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Becket

Drama Inglaterra, siglo XII. Drama histórico en el que se narran los enfrentamientos entre Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra, y Thomas Becket, que llegó a ser canciller y después arzobispo de Canterbury (desde 1162). Las desavenencias entre ambos comienzan cuando en 1164 (Constitución de Clarendon) el rey lleva a cabo una reforma del sistema judicial que reduce substancialmente las prerrogativas de la Iglesia.(FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
26 de junio de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película magnífica, basada en una obra de teatro de Jean Anouilh, en torno a la tormentosa amistad entre Thomas Becket, arzobispo de Canterbury, y Enrique II, rey de Inglaterra. Interpretación de calidad e imágenes excepcionalmente buenas rodadas fuera del estudio en Inglaterra. Edward Anha obtuvo el Oscar por el guión.
Juan Marey
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9 de junio de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La existencia de Thomas Becket en el siglo XII, amigo y canciller del rey Henry II, a quien éste designó más tarde arzobispo de Canterbury, le sirve al productor Hal Wallis (Casablanca, 1943; Valor de ley, 1969), interesado en la Historia británica, producir para la Paramount una obra grandiosa, de la mano de Peter Glenville, especialista en grandes montajes escénicos, a partir de una obra del francés Jean Anouilh. Inteligentes diálogos y una sobria puesta en escena presiden este mano a mano impresionante entre Richard Burton (Becket) y Peter O´Toole (quien casualmente volvería a hacer el mismo personaje, Henry II en “El león en invierno” de 1968). El drama histórico de Becket había sido representado con éxito anteriormente en Broadway, siendo Laurence Olivier (Becket) y Anthony Quinn (Henry II).

El film, con guión adaptado por Edward Anhalt (el único Oscar que tiene la película, de 12 nominaciones), plantea abiertamente una reflexión en torno a los límites del poder, la tentación absolutista y la necesidad de clarificación y de delimitación de los poderes eclesial y político. Sin preocuparse en demasía por ocultar su origen teatral, la cinta se inscribe de lleno en esa tradición británica del cine histórico que tantos títulos reseñables dará en los años siguientes (Un hombre para la eternidad, 1966; Cromwell, 1970), tradición caracterizada por ese respeto a la fuente escénica, por esos diálogos brillantes y rebosantes de ironía, con una perfecta dicción verbal (recomiendo VOSE), por una irreprochable profesionalidad y una realización pulcra, de una belleza formal, sobria y academicista.

Narrada en un extenso “flashback”, conoceremos la influencia de Becket, un leal y fiel sirviente sajón del rey Hery II de Inglaterra, amigos inseparables de correrías alcohólicas y mujeriegas, que provoca recelos en la nobleza dominante, los normandos y mantiene una larga disputa por un viejo conflicto entre la Iglesia y el Estado. Becket, inflexible seguidor de las directrices de Roma, es nombrado por el rey arzobispo de Canterbury, en un intento estratégico de alterar la situación. Pero el nuevo arzobispo que antes se sentía vacío ha encontrado en Dios, la luz interior y se seguirá oponiendo con todas sus fuerzas a los deseos del monarca de poner coto al incremento del poder papal en Inglaterra.

El film va adquiriendo progresivamente tintes sombríos que tienen su mejor y más intenso refuerzo en los severos decorados de palacios y lúgubres templos cuya atmósfera se intuye irrespirable. Glenville se toma su tiempo para contraponer el carácter de ambos personajes, sin descuidar por ello la importancia del fondo compuesto por los barones normandos, la familia real que el rey detesta y el clero. Becket, de origen sajón, es sutil, profundo, frío y reflexivo, mientras se cuestiona el sentido del honor, en tanto que Henry es impulsivo, iracundo y por tanto dado a la ofensa verbal. La atracción que el rey siente por Becket tiene un fondo homosexual nada oculto en la obra. Una película fascinante en cada visionado, CINE CON MAYÚSCULAS.
Antonio Morales
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27 de julio de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un drama centrado en la amistad de dos hombres hasta límites obsesivos. Thomas Becket es presentado como la única relación sana que mantiene el monarca inglés Enrique II, un hombre autoritario, arisco, estrafalario y presionado en todos los frentes (el pueblo, la iglesia, su propia familia, etc).

La cinta centra su principal atractivo en un duelo interpretativo de primero. Richard Burton enfoca con profesionalidad y solvencia la disyuntiva de un hombre que debe elegir ser fiel al hombre que le consiguió el cargo o mostrarse digno de ese gran honor. Becket es una figura extraña y muy interesante, que a buen seguro suscitará la atención del público.

En el otro lado, Peter O´Toole realiza una interpretación maravillosa como Enrique II, con unos diálogos dignos de ser visto en versión original, con una facilidad pasmosa para cambiar un estado de ánimo a otro, en otro ejemplo más de la inagotable fuente de riqueza que este maravilloso actor británico, uno de los grandes de siempre.

Además de una buena obra histórica, trata un tema no muy conocido, lo cual hace que resulte aún más atractivo. Peter Glenville dirige con encantadora corrección y discrepción inglesa, bien acompañado por una maravillosa banda sonora.

Una pequeña joya de 1964, no siempre valorada en su justa medida.
El Libanés
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20 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que Thomas Moro supuso un quebradero de cabeza para Enrique VIII por su obstinación en no darle la razón en el conflicto matrimonial entre éste con Catalina de Aragón y el Papa, siglos antes también en Inglaterra hubo otros tocayos de aquéllos - en este caso, Thomas Becket y Enrique II - donde el poder real también fue cuestionado por un hombre de la Iglesia Católica. Esta película trata de reflejar la tortuosa relación afecto-odio que ambos se profesaron y las consecuencias de la desobediencia de Becket. Históricamente se le puede reprochar tan sólo la introducción de algunas escenas que podrían haber sido suprimidas perfectamente, pero cinematográficamente hablando resulta larga y pesada, con un metraje excesivo en mi opinión. Es por ello que la califico únicamente como interesante y pienso que está muy sobrevalorada.
Sin embargo, no se puede decir lo mismo de la actuación de los protagonistas. Tanto Richard Burton como Peter O' Toole realizan unas interpretaciones antológicas, casi con tintes shakesperianos en esos soliloquios que muestran su ideología y perfil psicológico. El clérigo, pasando de ser defensor a ultranza del libertinaje de su Príncipe (siendo el único que lo llama así, lo cual manifiesta su cercanía, confianza y amistad con él), sin que le importe que lo llamen traidor, a darse cuenta de que no todo vale, ni siquiera para el Monarca. Éste, por su parte, como un auténtico déspota absolutista que no admite que nadie le contradiga.
Por último, y a modo de anécdota, como muchos recordaréis la sinopsis de "Los pilares de la tierra" (Ken Follett) dice que la novela comienza con el ajusticiamiento de un inocente y termina con la humillación de un Rey. Pues bien, sin revelar el final y pese a que la historia ya esté escrita, ese Rey humillado no es otro que el Enrique II de "Becket". Aunque hay que ver la película o documentarse para saber por qué un Monarca de su pensamiento cedió a algo tan mundano y terrenal.
Mi nota: 6,4
Luis Miguel
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21 de mayo de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bonita película con dos actores enormes. Peter O’Toole estaba en todo su apogeo, viniendo de hacer una de las grandes obras del cine mundial: “Lawrence of Arabia”. En un papel muy diferente, el de este rey caprichoso, defiende el papel y lo ensalza.

Richard Burton no le va a la zaga. Un tipo con gancho, sin lugar a dudas, ya sea por su voz, su mirada, su pose…, un magnetismo descarado, huérfano de toda duda.

En cuanto a los escenarios elegidos: los castillos de Bamburgh y de Alnwick, absolutamente fidedignos al tiempo de narración: la Edad Media. Esta gran dedicación del autor ha hecho que la película sea respetada por el tiempo de una manera mágica. Desconozco si el principio y el final están rodados en Canterbury, ya que no he podido contrastar el dato.

La película tiene un claro tinte homosexual, en ese amor loco que tenía Henry II por Thomas Becket, del que sin duda quedó seducido por su alta inteligencia, a pesar de ser Sajón, y ser sospechoso de posible enemigo normando.

Por último, precioso el trato de la lluvia que hay en esta película. Hace poco visioné con gran agrado la serie “Downton Abbey”, rodada en UK, ambientada en la Inglaterra de principios del siglo XX, donde todos los planos exteriores siempre eran soleados. Esa profanación de la realidad, una Inglaterra lluviosa e inestable, me irritó. A la vez que me engancha en esta película, “Becket”, que aunque quizá algo más larga de lo que debería, hecha con muy buen gusto.
CHIRU
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