Mi noche con Maud

Después de ver esta película y la mayoría de obras posteriores del director, cada vez llego más a la misma conclusión: Rohmer es el genio de las historias superfluas que quieren parecer algo, protagonizadas siempre por bohemios, modernillos llenos de dilemas, cultos y snobs hasta producir arcadas donde sus fascinantes vidas discurren en lugares maravillosos de la campiña francesa, vacaciones idílicas o pueblecitos entrañables donde -oh, sorpresas da la vida- siempre conocen a tipos como ellos interesantísimos con los que tienen discusiones sesudas sobre filosofia, religión, moral, arte....Nunca topan con nadie mediocre o sencillo, que lástima.

Esta película es el inicio y la sobredosis de todo esto: un tipo muy pensador y matemático (que trabaja en Michelin para dar el contraste progre) conoce a hombres y mujeres bellísimas y cultísimas -siempre por azar -, tiene amigos profesores de universidad y filósofos,.... y con todos comparte sus dudas exitenciales teñidas con toques de Pascal (nada menos), el catolicismo, jansenismo, ....Vamos de lo más corriente y cotidiano que sucedería a cualquier pobre mortal. Creo sin embargo, que la mayoría de mortales que hubieran pasado la noche con Maud habrian disfrutado ese momento de otra manera más interesante.

La película, dejando los diálogos sesudos de lado no tiene mucho interés cinematográfico.

En resumidas cuentas, película sólo para amantes del cine de Rohmer que saben lo que van a ver y no se llevan a engaño... Para el resto, que lean a Pascal en la biblioteca o en internet y vean el cine de Truffaut de la época, mucho menos pedante y con más sustancia

De nuevas con el cine francés de la Nouvelle Vague pero en esta ocasión con un "debutante", Éric Rohmer, cuyo verdadero nombre era Maurice Henri Joseph Schérer. Y digo "debutante" porque no había visto ninguna de sus películas. Como cabía esperar, "Mi noche con Maud" es un poco tostón. La acción es mínima y la primacía absoluta se la llevan los diálogos. Ahora bien, afortunadamente las conversaciones, que giran sobre cuestiones diversas e interesantes, el amor, el catolicismo, la moral sexual, el azar o la libertad, te enganchan si bien no acaban por decir nada definitivo. Es decir, divagan. En este sentido me ha recordado algo a Woody Allen pero el americano es mucho más directo, sincero y profundo que Rohmer que se queda más en la pose.

Buena parte de las conversaciones giran sobre Blais Pascal, para que se vea lo pedantes que son estos tres. Eso sí, como suele pasar, son todos muy radicales, tal vez el protagonista no tanto Jean-Louis (Jean-Louis Trintignant), pues se define como católico practicante, lo cual es bastante raro, pero su amigo Vidal (Antoine Vitez), marxista y ateo, y Maud (Françoise Fabian) sí. Pues ésta va y tiene criada. Pero a lo que iba. Dialogan sobre Pascal y su jansenismo, pero yo me he quedado más con Jacques Chevalier, filósofo que aparece como autor de una de las obras sobre Pascal, que como curiosidad, llegó a ser Secretario General de Instrucción Pública en el gobierno de Vichy, motivo por el cual luego fue a la cárcel tras la "Liberación" francesa.

Película que está repleta de diálogos sucedidos durante Nochebuena y Navidad. Dos maneras de ver el mundo, el catolicismo y el ateísmo. Una justa de ideales que aportan sus razones para ser feliz, y en donde se huele que el catolicismo y sus principios llevan a la felicidad, mientras que el despego familiar lleva al fracaso.

El ambiente rodeado de nieve es propicio para crear un ambiente acogedor, que hace que te pegues más al momento al que no está invitando el director y su guionista.

La conversaciones son brillantes, sobre todo en la primera parte, de una modernidad llamativa, poniendo a Pascal como referencia de las reflexiones del triunvirato protagonista.

Quedan muchos interrogantes a fin de cuentas, y eso tiene su lado bueno y su lado malo. Yo me quedo con el lado bueno.

No me acuerdo quien dijo eso, 'Ver crecer la hierva' creo que fue Gene Hackman en una película. Total, el cine de Rohmer es el que peor ha envejecido de los años setenta, quizás por culpa de Woody Allen, que también hacía que sus actores hablaran mucho, pero lo hacían de cosas interesantes y en diferentes sitios. Rohmer habla de Pascal y el catolicismo en una habitación, mientras la pulsión sexual late de manera rara. Pero muy rara. 'Mi noche con Maud' no provoca vergüenza ajena, como 'El rayo verde', pero ya digo, se ve como algo del pasado, como esas películas realizadas con tosquedad anonadante que hoy ni se estrenarían en los cines.

Retazo de la vida burguesa en la Francia de provincias en la que un recién llegado se encuentra jugando a un juego en el que el resto de los jugadores le lleva cierta ventaja. Él no es consciente, pero el círculo social de la burguesía ilustrada de Clermont no puede ser muy amplio y él constituye la novedad dentro de ese ambiente tan endogámico. Además, es católico practicante y eso, a nada que seas un verdadero creyente, complica mucho el juego y si entras en él puede hacerte sentir culpable o un redomado hipócrita. En cualquier caso, inconsecuente con tus creencias.

En la fecha de producción de la película la Iglesia católica seguía teniendo bastante peso en las vidas de las personas y había un alto porcentaje de creyentes. Ese factor religioso, que llevaba aparejada una cierta moral sexual, complicaba mucho las relaciones amorosas. Pero no creo que esas complicaciones se resolviesen en sesudos diálogos sobre las especulaciones filosóficas o matemáticas de Blaise Pascal, a no ser que pertenezcas al selecto círculo de la erudita burguesía ilustrada de provincias en Francia. Como no es mi caso, no es que me pierda en los diálogos. Es que no me llevan a ninguna parte.

Aprecio la depuración estética y la belleza de los planos y el trabajo de cámara, pero esa sencillez se pone al servicio de un prolijo y espeso discurso que ocupa gran parte del metraje y aclara bastante menos las intenciones de la fábula que el epílogo, donde se ilustra el componente de hipocresía y autoindulgencia de la moralidad de mucha gente que se definía como católica. Para una anécdota tan leve me parece que sobra prosopopeya.