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El Salvador El Salvador · Klendathu
Voto de Especialista Mike:
9
Ciencia ficción. Terror. Fantástico En una estación experimental remota de la Antártida, un equipo de científicos de investigación estadounidenses ven cómo en su campamento base un helicóptero noruego dispara contra un perro de trineo. Cuando acogen al perro, éste ataca brutalmente tanto a los seres humanos como a los caninos del campamento, y descubren que la bestia, de origen desconocido, puede asumir la forma de sus víctimas... (FILMAFFINITY)
19 de septiembre de 2010
30 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
El remake de Carpenter da una vuelta de tuerca al original de Hawks de 1951. Parece la misma historia, pero en manos de Carpenter es una película diferente.

Obsérvese el tono general de ambas.

A Nyby-Hawks (la autoría del film de 1951 sigue siendo dudosa) les interesaba crear una película de emociones directas: aventura y evasión. En ningún momento hay desconfianza en los héroes que luchan contra el monstruo. Y si existe división en la especie humana, está circunscrita en el “mad doctor”, quien recibe su justo merecido. Participa del espíritu de los western de Hawks (“Río bravo”, p.e.). Y al final, se delata su tono épico, con el parte noticioso que el periodista dicta por radio: “Hoy la humanidad ha ganado su primera batalla universal…”.

Carpenter, por el contrario, opta narrativa y visualmente por un tono oscuro y claustrofóbico. El espíritu de su remake se acerca más al del cine negro de los 50 que al del sci-fi de la época. Y lleva al extremo la paranoia de ambos. Las sospechas individuales rompen la solidaridad del grupo. E incluso el individualismo es cuestionado: “Tal vez no debiéramos sobrevivir”, le dice McCready a Childs. La película ostenta un espíritu noir en su ambigüedad y pesimismo.

Debe tenerse en cuenta que este tono reposa sobre un genial giro argumental.

Primero. La cosa de 1951 es una especie de vegetal-vampiro. Rompe los esquemas de clasificación humanos pero sigue siendo representado antropomórficamente.

Carpenter rompe esa última barrera y hace de su monstruo algo indeterminado; tal vez lo más cercano que ha estado el cine para representar las pesadillas “tentaculares” de Lovecraft (amén a los efectos especiales de Rob Bottin). Al imitar todo lo que toca, el monstruo no tiene atributos propios e identificables, y entra en el reino de lo infra-natural y “primigenio” (las patas de araña refuerzan nuestra aversión atávica): “es una cosa”.

Segundo. En 1951, el monstruo ataca desde el exterior, con lo que arrastra el atributo de lo salvaje e indómito (la Antártida) que amenaza la "american way of life".

Carpenter, en cambio, le abre las puertas de la humanidad y el monstruo acecha desde su seno. Cualquiera en la base puede ser el monstruo. Cambia la proyección de la paranoia del exterior (sci-fi de los 50) al interior (film noir).

Esto último genera la incomodidad creciente en el film: hacia la mitad, Carpenter incluso nos hace dudar magistralmente de la identidad humana de McCready, el héroe (Kurt Russell)… El secreto está en que Carpenter resuelve escenas cruciales fuera de cámara, a modo de elipsis narrativas. No sabemos lo que ocurre en la torre de vigilancia… El uso frecuente de elipsis tiene por objeto acrecentar la tensión y el suspense, que equivale a mayor incertidumbre en el espectador.

¿No es el clásico de Hawks? No, pero a pesar de las diferencias sigue la misma máxima: emocionar, y eso no es fácil.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Especialista Mike
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