El largo y cálido verano

Pero no pensáis mal, que no me refiero a Paul Newman, sino que aludo a estos extraños incendios que provoca supuestamente un pirómano, no os voy a decir quién es pero tiene su peso, que la verdad, queda algo ridículo. En cualquier caso, estamos en el verano de 1957, en el estado de Mississippi, sur profundo, para adaptar varios relatos de William Faulkner. A propósito, que más tarde, en 1965-1966, llegó a realizarse una serie de televisión con el mismo título y una adaptación en 1985 como miniserie protagonizada por Jason Robards, Don Johnson y Cybill Shepherd.

Pues bien, la presente "El largo y cálido verano" se inscribe en esa corriente de drama sureño, en la que podemos encontrar títulos similares a ésta como puede ser "Al este del edén" (1955), "Picnic" (1955) o "La gata sobre el tejado de zinc" (1958). Reconozco que es entretenidilla pero podía haber sido mucho mejor si se le hubiera dado otro enfoque, se pulen algunos giros demasiado bruscos y se añade un final como más realista. A mí de todos modos quien más me ha gustado es el personaje de Clara (Joanne Woodward), que se mueve con mucha dignidad. SPOILER.

Se ha hablado de muchas parejas de cine, pero entre ellas pocas veces se ha nombrado a la que formaban Paul Newman y Joanne Woodward. Quizá porque eran tan normales y corrientes (o extraordinarios, según se mire) que estuvieron casados felizmente más de treinta años sin dar ningún escándalo ni provocar ningún drama. Sin embargo, como ocurre otras tantas veces, solo hay que mirarles en pantalla para saber que estos dos actores estaban realmente enamorados y que seguro que se lo pasaban pipa en su casa. Joanne Woodward tiene un no sé qué en la sonrisa y en el porte que parece que en cualquier momento te va a gastar una broma y que Paul Newman se va a echar a reír con cualquier cosa que ella le diga. Es lo que podemos llamar complicidad.

En «El largo y cálido verano» ella es una señorita sureña, soltera y culta y él un pobre diablo que quiere prosperar a cualquier precio y que arrastra el estigma de tener un apellido que atemoriza a todo el mundo. En medio, Orson Welles. Qué hombre más orondo, más imponente. Su personaje responde al prototipo de hombre hecho a sí mismo que lleva la competitividad hasta el extremo de despreciar a su propio hijo a favor del recién llegado Ben Quick. Lo que parece una crítica al liberalismo y al autoritarismo familiar de la América profunda se convierte rápidamente en una reafirmación de esos valores, así que nos quieren convencer de que engañar, mentir, imponerse y manipular está muy bien.

La parte romántica tiene su punto, pero lo mejor es la relación entre el padre Verner y su hijo por ser la más humana y diría que emotiva. Para verla en verano y sudar un poco.

Una historia entreverada de rudeza y de intimismo sirve para que P. Newman y O. Welles llenen el celuloide con escenas de excelente porte actoral que, con diferencia, de lo mejor del film.
El guión presenta notables altibajos en ritmo e intensidad y también discordancia en la actitud y trasformación psicológica de los personajes de manera que la historia es poco convincente a pesar de estar filmada de un modo impecable desde el punto de vista formal.
Su esquematismo, sus giros inesperados y su ingenuidad le restan mérito e interés pero no puede negarse que, en general y a pesar de todo, posee un innegable encanto y se ve con cierto agrado.

A finales de los cincuenta los dramas sureños estaban de moda. El siempre interesante Martin Ritt adaptó con éxito la novela de William Faulkner en la que se inspira la película.

Protagonizada por un excelente reparto, cuenta la historia de un joven con fama de pirómano que encuentra trabajo en un pueblo en el que el déspota cacique local está obsesionado por casar a sus hijas y perpetuar su descendencia.

Me gustan las películas sureñas. Ese ambiente, esa fotografía, esos personajes socarrones que no dejan indiferente a nadie.
Pero comparar a esta película con La gata sobre el tejado de cinc, NO eso no. Ni Woodward es Taylor, y lo siento Wells, pero no estás a la altura del otro papa gordo.
Prefiero quedarme con el Wells gordito de Sed de mal.