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Mi noche con Maud

Drama. Romance. Comedia Jean-Louis, un ingeniero católico de treinta años, descubre un día a la salida de misa a Françoise, una mujer rubia, y presiente que algún día se casará con ella, pero la pierde entre la multitud. Por otra parte, su viejo amigo Vidal, marxista convencido, lo lleva a casa de Maud, una bella divorciada. (FILMAFFINITY)
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
5 de enero de 2008
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película de Rohmer. Otra cosa es que guste o no. Si buscas héroes o villanos no veas está película. Si buscas giros argumentales de 180 grados y demás quebraderos de cabeza no veas esta película. Si buscas una película enrevesada super-mega-creíble, super-mega-coherente, super-mega-real y super-mega-fiel a la vida misma, mejor mírate un telediario. A ver si nos enteramos que lo que pretende Rohmer es diseccionar la condición humana a través de sus personajes, magistralmente perfilados. Ya sabemos que los diálogos esos no los tenemos constantemente y con esa fluidez. Resulta tan evidente que no sé como hay todavía gente que sigue criticando lo mismo. ¿Acaso nos creemos, igualmente, a John Wayne en sus westerns o a Neo en Matrix?

Como he dicho, personajes muy bien perfilados, donde cada uno defiende sus ideas y principios, y por supuesto, sus contradicciones. Como ya se ha dicho en otra críticas, película sumamente discursiva en la que hay que poner los cinco sentidos en los excelentes diálogos. Y a pesar de muchos, seguro que más de uno se siente identificado de alguna manera con alguno de los personajes, en mayor o menor medida.

Yo creo que mucha gente que critica a Rohmer, y por qué no, el resto de cine que no es de su agrado, confunden gusto personal con calidad. Es un mecanismo inconsciente de justificar sus propias carencias y lagunas estéticas. Yo, si fuera algunos, empezaría por definir que entiendo por cine...

Un saludo.
Autillo
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15 de mayo de 2015
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa historia de amores, azares y religión.
Al comienzo, amenaza con ser un mero intercambio de alta cultura, de ideas elevadas que no dicen nada y referencias privilegiadas muy estiradas; una especie de ensayo en el que los personajes serían tristes marionetas repitiendo sin gracia, como simples replicantes, el denso texto Rohmeriano; pero esta sensación de peligro (no tanto, ya que, aunque posiblemente fallido, también podría ser de interés ese intento especulativo) dura poco; en cuanto la bella Maud aparece y, sobre todo, empieza a jugar, seriamente, con el "tortuoso" Jean Louis desde su cama imperial, se produce ese milagro tan habitual, y tan difícil y escaso en el resto, en las películas de Rohmer; la fusión perfecta, ligera y sencilla, de lo más abstracto o intelectual con lo más vulgar y cotidiano; o de cómo toda la tradición cultural europea se ve traducida, representada a través de personajes creíbles, con sustancia, de carne y hueso, muy de verdad a pesar de todo (de tanta reflexión de campanillas), o quizás justo por eso (ya que se cuestionan constantemente a sí mismos, sus sentimientos y sus acciones, se hacen más humanos a fuerza de contradicciones, dudas, errores y debilidades, de pensarse y sentir).
Aquí la excusa, el punto de partida es Pascal, ese pensador y matemático francés del siglo diecisiete que es uno de los ejemplos más luminosos, complejos y ambiguos de lo que puede llegar a ser un cristiano, y que apostó en aquella confusa y lejana época por la opción más rígida y ascética, por la más literal y "rigorista", nada menos que por la jansenista, enfrentada a la de los jesuitas, más moderados y "posibilistas", más flexibles y comprensivos. Trintignant, si nos atenemos a su comportamiento, pertenecería más bien al segundo grupo. Y durante buena parte del argumento se le pregunta, cuestiona y zahiere al respecto de lo puramente religioso, por la supuesta incoherencia que supone su errática conducta, la que se da entre los principios religiosos y su deriva, por esa laxitud y relajo especialmente en lo tocante al asunto sentimental-sexual, ya que reconoce haber compartido vida y cama con mujeres sin haberse casado, tan gran pecado; y Maud se "escandaliza" ante esa, en teoría, hipocresía y falta de seriedad religiosa, o moral, ante su aparente y enorme frivolidad. Pero también se hace alusión a la disputa religiosa en otra vertiente; la duda entre el posible determinismo pesimista pascaliano según el cual somos culpables originalmente y estamos marcados irremediablemente, para bien o para mal, y una actitud más optimista y esperanzada que ve el azar como una puerta abierta, como una especie de señal que hay que aprovechar para dejarte llevar hacia lo que tú realmente eres o más deseas, y ahí Jean actúa, otra vez, de la segunda manera, mostrándose como un hábil, y atento, jugador; o quizás lo que elige es "la apuesta de Pascal", jugárselo todo a una carta que, aunque pueda no ser la más probable, suponga tan gran ganancia o triunfo tan alto que el precio no importe, lo mismo creer en Dios que perseguir un amor "improbable" por solo un encuentro casual.
Quizás la tesis principal de la historia sea en verdad la necesidad de adecuar los principios y mandatos, en este caso religioso católicos, a las circunstancias cambiantes de la vida, moldearlos, jugar con ellos, enriquecerlos e improvisar constantemente; lo cual no significa renunciar a nada ni caer en el extremo relativista, en el agnosticismo o el ateísmo. Y así actúa el protagonista, que, teniendo un objetivo claro (casarse y formar familia con una católica como él), es capaz de perseguir sus intereses sin cegarse, observando las actitudes y deseos de los demás, no siendo necio, transgrediendo ciertas normas y cayendo en ciertas debilidades y mentiras por un fin mayor, sabiendo que la vida no puede ser atacada, ni acatada, como un dogma intransigente, sino más bien como un campo abierto de posibilidades, disgustos y devaneos; compatible con no perder el sentido propio o la trascendencia espiritual.
Por lo tanto, por otros caminos, se llega al mismo lugar Rohmeriano de siempre, tan familiar y extraño, tan particular y democrático, ese terreno de nadie, y de todos, de infinita ambigüedad y calidez; sutil, amistoso, triste y conciliador finalmente; esa reflexión sobre el esfuerzo sin fin que implica tratar de incorporarnos, con nuestros pobres y limitados medios, a esa corriente general, la vida en verdad, que es la "historia" de sus geniales películas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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30 de noviembre de 2006
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta excelente película Rohmer nos obsequia una vez más con otro sutil análisis sobre las relaciones humanas. Y una vez más lo hace sin necesidad de recurrir a fuegos de artificio o truculentos giros dramáticos al estilo de Hollywood. Porque tales ardides no le hacen falta a Rohmer. A él le bastan tres o cuatro personajes (a veces intelectuales, y en todo caso gente muy "civilizada") interaccionando entre si en medio de unas pocas localizaciones. Con estos humildes elementos –y su implícita filosofía de “menos es más”- es (o era) capaz de parir una buena película detrás de otra. ¡Pero qué difícil de lograr esa maravillosa naturalidad y falta de énfasis, tanto en las interpretaciones como en los giros argumentales! En este sentido el cine de Rohmer se situaría en las antípodas, no solo del melodrama, sino también del cine truculento y videoclipero que domina las actuales multisalas.
Pues en Rohmer la sencillez y la sobriedad son normas de estilo. Observemos, por ejemplo, que Rohmer no emplea casi nunca un “travelling”. Tampoco un primer plano; sus personajes son casi siempre observados desde la objetividad y el respeto que proporcionan los planos medios y estáticos. Lo mismo sucede con el acompañamiento musical: prácticamente ausente, deja todo el protagonismo a los diálogos y sonidos de ambiente.
El único “pero” es la fotografía. Me consta que el operador de esta película, Nestor Almendros, fue uno de los mejores, además de un pionero en el empleo de un “look” visual naturalista. Sin embargo por alguna extraña razón la calidad fotográfica no solo de esta cinta, sino de las demás películas de Rohmer que han salido al mercado en formato DVD es bastante deficiente. En ellas la imagen aparece poco contrastada (también las que son en color) y con poca nitidez, como si hubieran sido rodadas en 16 mm e “hinchadas” después a 35 mm. Aunque por lo que tuve ocasión de leer en una entrevista con Nestor Almendros (incluida en el libro “Maestros de la luz”), al parecer sus películas de esta época fueron filmadas en el formato de 35 mm. Incluso “La Coleccionista”, primera colaboración de Rohmer con Almendros, fue filmada en ese formato, a pesar de que en los principios de su carrera –según confiesa él mismo- Almendros tenía una preferencia por el formato supuestamente “más libre” del 16 mm.
En fin, a pesar esta objeción, la película me ha encantado. Tritignant hace una gran interpretación, al igual que las dos estupendas actrices. Tenemos pues a unos actores en estado de gracia, al servicio de una aguda reflexión sobre los desencuentros y paradojas del amor (con entretenidas disertaciones filosóficas incluidas). Indudablemente una las mejores películas de Rohmer.
alex
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5 de noviembre de 2008
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
253/10(13/10/08) Film que trata de estudiar la naturaleza humana de varios personajes, sobre todo desde el punto de vista católico como del agnóstico. Tercero de los seis cuentos morales de Rohmer, se desarrolla a lo largo de unos días de invierno en la francesa ciudad de Clermont-Ferrand, un ingeniero, jesuita practicante (Jean-Louis Trintignant) que decide casarse con una estudiante, Françoise (Mariane-Christine Barrault), a la que ha visto en misa pero con la que nunca hablado. Se encuentra con un viejo amigo del colegio (Antoine Vitez), que en Nochebuena, después de la misa del gallo, le lleva a casa de Maud (Françoise Fabian), una inteligente e ingeniosa doctora divorciada, está reunión forma el núcleo del film. La cinta se nota austera en presupuesto, pero rica en diálogos sutiles, con una carga de profundidad brillante, nos enseña la visión de la vida de un católico tentado por una bella agnóstica, y de cómo sus afinidades les atraen y les repelen. La película está envuelta en un ambiente triste al que ayudan los exteriores fríos y nevados fotografiados maravillosamente por uno de los genios en la materia Nestor Almendros. Recomendable a los de films profundos y secos. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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14 de abril de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es, probablemente, la obra más admirada de Eric Rohmer. Está dentro de su estilo cotidiano, pero son quizás, la utilización del blanco y negro (inusual en su filmografía) y el tema de la religión lo que le dan un aire más serio a la cinta.
Como siempre, sus personajes están tratados a la perfección, tratando de buscar la identificación del espectador con alguno de ellos o, por lo menos, con alguno de sus comportamientos.
hpbordon
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