Comanchería

Un western moderno de tono crepuscular conducido con gran maestría por el director David Mackenzie. La trama está planteada de manera sencilla, como si fuera únicamente una cinta sobre delincuentes que roban bancos y policías que buscan capturarlos, pero bajo la aparente cubierta de simple historia de "el gato detrás del ratón" se esconde un mensaje mucho más profundo y actual. La cinta es un acertado retrato sobre el resquebrajamiento de familias completas por la crisis y los problemas económicos, sobre una sociedad deprimida en la América profunda, sobre la falta de soluciones y esperanzas que llevan a la deseperación, todo ello acompañado por una perfecta ambientación del Texas mas rural y apartado. "Comanchería" es, sobre todo, la historia de un padre de familia que se ve abocado a la delincuencia junto a su hermano para salvar lo poco que le queda, ya no por él, sino por su familia a la que desea ofrecer un mejor futuro, ante aquellos que hacen todas las triquiñuelas de las que son conocedores para arrebatárselo demostrando no tener conciencia, el hombre que en un entorno hostil, casi desolado, busca resarcirse en lo moral.

El film es intenso, dinámico, la historia atrae desde el minuto uno, desprende madurez y genera interés en todo momento. Aquí el paisaje forma un todo-uno con los personajes, cada plano constituye por sí solo una obra de arte que, acompañada por una melancólica música country, hace que te introduzcas todavía más en la narrativa, que quedes en cierto modo hipnotizado.

Chris Pine realiza la interpretación más serie y madura que le recuerdo hasta la fecha para un papel que no parecía, en un principio, nada sencillo. Pero en cuanto a nivel interpretativo se refiere, el que está sublime, sin duda alguna, es ese actorazo llamado Jeff Bridges, retratando un personaje malhablado, hosco y cínico que resulta un auténtico disfrute en los momentos que sale en pantalla. El destino de los personajes está conducido con gran inteligencia y solvencia, y los diálogos son fenomenales, algunos te quedan grabados en el acto.

Propuesta imprescindible de ver dentro de su género.

El planteamiento que nos propone este argumento es tan rico en temas, ideas, tonos y ambientes que sólo una mala interpretación, un mal guión y una mala dirección podrían haber echado por tierra esta película. Afortunadamente, no sucedió así: el reparto es muy competente, el guión es acertado, y la dirección es inteligente. Como resultado, "Comanchería" emerge como un emocionante y sólido largometraje, que describe un mundo muy local -el norte de Texas, entre el Llano Estacado y el límite con Oklahoma- que es al mismo tiempo muy universal, y que, al mismo tiempo, se diría nacido de la evolución de otras muchas películas estadounidenses anteriores, sin dejar de ser, pese a ello, bastante original, y, sobre todo, muy personal.

La descripción de un universo empobrecido por la reciente crisis económica da pie a un "neo-western" en el que se hace explícita una serena nostalgia por el Oeste de vaqueros, cuatreros e indios, éstos representados por los comanches a los que alude el hermoso título que tiene este film en España. Es un "neo-western" algo crepuscular en el que lo crepuscular no surge de ninguna impostura o imitación sino de la más honesta desesperación, y de la más lúcida visión del mundo, que lleva a cierto humor retorcido, casi negro a veces. Por otro lado, la relación entre los Hermanos Howard recuerda un poco a otra película anterior con Chris Pine, "Infectados" (Carriers, 2009), de David y Àlex Pastor. La familia, la crisis económica y la crisis de la familia, así como el Oeste, en su presente y su pasado, se imbrican perfectamente en un "thriller" sumamente convincente. Jeff Bridges, en el papel de un veterano "ranger" que no ahorra en comentarios racistas y políticamente incorrectos, encarna a una Justicia que, como en las buenas películas, va mucho más allá de la Ley.

Solo un director europeo podía llevar a cabo este film arriesgado, duro, honesto,sarcástico y, a a la vez, fiel reflejo del alma sureña de los USA. Se basa en un guión del genial actor, director y guionista Taylor Sheridan, el cual se inspira en notas autobiográficas.
Se trata de un neowestern ambientando en la Texas contemporánea, crítico con la banca y con la sociedad individualista, consumista, racista y violenta que parece defender Trump.

Un gran filme, profundamente humano y dotado de una narración ágil y dinámica.

Planteando ésta película del escocés David Mackenzie como una revisitación moderna del “western” clásico no sería caer en ningun error por una razón principal; tenemos a unos personajes opuestos, policías y ladrones, en lo que pretende ser un juego del gato y el ratón en unas carreteras tan aburridas como las que se pueden encontrar en Texas, estado tradicionalmente republicano donde todo lo que suene a vaquero, bancos en edificios de ladrillo de obra vista y porches en ranchos destartalados, es un hecho y razón de ser.

Innegablemente se trata de un “western” donde los caballos son reemplazados por coches y los cowboys por rangers de Texas. Y es el veterano sheriff Marcus Hamilton (Jeff Bridges) junto con su ayudante Alberto (Gil Birmingham), medio mexicano y medio indio que investigan la sucesión de unos pequeños pero violentos atracos a bancos perpetrados por dos hermanos (interpretados por Chris Pine y Ben Foster) en su pugna, precisamente con el banco, para salvar su hogar.

Crítica social añadida a una creciente trama propia de un thriller de alta tensión. Lo mejor de todo un Jeff Bridges que no pierde formas ni composturas interpretando a ese agwnte de la policía tejana, con sentimiento, espíritu autocrítico y la suficiente audacia como para saber que quién persigue está fuera de la Ley por algún motivo de peso.

Película interesante y con estupenda atmósfera tejana que nos muestra cómo juegan al gato y el ratón unos atracadores y los agentes de la ley que tratan de darles caza. Hasta ahí no hay nada que la haga especial. Pero es que el agente es un Jeff Bridges que está inmenso y la historia está llena de matices que la hacen atípica, la dotan de profundidad y nos hacen empatizar con ambos bandos a partes iguales, aunque sea por aquello de que "quien roba a un ladrón..."