James Wan declaró que 'Insidious: Capítulo 2' iba a ser su último acercamiento al género de terror, aunque no se puede dar nunca nada por sentado. Quizás algún día si no obtiene buenos resultados en otros géneros, podría volver por donde empezó. El caso es que su nuevo trabajo no decepciona para nada y se trata de una película bien realizada con más pros que contras.

Si 'Insidious', la primera parte, tenía buenos momentos, pero poco a poco se iba desinflando, aquí sucede todo lo contrario. Esta continuación va de menos a más, con un guión de mayor consistencia, en el que todo o casi todo es más interesante que su predecesora. El esquema del guión viaja a través de dos tramas paralelas con mucho en común, y que se encuentran definitivamente al final.

El director opta por repetir fórmulas como en 'Expediente Warren', y también como no, por inclinarse más hacía el susto fácil que crear una atmósfera inquietante y acercarse al verdadero miedo. Con un mayor metraje, en este segundo capítulo hay secuencias de mayor lucidez que en la primera entrega, y por supuesto lo que falla en 'Insidious', aquí funciona. El desenlace es más potente y no decae en ningún momento gracias a la tendencia del realizador malayo en ofrecer una realización inevitablemente semejante a un título bastante conocido donde un tal Jack Nicholson con hacha en mano se paseaba por un hotel queriendo asesinar a su familia. Así que la originalidad brilla por su ausencia en este aspecto.

En el apartado de interpretación, Patrick Wilson no está a la altura en la tercera colaboración con Wan. Rose Byrne, su mujer en la ficción, le gana la partida. La credibilidad del primero queda en ridículo. Y eso que en anteriores trabajos estaba entonado. Los demás, sin grandes alardes acompañan satisfactoriamente. Sin faltar a la cita el toque de humor que proporcionan Leigh Whannell y Angus Sampson con una escasa efectividad.

'Insidious: Capítulo 2' es una opción recomendable en la cartelera. No hay espacio para el descanso, y el film va hacía arriba sin aburrir un solo instante. Si da miedo o no, eso lo dejo en la mano de cada espectador, ya que todos y cada uno de nosotros compartimos una sensibilidad diferente.