisión última, la que le mueve a buscar el por qué de sus rupturas, es una especie de rebeldía ante la conformidad del pasado y a la vez una cura para su destruida autoestima. Se dará cuenta de que nunca fue todo por culpa de ellas, las más representativas de su “Top 5”, y su lucha principal será el asimilar ciertas verdades ocultas en su momento bajo el velo del amor ciego. Es, por tanto, una lucha para restaurar su orgullo personal, y centraliza su objetivo en su último fracaso amoroso: Laura (Iben Hjejle).

Gracias a la melomanía de Rob, la cinta tiene como telón de fondo la música. Ya sea por su variada banda sonora de temas pop-rock, por sus debates musicales con sus empleados o por el mismo escenario donde se localiza la narración (la tienda de discos), “Alta fidelidad” es como un ensayo sobre música comercial y coleccionismo bajo el disfraz de una comedia romántica: una mezcla muy atractiva como para dejarla pasar.

Recomedable.