El gran azul

Acabo de volver a verla después de años y ha sido un regalo enorme. A la mezcla de sentimientos que provoca la película le sumo la nostalgia de las imágenes y sonidos que quedaron atrapados en mi juventud y que como ese delfín en libertad han regresado para recordarme quien soy.

Arte porque aunque el tema es el mar y un deporte en cuestión, la maravillosa subjetividad del director utilizando todos los recursos lo lleva a un campo trascendental, el dilema del artista nunca estuvo más claro en este filme y en ese final entrañable, un canto a la libertad.

Belleza porque me extraña que en ningún comentario se haya nombrado el enorme atractivo del protagonista, que empieza en la silueta apolínea del rostro de Jean Marc Barr y se magnifica en esa mirada risueña de niño triste que tiene el enigmático personaje y que enamora terriblemente a Rossana Arquette (y a servidora), belleza en los Andes y en el Mediterráneo, belleza en la naturaleza, en la amistad y en esos seres mágicos que son los delfines.

Creo que nunca he visto otra película de Jean Marc Barr, pero sé que ningún otro actor pudo haber hecho esta.

Poesía porque la banda sonora, más la fotografía son eso, un gran poema perfecto, conmovedor, placentero, plácido y permanente.

Un cruce entre "El viejo y el mar" y Tarantino, con la mejores virtudes de ambos. Lo sentimental e incluso lo melancólico de la primera y lo más efectista, los angulosos vértices interpretativos e incluso teatrales, de los personajes de la película. Pese a su larga duración no cansa, pues nos transporta perfectamente al gran azul donde, parece ser, se está mejor que en cualquier otro lugar. Romántica a su manera.

Película de una profunda sensibilidad, concluye, desde el punto de vista de una narrativa clásica, a los 98 minutos y 48 segundos. En la zona spoiler indico la escena en cuestión, que acaba en el tiempo referido. Luego la película se extiende unos 70 minutos, que no constituyen una segunda película, una parte dos. El relato, muy potente hasta los casi 99 minutos, no vuelve a reconstituirse en el planteamiento de un nuevo conflicto. Simplemente decae y se diluye extendiéndose por razones que únicamente pueden ser justificadas por la belleza de las imágenes ofrecidas, que no es poco, y por el intento de lograr que el código narrativo clásico utilizado hasta ese momento, vire paulatinamente hacia una dimensión poética.
He visto algunas críticas ponzoñosas que señalan a esta película como tediosa, lenta, etcétera. Insisto, quienes no tengan ganas de ver tres horas de una película sobre esta temática, pueden verla hasta el tiempo indicado, que es el que respeta los lineamientos de una construcción clásica del relato para una película de estas características. Viéndola hasta los casi 99 minutos, el espectador obtendrá un relato de estructura convencional para el género, con una introducción, un nudo, y su desenlace. Con personajes y situaciones con las cuales identificarse. Y con la búsqueda del clímax emocional a través del evento deportivo cerca del desenlace de la historia, tal y como sucede en las películas del género. Por ende, la película vista hasta sus casi 99 minutos, tiene un ritmo ágil y dinámico, con un desenlace claramente planteado.
Quien quiera profundizar en la poética que subyace al relato, puede continuar viéndola más allá de la frontera de esos primeros 99 minutos, y también quedará satisfecho. Esta es una posibilidad que rara vez nos ofrecen las películas del género. Así planteados, los 70 minutos adicionales, lejos de constituir una merma en el relato, construyen el plusvalor místico que transforma esta narración en algo más que una película de su género.
Evitar la versión lanzada para el mercado norteamericano, con otro montaje, que modifica el final y destroza la banda sonora original.
Ojalá que estas palabras sean útiles para alentar a quienes no la vieron aún, a que la vean.
¡Que la disfruten!

Hermosa e hipnótica tal es ese acuático mamífero. Una honda y relajada banda sonora invita a zambullirte en esta romántica y existencialista obra.
El Gran Azul es una semi desconocida joya que peca de lenta pero que resplandece en sus acuosas atmósferas.
Una película tan recomendable como un baño bajo la luz de una radiante luna llena.

Cuando las críticas de una película pendulan entre los extremos sin dejar indiferente a nadie tanto para bien como para mal, es que algo tiene. He aquí un ejemplo. No puedo dar juicios muy objetivos sobre el film pues como aficionado al submarinismo, lo he visto con una sensibilidad especial. La trama quizás es un poco floja, pero tan sólo por los escenarios que ofrece y las atmósferas que genera, vale la pena.