La chica del puente

Un hombre (Auteuil) que se dedica a lanzar cuchillos en diversos espectáculos salva a una chica (Paradis) del suicidio al sacarla del agua cuando ésta se arroja desde un puente del Sena en París.
Leconte muestra el encuentro entre dos soledades, que en su fusión se complementan aceptablemente para poder seguir tirando del carro de la vida. Y Leconte lo hace a modo de fábula moderna rodada premeditadamente en blanco y negro para insinuar los desajustes borrosos del amor, la amistad y la felicidad, y perfila bien a los dos personajes: él, cerebral, frío, aunque en el fondo desequilibrado también; ella, inconsistente, vólatil y demasiado cariñosa. Hay secuencias hermosas en el conjunto de la película, como todas aquellas en las que Auteuil lanza los cuchillos sobre Paradis, casi sin mirar, hiriéndola a veces tan livianamente que se lo cura con un simple apósito.
Y una pregunta final parece querer transmitir Leconte: ¿quién salva a quién del suicidio, del final, del naufragio definitivo?.

Apreciable y muy bonita fábula romántica, que en muchos aspectos recuerda a la norteamericana "Lost in translation", en la composición de los personajes, y el tratamiento de los mismos, al presentarnos a dos almas solitarias, pero de gran afinidad entre si.
Bonita partitura, y bonitas interpretaciones de Auteuil y la bella Paradís, (la compañera sentimental del camaleónico Johnny Depp), para una cinta tan llena de virtudes, como tan poco conocida.

Insoportable pedantería fruslería. Cargante ingenio relamido romo soso vacío. Boba valiente sinsorgada. Francesa en el peor de los sentidos, en el de darse aires de banalidad intelectualizada infatuada sofisticada.
El amor da suerte. Mucha magia. Mierda que se dice.
El amor como la confirmación de que todo encaja y fluye, va bien, en popa el viento, elimina la muerte de la ecuación, la inmortalidad.
Deseo Miedo Peligro. Clávame fuerte todos tus puñales cuchillos. Nunca me abandones.
Tiene sus méritos narrativos, el chulo blanco y negro, el ritmo casi frenético de alocada comedia, algún plano, ella, él, la nariz, pero es en verdad una tontuna tortura por su repelente sentido del humor y su narcisa autoconsciente atorrante inteligencia.
Hacer de la frivolidad arte, de la estupidez, una ciencia, de las ínfulas, una saña.

Trata sobre lo insulso de la vida y lo surreal de ella, la quimica entre personas y la buena suerte que eso conlleva.
Contada a modo de fantasía y con un gran repliegue de fotografías hipnoticas, junto con el blanco y negro, hacen de ella una película agradable para la visualización, (no se echa de menos para nada el color).
Leconte sigue en su faceta de sazonar sus trabajos de un modo inusual, que le hace al espectador dudar de lo que está viendo, en este caso se puede decir que un poco de todo, pués nos hace recordar películas ya vistas, aunque siempre con ese toque especial que él le da.

Un billete roto no vale nada. De nada sirve autocompadecerse por lo mal que la vida se porta contigo. Verdades universales. Sin retórica.

Como decía mi amigo Arturo: "hay gente que sueña y se resigna solo con soñar y gente que cada día se levanta y pone un pie delante de otro para hacer realidad sus sueños"
El resto es vanidad.

Interpretaciones logradas. Fotografía impecable. Bella.