Hoy en día es considerada un clásico del cine francés y hasta una de las mejores películas de la Historia del Cine. Es una obra típica de su director: de breve duración, concisa y clara, dotada de una puesta en escena preñada de austeridad, en un minimalismo del lenguaje cinematográfico dónde la sobriedad y simpleza del argumento son explayados de igual forma, y limpidamente, en la pantalla.
Bresson da mucha importancia a las miradas, a los gestos, a los objetos y en esta historia de un joven carterista que no roba ni por necesidad siquiera sino más que nada para darse un valor a sí mismo, desfilan también temas como la Redención o la Culpa.
Para muchos críticos esta es su obra maestra. Para mí ni siquiera me parece un film memorable. Con perdón.