Los lioneses

Simpre me cuesta hacer la crítica de una película que me ha gustado. Y si encima, además de gustarme, sé que es una buena película es que me suelo quedar en blanco y no consigo empezar, así que muy probablemente esta crítica quedará un poco desangelada.

“Los lioneses” es lo más parecido a “El Padrino” (otra obra maestra absoluta) que he encontrado. Doscientos por cien cine negro, cine de mafiosos reales, hombres de honor a su manera, sin artificios, sin edulcorantes y sin conservantes; únicamente una historia, la de unos hombres hechos a sí mismos en el mundo del crimen, contada enlazando los pecados del presente con los pecados del pasado con la amistad y el honor como nexo de unión. En los rostros de los protagonistas (desconocidos para el gran público español) sin mover un solo músculo, se adivina la firme voluntad de llevarse por delante todo lo que se interponga en su camino, gente capaz de arriesgarlo todo, vida, sangre, posición, dinero o familia para pagar una deuda de honor o amistad. Tom Hagen llamaba a eso «ser siciliano» pero el director Olivier Marchal demuestra que es extensible a ser lionés.

Cruda y real como pocas veces he visto e igual de trepidante. Cada secuencia consigue acojonar, emocionar o sudar a voluntad de un guión que, argumentalmente tiene la consistencia del hormigón. Los continuos saltos en el tiempo no sólo están hilvanados con precisión para no perder el hilo sino que cada escena del pasado está colocada en el sitio adecuado para reforzar la acción presente. Dirección perfecta, fotografía de la campiña francesa que capta lo fácil que es desaparecer y lo solo que estás cuando te encuentran, atrezo impecable y acorde a los saltos temporales… pero lo que da el golpe de genio a la película son unas interpretaciones magistrales que captan la esencia de esa clase especial de criminal a la que dan vida, de gente que se rige por un código interno y unos valores que no siempre son lógicos.

Espectacular.

Puede dar la impresión que el realizador francés Olivier Marchal ha querido dar su propia versión de la mafia francesa, a través de una adaptación bastante libre de una autobiografia de Edgar "Momon" Vidal, uno de los cabecillas de lo que se denominó "el clan de los lyoneses", especializados en violentos atracos sobre todo en los años 70. Pero Marchal huye deliveradamente de similitudes con Scorsese, Coppola o Tarantino. En realidad su espejo lo tiene en su propia casa y quizás algúna influencia italiana ("Romanzo Criminale").

En realidad la historia está organizada en un doble "flashback" justo en el momento en que un maduro "Momon" (Gérard Lanvin) se ve metido en una encrucijada. Ya alejado de la violencia de la juventud y con una vida apacible junto a su mujer se ve empujado de nuevo a volver a la acción debido a su particular código de honor, para ayudar a uno de sus mejores amigos Serge Suttel (Tchéky Karyo).

El film recorre en paralelo la vida de ambos personajes saltando alternativamente de los orígenes al presente en el que Serge está metido en un buen lío de difícil salida. La figura de "Momon" Vidal se erige prácticamente desde el principio como la más destacada de la película, grácias sobre todo a la excelente composición de Lanvin, sin desmerecer el buen hacer del siempre convincente Tchéky Karyo, y la presencia de otro veterano como Daniel Duval. Lo cierto es que la presencia de estos tipos de apariencia dura, cuya vida se puede leer en los surcos de las arrugas de sus rostros es la que hace subir muchos enteros a la historia de Marchal. Mucho más que las vivencias de juventud (interpretadas por los jóvenes Dimitri Storoge y Olivier Chantreau y Nicholas Gereau), que nos sirven para ponernos en antecedentes pero que no consiguen una entidad propia como si lo consiguen los actores maduros.

A nivel estilístico Marchal también realiza dos películas, con coloridos muy diferentes según si está narrando los hechos de los 70 o los más actuales. También hay que destacar su buena planificación a la hora de exponer las partes más violentas del film, huyendo de la espectacularidad y buscando más bien la contundencia y la efectividad que no recrearse en ella. Es cierto que la mayor parte del film retrata la vida de una banda criminal, pero Marchal la dota de cierta ambiguedad, tratando de exaltar unos valores que aunque no se dice explicitamente, sabemos que ya han pasado de moda, incluso el propio "Momon" es consciente de ello pero no puede evitarlo.

Evitando las odiosas comparaciones Marchal consigue configurar el retrato de una amistad, a la "antigua", en un ejercicio retro totalmente asumido del que sale bastante bien parado.

De Oliver Marchal ya habia visto MR83 (2008) y Asuntos Pendientes (2004). Un Film con muchos momentos de alto nivel de cine pero para mí con exceso de flash-back, mucha violencia de la buena y excelente en todos los aspecto ambientación, vestuario,fotografía… los actores que dan vida al protagonista tanto Gérard Larvin como Dimitri Storoge la dan una fuerza descomunal a la película.

Excelente film noir francés, que retoma al camino emprendido por el polar "del país vecino, como diría Rafa Nadal".
Una película muy entretenida, con la violencia que debe tener y no más, un ritmo sostenido, interpretaciones brillantes, tanto de los actores maduros como de los más jóvenes, y una dirección inteligente de Olivier Marchal, que ya se erige, en lo que a mí respecta, como el mejor director galo en este género.
Una preciosa historia de amistad, de lealtad, llena de flash-backs que en nada molestan y deja un inmejorable sabor de boca.
Una muy agradable sorpresa.

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Este potente thriller de aliento tragico y rabia contenida, trata de un tema tan ambiguo como la amistad y lo que ello conlleva.Asimismo aparecen el racismo, el deber y el conflicto social, todo ello a través de un variopinto grupo de personajes arraigados al más puro cine negro de los cincuenta, pero vistos bajo un prisma más cercano y emotivo.
El peso del film, lo arrastra un extraordinario Gerard Lanvin, delincuente retirado, atractivo y cargado de recuerdos que se traslucen en su rostro duro y cansado, que se adueña de cada plano con solo esa mirada que certifica la huella de una vida pasada.
El gran acierto de Les Lyonnais radica en su elaborada traslación de esa banda de atracadores que atemorizaron Francia en la decada de los setenta, sin hacer hincapié en la conversion de buenos y malos,dejando al espectador libre de pensamientos.
El film está esplendidamente resuelto,filmado con excelencia,con la seguridad que dan los años,con aplomo en las escenas intimistas y nervio en las de acción,donde se demuestra que no solo en hollywood se producen notables películas de genero.
Desde el primer plano hasta el bello momento final Les Lyonnais se confirma como un excelente paso adelante, de un cineasta que parecía titubear en sus trabajos anteriores y demuestra haber alcanzado una estupenda madurez, que esperemos continue en sus siguientes trabajos.