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España España · Tegueste
Voto de Raúl:
8
Ciencia ficción. Intriga Ambientada en un futuro no muy lejano. A Horoshi, un brillante ingeniero genético japonés, se lo disputan dos importantes empresas, la japonesa Hosaka y la alemana Maas. Los revolucionarios descubrimientos del científico tienen el poder de transformar el mundo y generar beneficios billonarios. Hosaka contrata a dos espías, X y Fox, que deben ganarse la confianza de Hiroshi en perjuicio de Maas. La estrategia de los dos mercenarios ... [+]
3 de abril de 2017
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El futuro que nos espera está confuso. La globalización reestructura nuestros esquemas perceptivos. La vida adquiere velocidad. La información nos invade. Ya ni intentamos asimilarla. De la ofuscación de los sentidos por la saturación surge New Rose Hotel.

No es la primera historia de amor de Abel Ferrara, y aunque puede que sea la más convencional, su formalización es nerviosa, confusa, y a la vez ágil y sencilla. Los personajes se desenvuelven de forma improvisada (estoy seguro de ello) por oníricos (aunque debería decir etílicos) escenarios orientales que, una vez más, se nos vaticinan como futuribles. Una nueva versión del Apocalipsis Corporativo, en el que las empresas están muy por encima de los gobiernos y la moralidad. En fin, una típica historia de William Gibson.

Por bares, habitaciones hoteleras y recepciones, se mueven tres desdichados que entre disertaciones filosóficas y alcohol creen controlar la situación y sus vidas. Perdedores que están a punto de conseguir uno de los mayores éxitos de los que podían imaginar. Christopher Walken y Willem Dafoe son dos espías industriales que contratan a una prostituta (Asia Argento) para conseguir que un gran científico lo abandone todo y cambie de compañía.

Walken es el líder, manipulador y desdichado genio. Por ello es el mayor de los vencidos. Ferrara nos muestra otra estremecedora interpretación del actor, soldadito de plomo roto delante de una riada. Nada que hacer salvo bailar y probar a engañar a la corriente.

Dafoe es el aprendiz, pueril adulto que aún no ha perdido la inocencia, y no ha recibido los golpes definitivos del destino. Única esperanza en un mal mundo.

Argento es la belleza, la mentira como modo de vida, la verdadera superviviente. Cuando todo acabe, ella estará allí. Inocente ángel perverso.

Ferrara nos muestra una vez más unos personajes envueltos en una espiral hacia la derrota, aunque esta vez nos da esperanzas: sus personajes luchan contra todo ello. El director filma desde el desconcierto; planos entrecortados, flashbacks infinitos, secuencias montadas de diferentes tomas de los actores, etc. Este último recurso constituye el alma de la propuesta:

Vemos durante el metraje una escena cualquiera. Después aparece de nuevo, pero más larga, o ligeramente diferente, o más completa. Puede significar muchas cosas, pero también hay que reconocer que así es la memoria humana. Recordamos incompletamente, o aportamos afectividad a lo recordado, o cobra sentido si lo escuchamos en nuestra cabeza con otra entonación…

Es una de las más sinceras, acertadas y mejores formas de representar la memoria que he visto nunca. En lugar de resultar tediosa, en esta última media hora es donde la película estalla en toda su libertad creativa. Como si, tras haberse despojado del peso de relatar la fábula, pudiera entregarse al placer de contar con imágenes y sonidos algo que no necesita explicación. O de contar dos y hasta tres veces lo mismo, sólo porque sí. Porque es un acto bello. Dafoe, entonces, se abandona a los recuerdos, repasa lo que hemos estado viendo como una suerte de delirio febril, nostálgico. Y con él, nosotros. Un enorme acierto a mi entender. Más aún si no se usa a modo de trampa, ni de reclamo, ni de lucimiento. Es simplemente la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Raúl
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