En el film Truman Capote (2005) se narra el proceso de un escritor para crear una novela a partir de un suceso real. Relato que terminará convirtiéndose en una de las novelas documentales más significativas del siglo XX, A sangre fría

El brutal asesinato de una familia en Kansas en noviembre de 1959, leído por Capote en el The New York Times, es el inicio de un proceso de investigación, de recopilación de información y sobretodo de entrevistas con los asesinos, para escribir una novela. La amistad de uno de los asesinos, Perry con Capote, se puede considerar el hilo conductor de la trama. Una trama con una única finalidad, escribir una novela, que el propio periodista calificaba como su mejor obra. Una novela donde se demuestra que la realidad, en manos de un escritor brillante como él, puede ser tan cautivadora como la ficción.

El personaje de Capote hizo que el actor Philip Seymour Hoffman consiguiera un Oscar como mejor actor protagonista. La memorable interpretación de Hoffman, que domina claramente todas las escenas y registros, hace que el espectador llegue a ver al verdadero Capote. Un hombre con una marcada personalidad, cargado de excentricidades, curioso tono de voz y provocador donde los haya. Ya no solo por su condición de homosexual en la América de los años 60, sino también junto a sus traumas del pasado y problemas con el alcohol. Un genio como escritor, estrella en las fiestas de sociedad de la época, pero a su vez un mentiroso y un manipulador para conseguir sus objetivos. En la película se plasman a la perfección como el pensador enloquece, como va desapareciendo su estrella para dejar paso a la decadencia absoluta como literato y como persona.

Las dos caras de Capote, no sólo se pueden ver en la interpretación del actor protagonista. El director, Bennet Miller, ha buscado en el trabajo de fotografía que el espectador sienta esa decadencia progresiva del protagonista. A medida que se acerca el momento de poner punto y final a la novela, y de paso a la película, los planos van oscureciendo. Se va marchando la luz para dejar paso a la penumbra. La cámara se va acercando a Capote que disminuye sus monólogos y los convierte en pausas y silencios. Las palabras se transforman en miradas que dicen mucho más. También disminuye el ritmo. Una combinación que no es casual y funciona.