Las bicicletas son para el verano

Por más que algunos se empeñen en encasillar al cine español con películas de la Guerra Civil, hay varias del género que merecen la pena. Posiblemente una de las mejores por su realismo sea "Las bicicletas son para el verano". No sólo porque se aprecia, especialmente en la elaboración de los diálogos, la genialidad de su autor teatral - el recientemente desaparecido Fernando Fernán Gómez -, sino porque afronta la perspectiva de quienes sufrieron la contienda. Por ello la película comienza más como una comedia (que podría parecer a la vista del reparto, incluida la presentación en el cine de Gabino Diego) y deriva más tarde hacia el drama. El drama de unos civiles asolados por el hambre y la miseria, que se olvidan poco a poco de lo que les parecía un sueño inalcanzable (la bicicleta de Luisito es un ejemplo) a cambio de obtener la ansiada paz, sin importarles quién obtenga la victoria.

Esta adaptación al cine de la obre de teatro de Fernando Fernán Gómez está muy lograda, muy fiel al original, con diálogos casi exactos y escenas llevadas de igual manera que en el teatro. Sin embargo, sigue siendo más emotiva en el teatro que en el cine, no sé si es que le quita algo de encanto, pero me gustó más en teatro.

Sobre la historia que trata, decir que evita bastante el tema político de la Guerra Civil, se centra más en la vida de la familia protagonista, todas las aventuras y desventuras en la preguerra y en la guerra. Se echa en falta un mayor trato al trasfondo político.

Por otra parte, la combinación del drama propio de la historia con pequeños y refrescantes toques de humor es muy acertado, hacen muy llevadera la historia y sientes una mayor empatía con los protagonistas. En definitiva, una gran peli, en algunos aspectos algo coja, pero que merece ser vista (y si pueden, véanla en el teatro)

Por lo general, todas las películas que tratan de contar una historia que ocurre en un espacio temporal muy largo, resultan inverosímiles. No hay forma dar veracidad a lo que estás viendo. No te haces a la idea de que de repente hayan pasado tres años. Ese es el principal problema de la película. Termina pareciendo más teatro que cine.
Viéndola pues, como obra de teatro, la película merece la pena. Aparte del buen trabajo de los actores la historia cautiva por lo que tiene de lección de historia, porque la guerra civil es un periodo digno de estudio y porque el efecto de una guerra entre la poblacion civil es algo que no se cuenta en los libros de texto. Terriblemente ácida y con una crudeza que no requiere de sangre ni de bombas.

Bonito relato de época sobre la España en tiempos de la Guerra Civil. Tiene un cierto aroma a teatro y seguro que para nostálgicos y cinéfilos en general constituye una pieza más que interesante por su capacidad para transportarnos a aquella convulsa época pretérita.

Resulta curioso ver a un jovencísimo Gabino Diego en el papel de Luisito, un inquieto adolescente con pasión por las chicas y la lectura, cuyo mayor deseo antes de estallar la guerra era conseguir una simple bicicleta con que poder seguir persiguiendo a las niñas, y a una bella y lozana Victoria Abril en el papel de una joven damisela (hermana de Luisito) con vocación por el, entonces mal visto, mundo de la farándula.

En términos generales podemos afirmar que se trata de un trabajo correcto, aunque algunos de los diálogos suenan un poco a estudiados y el acabado final deja también algo que desear. Agustín González, como siempre, lo borda. ¡Pero qué grande era ese actor!

Jaime Chávarri lleva al cine una obra de teatro de Fernando Fernán Gómez, en la que una familia de clase media-baja de Madrid se ve obligada a adaptarse a la vida en una ciudad sitiada por las tropas nacionalistas, con escasez, miedo y destrucción crecientes. Un padre, una madre, una hija y un hijo que ven sus cómodas y apacibles vidas drásticamente modificadas por culpa del estallido de una guerra fratricida que pone su mundo patas arriba y los sumerge en un ambiente cada vez más miserable y peligroso.
El origen teatral de la película se nota mucho (pocos exteriores, escenas largas en escenario único) pero no molesta en ningún momento. Es más, se consigue a mi juicio un buen equilibrio entre lo que pasa fuera y lo que pasa dentro del edificio. Además, el reparto resulta muy acertado. Todos los actores, en la medida de sus posibilidades, hacen una gran labor, destacando sobre todo al realista Agustín Jiménez y a su sufrida esposa Amparo Soler Leal.
Sin lugar a dudas, una muy buena película sobre la guerra civil vista desde el prisma de personas anónimas que merece la pena verse.