El dulce porvenir

Para mi gusto, es una película que no acaba de arrancar... con un algo ritmo lento. La he visto con ganas de más hasta el último minuto, pero no he llegado a sentir el misterio que en las películas de crímenes rurales suelo encontrar. Y si esa no es la intención de la película, no consigo conectar con la emoción de los personajes. Que no se me malinterprete: me parece interesante, pero quizá esperaba más.

Dicho esto, me gusta mucho los paralelismos que hace el director entre la fábula del Flautista de Hamelín y los hechos que suceden: "¿Quién es el flautista? ¿el abogado, Stevens, que intenta embaucar a los padres de las víctimas? ¿Dolores, quién mete a los niños en el lago helado como el flautista condujo a los niños del pueblo a la gruta oscura? ¿O es Sam, el padre de Nicole (Sarah Polley, musa de Isabel Coixet), el que embauca a la niña lisiada (como el personaje del cuento), siendo la única que no es arrastrada por el flautista?".

Y por último, mencionar la música que si me parece que acompaña muy bien el conjunto.

El egipcio Atom Egoyan ("Choe", "Exótica") vuelve a explorar el drama humano en "The Sweet Hereafter", donde adapta la novela de Russell Banks, que a su vez se inspira en un accidente real sucedido en 1989 en Texas. Posiblemente, uno de sus mejores trabajos, con el que consiguió ser nominado por su dirección y guion.

"The Sweet Hereafter" nos traslada a un pequeño pueblo rural canadiense que se enfrenta a haber perdido todos los niños del pueblo en un accidente, y que ahora deben recordar con la llegada de un abogado que tiene su propio drama personal. El ritmo de la película es deliberadamente lento, en un intento de que esta sea reflexiva y profunda. También utiliza una narrativa no lineal, entrelazando las historias de los personajes y las relaciones sobre el accidente, para generar misterio y suspense, pero sin conseguirlo.

Pero aunque personalmente no ha conseguido emocionarme, hay que reconocer que tiene un buen guion, con diálogos potentes, y consigue tratar temas como la pérdida, el duelo, la culpa y la redención.

"The Sweet Hereafter" se considera un clásico moderno, y uno de los mejores dramas canadienses. Un buen drama si buscas algo profundo y conmovedor.

¿Para qué treinta letras? La frase tan solo necesita la mitad. En efecto, podemos lanzar un mensaje de múltiples formas, desde la más simple y concreta a la más elaborada y compleja, matizando el significado según la fórmula. Pero, insisto, ¿Para qué treinta letras cuando no aportan nada más que las quince necesarias para captar nuestra emisión?.

No consigo emocionarme o profundizar a pesar de lo que me cuentan. Creo que entiendo la mayor parte de este libro, pero la música del flautista que me lo entrega no me hipnotiza. Es un ritmo apagado y con un alma excesivamente racional y poco vehemente. Hay momentos en los que algunos acordes casi llegan a erizar el vello de mis brazos, pero son leves lapsus en un continuum más bien comedido de pasión y ¿Por qué no decirlo? Tedioso.

Mas que nada, he sentido decepción, bastante de aburrimiento y admiración por la secuencia con la imagen que pasó a ser portada, la cual parecía prometerme algo grande e importante, pero finalmente el sabor de los encantos resultó ser bastante más insípido de lo esperado.

En una pequeña comunidad canadiense en la que todos sus habitantes se conocen, se desencadena una tragedia en el mes de diciembre de 1995. Mucho tiempo atrás, un hombre tuvo que viajar hacia un hospital con su hija pequeña en su regazo, y una navaja en su mano, por si tenía que practicarle una traqueotomía de urgencia. La niña era muy rubia y muy dulce. Nunca ha podido olvidarlo.
En un avión viajan dos pasajeros, uno de ellos necesita unos auriculares para escuchar la película, y su compañera de asiento se los presta. Es amiga de su hija. Su hija está bien.
Nicole entretiene a dos hermanos pequeños mientras su padre se encuentra con una vecina en el Motel, leyendo a los niños El flautista de Hamelin.
Nicole es una buena cantante, y su padre le ha prometido, entre las velas, que hará lo posible para que llegue muy lejos.
Un abogado aparece de repente en la Comunidad, pidiendo autorización para encauzar la ira de los afectados, pero no todos los vecinos se dejan convencer por sus argumentos. Una de las supervivientes del accidente es la que tiene la última palabra.
Mientras todo esto sucede, la nieve sigue cayendo sobre el pueblo, el flautista sigue arrastrando a los niños con su música, el tiempo sigue avanzando hacia atrás y hacia delante, a veces también vuelve al presente, los personajes nos miran a los ojos y nos descubren con frialdad sus sentimientos, su desolación, su verdad, su mentira, sus silencios, y sus reproches. Todos intentan dejar atrás el pasado y alcanzar a su manera ese dulce porvenir.

Atom Egoyan tiene el don de la narrativa. Yo almenos es uno de los mejores narradores que he visto en los últimos años. La magia de "El dulce porvenir" es que Egoyan abre distintas líneas temporales que entrelaza para explicar una historia de forma completa y desde todos los puntos de vista. De este modo, unas sirven de apoyo a las otras, en el sentido que les dan consistencia dramática y aportan un toque filosófico al drama. La película, un prodigio moral, nos demuestra cómo el cine puede interferir en la emoción de una forma limpia y pura. Y al final, nos demuestra, con ese mensaje un tanto conservador, que todo debe quedar en casa. Para colmo, unas interpretaciones estupendas, una música muy digna, y una fotografia que rebosa talento. De lo mejor de los 90. En serio.