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Arroz amargo

Drama Perseguida por la policía, la cómplice de un ladrón se une a un grupo de jornaleras que se dirigen a las plantaciones de arroz del valle del Po. Una vez allí, se reúne con ella su amante que proyecta apoderarse, con la ayuda de unos amigos, de la cosecha. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
23 de enero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la película de Giuseppe de Sanctis, arroz amargo, habría que cambiarle el nombre por arroz caliente muy caliente, o algún título que pusiera en evidencia que detrás de la crítica social que revela la película, se esconde el erotismo más desenfrenado que ofrece Silva Mangano, una esclavizada arrocera que trabaja con el sudor de su frente para poder encontrar algo que llevarse a la boca. El caso es que el director nos muestra a la actriz siempre en posiciones provocativas o enseñando lo que vulgarmente llamaríamos un buen muslo o pechuga. Da igual que para ello el director tenga que sacrificar parte de la lógica de la película, como es el hecho de que tanto en la actriz Silva Mangano como en Doris Dowling nunca veamos las consecuencias físicas de una dura jornada de trabajo, es decir, por mucho que la recogida de arroz deba ser un trabajo cuanto menos fanganoso y duro, a ellas dos nunca las vemos ni sudar ni mancharse, y posteriormente en las secuencias del hostal donde se acoge a las jornaleras, las vemos a las dos luciendo un magnífico pelo brillante y suave.

Pero más allá de estas contradicciones, Arroz amargo es una película que refleja muy bien la ideología marxista de su director, Giuseppe de Sanctis. La película se adentra en la vida de la recogida de arroz de unas pobres jornaleras venidas de toda Italia que tienen que trabajar duramente y en condiciones pésimas durante los cuarenta días en los que se produce esta recogida de arroz. La trama principal nos presenta la vida de dos de ellas, una interpretada por Silva Mangano, y que representa a una parte de esta clase social que ya está cansada de las duras condiciones impuestas y que por tanto decidirá prosperar de manera poco ilícita, mientras que Doris Dawling es una figura que viene del crimen pero que por tratar de ocultar su botín se verá inmiscuida en el trabajo de arrocera. El mensaje final del director con esta protagonista es bastante evidente: El trabajo enriquece y ayuda crear consciencia de clase. Si en un principio el personaje de Dawling sólo mira por sus propios intereses, poco a poco se irá dando cuenta de las pesadas cargas a las que se ven sujetas sus compañeras, para finalmente llegar a sentirse una miembro más del grupo. Y eso que Dawling es de los pocos personajes que teóricamente ha vivido más allá de la pobreza (cuando trabajaba dentro del crimen, robando joyas) pero ella acabará escogiendo el sudor sacrificado, porque como ella misma acabará reflexionando: Sólo aquí he conocido la felicidad.

Arroz amargo hace pues una buena radiografía de la esclavitud laboral de los años cincuenta en Italia, en este ámbito rural, y cogiendo de protagonistas a un sector ampliamente discriminado por el mundo del cine, como son las mujeres. También de Sanctis volvería a trabajar una película parecida con Roma a las 11(1952) donde nos muestra la competividad laboral entre doscientas secretarias que luchan entre ellas por conseguir uno de los cinco puestos que se ofrecen. Esta misma lucha entre las propias trabajadoras con tal de satisfacer al amo, ya aparece en nuestra Arroz amargo, cuando Doris Dawling (que aún en esta secuencia vela por sus intereses personales) encabeza una revuelta con tal de que a las jornaleras sin contrato se les ofrezcan las mismas posibilidades que a las trabajadoras que ya disponen de uno. En un principio luchan por ver cuál de los dos grupos es más competitivo, pero Giuseppe de Sanctis nos mostrará el error de esta iniciativa, que sólo conducirá a la lucha entre los mismos grupos sociales. A cambio de esto, de Sanctis les ofrece una respuesta bastante lógica, que aún a día de hoy resulta poco frecuente: O se unen todas las trabajadoras y el capataz hace un contrato a las ilegales o se marcharán todas dejando la cosecha sin recoger. Efectivamente, esta treta acaba funcionando.

También la vida del día a día queda magníficamente reflejada. Arroz amargo es una película que consigue muy bien ambientar el argumento y la propuesta con lo que el espectador está viendo. Desde la vida en común de las jornaleras, que duermen todas bajo el mismo techo, hasta las pocas fiestas populares de las que pueden gozar. Es decir, desde los detalles más brillantes de la vida, hasta los más oscuros (que acostumbran a ser más).

Desgraciadamente la película sólo funciona cuando nos muestra estas secuencias de lucha social, o detalles de la vida cotidiana de las arroceras. Cuando la película gira hacía el thriller o la acción, la película definitivamente pierde enteros. Sólo hay que ver la triste resolución final con la que termina la película. Sanctis no dirige bien en las secuencias más arriesgadas y tampoco sabe muy bien como acabar concluyendo la película. Los tiroteos finales parece que hasta estén mal diseñados en raccord, porque los dos grupos parecen no disparar hacía el mismo objetivo y la puesta en escena que nos plantea el director no casa mucho con lo que intuye el espectador.

Aunque hay que decir que De Sanctis ofrece una buena dirección en términos generales. Algún plano sobresale por encima de los demás, como la casi panorámica que nos ofrece en dos momentos de la película: la primera vez, cuando se nos presenta todo el cargamento de gente y de jornaleras que se adentra en la estación para llegar al arrozal, y por segunda vez cuando se nos muestra a estas trabajando duramente en la plantación.

http://neokunst.wordpress.com/2014/01/23/arroz-amargo-1949/
Kyrios
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29 de julio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nadie duda de que esta película es un clásico. Sólo la presencia inolvidable de Silvana Mangano, eternizada para siempre en este film, inflama aún el corazón de toda una generación ya geriátrica y, en su momento, famélica de varias y variopintas hambres atrasadas.Película más emblemática que buena, irregular y deslavazada, a ratos genial -todas las escenas en los campos de arroz-, a ratos mediocre -la simplona trama, los personajes de trazo grueso, el melodrama noir periclitado, las patateras interpretaciones o esa inexplicable tendencia al grito en el cine italiano de postguerra- goza sin embargo de una indiscutible simpatía muy masculina y de una crítica tan favorable frente a la que uno no le queda sino retirarse muy quedo y saludar amablemente al respetable público.
Gould
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8 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fantástico cuarteto interpretativo para un drama neorrealista con tintes de cine negro y policiaco cuya trama te envuelve desde el principio. La simple presencia de Silvana Mangano ya la haría icónica, pero es mucho más. Cruda, desgarradora e impactante para su época. Una imprescindible del cine europeo
Ozonero
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7 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director italiano Giuseppe De Santis combina en Riso amaro (1949) la tendencia expresiva del cine italiano con el tono noir que caracteriza a tantos films hollywoodenses de la época. Vittorio Gassman, Silvana Mangano y Doris Dowling se destacan en el elenco.

Por Nicolás Bianchi

En Riso amaro (1949), la película más destacada dentro de la filmografía de Giuseppe De Santis, se pueden advertir una multiplicidad de elementos que componen una obra que cruza al cine europeo con Hollywood. Tal es así que el film fue nominado tanto en los Oscar de 1951 como en el festival de Cannes de 1949. Desde su concepción conceptual hasta su elenco tienen integrantes de los dos grandes polos de producción cinematográfica occidental.

La película abre con una escena enorme, por sus grandes planos generales y la cantidad de actores involucrados, en la que cientos de mujeres se aprestan a tomar distintos trenes para trabajar en la temporada de siembra y cosecha del arroz, en las planicies inundadas del Piamonte italiano. Son campesinas u obreras que apuntan a conseguir un sustento extra mediante jornadas de trabajo extenuante.

El primer elemento destacable de Riso amaro es la denuncia social que supone el neorrealismo italiano de posguerra. En un país en proceso de reconstrucción las mujeres jóvenes deben emplearse en trabajos agrícolas que ni siquiera tienen una paga monetaria. Las arroceras conviven con el hambre y la miseria cotidianamente, por lo que son atraídas con la paga de un kilo de arroz por día trabajado. La labor es durísima y está comprendida por larguísimas jornadas en la que las jóvenes trabajan descalzas y con el agua hasta los muslos, arqueadas en las piletas inundadas artificialmente donde se produce el grano.

La precariedad de la vida material se advierte durante todo el largometraje. En principio Francesca (Doris Dowling) y Walter (Vittorio Gassman) son cómplices en el robo de un collar muy valioso por lo que se encuentran huyendo de la policía. La escapada los lleva a abordar uno de los trenes que conducen a los arrozales. Allí Francesca conoce a Silvana (Silvana Mangano), una alegre y muy sensual joven que, cuando consigue el tiempo para hacerlo, baila al son del boogie woogie que sale de su tocadiscos portátil. Los elementos de Hollywood e Italia están mezclados desde un principio. El perfil anguloso de Dowling se muestra junto a la exuberancia de Mangano.

En toda la primera secuencia se advierte un paralelismo entre las mujeres que ahora van a yugar a los arrozales con los soldados que antes iban a la guerra. De hecho, durante los 40 días de labores, las mujeres van a ser alojadas en una barraca que un grupo de militares estaba ocupando mientras realizaba ejercicios de entrenamientos. Marco (Raf Vallone), el cuarto personaje de relevancia, es un general que está por ser licenciado pero permanece en los alrededores del latifundio en el que trabajan las jóvenes.

La ficción realista con carga social se combina con un thriller noir a partir de que el cuarteto de personajes centrales se ve inmiscuido, algunos como perpetradores y otros como denunciantes, de un golpe que se prepara en la estancia. Walter planea robar parte de la cosecha, todo lo que pueda. La riqueza permanece como algo lejano e inalcanzable para los personajes durante toda la película. El trabajo de las mujeres es controlado por un grupo de capataces. Los militares tienen una presencia alrededor de los campos. Ni la riqueza ni los poderosos aparecen en el film. Hay grupos de campesinas que se enfrentan entre ellas porque algunas tienen contrato y otras no. Las que no están formalmente tomadas, como Francesca, trabajan más rápido para ser aceptadas. En contrapartida las arroceras “en blanco” enfurecen. El sistema de contrataciones está regenteado por unos personajes mafiosos de baja estofa que luego se apropian de una parte del salario.

De Santis utiliza una gran cantidad de planos medios para tomar a sus personajes. La cámara los busca y se posa sobre ellos durante unos instantes antes de que la acción continúe su desarrollo. Hay miradas y expresiones que se producen para agregar clima a las palabras que luego se van a decir. Los planos generales en la estación de tren y en los arrozales le dan una dimensión más amplia a la historia. Lo que se cuenta es algo que afecta a masas de mujeres y hombres. La película está ubicada temporalmente en 1948, o sea en el presente de la producción, y fue filmada en escenarios reales en la zona del Piamonte, que hoy en día continúa siendo una de los centros de producción de arroz en Europa.
El Golo Cine
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17 de febrero de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película entrañable con fuerza, pasión, con toques de sexualidad, dura, real, sencilla, épica, una película la cual nos central la la supervivencia después de la guerra y nos relata las relaciones humanas y la dureza de una sociedad en decadencia, un riguroso blanco y negro con una protagonista que nos ofrece un papel rebelde, emotivo, con carácter, una película maravillosa del cine del neo realismo donde los normal y común se convierte en extraordinario y las historias pequeñas se vuelven en leyendas, lejos de los presupuestos de las grandes superproducciones. Cuando el espectador ve esta película queda atrapado en un mundo sencillo pero a la vez muy duro, donde la belleza y la humildad están muy presentes y el horror de la guerra el hambre y la muerte están al orden del día, un clásico digno de ser recordado una obra maestra .
Sebastián
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