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Vivir su vida

Drama Nana (Anna Karina) es una joven veinteañera de provincias que abandona a su marido y a su hijo para intentar iniciar una carrera como actriz en París. Sin dinero, para financiar su nueva vida comienza a trabajar en una tienda de discos en la que no gana mucho dinero. Al no poder pagar el alquiler, su casera la echa de casa, motivo por el que Nana decide ejercer la prostitución. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
11 de febrero de 2015
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
A diario sucede que no encontramos explicación a muchos hechos que pasan por delante de nuestros ojos. Hasta que un alma razonable no levanta la mano, pide la palabra y nos presenta su descripción de esas cosas raras, hechos indeterminados, no nos es posible (para algunos) entender la realidad que nos rodea. Lo incomprensible, lo ininteligible, lo indescifrable, es bello para muchos. Mi enhorabuena a todos aquellos que disfrutan con el cine de Tarkovski por ejemplo, a los que disfrutaron con Joyce y a los que se ponen delante de un cuadro abstracto y flipan. Yo con Godard no puedo pasármelo bien y sin embargo, aunque eso no hace elevar mi nota sobre "Vivir su vida", me encanta leer las interpretaciones de aquellos que sí han entendido la película. Y además de descifrarla entiendo que se deleitaron viéndola. Yo no puedo.

Lo que más me gusta es la chica, Anna Karina de nombre, que a mí me recuerda físicamente a la Amélie de Jeunet. Esta afirmación debe ser ofensiva para los seguidores de Godard, qué le voy a hacer, escribir mejores cosas es imposible. Uno de los capítulos se nos presenta como algo así: "ella filosofa sin saber que filosofa..." Lo cual indica que Godard sí sabe filosofar porque sabe lo que ella sí hace. Esa etiqueta, esa presentación, me ha mosqueado: cuidado, avisaos estáis, vamos a filosofar, nada menos que sobre el silencio, la verdad, el amor, el lenguaje... Ahí es nada. Así que lo mismo nos presenta lo más jodido de la vida, la existencia de una puta, como se nos pone a filosofar.

Sólo se me ocurre decir para acabar que de vez en cuando vuelvo a Godard. Y seguiré volviendo. Y seguiré aburriéndome. Y seguiré sin encontrarle alma a sus películas. Y seguiré decepcionado. Eso sí, lo mejor es que seguiré quedando satisfecho y encantado con los comentarios de quienes sí lo disfrutan.
Luisito
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3 de julio de 2010
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Godard nos propone un interesante ejercicio intelectual, en esta deslumbrante película en la que todo es perfecto. Se trata de enfocar la mirada en la vida de la joven y bella Nana, sin esperar las convenciones típicas del cine. Es la vida de Nana, y en su vida (en la nuestra), no existe el clímax ni el orden. Las situaciones se despliegan sin hacer caso a bloques "temáticos" de introducción, nudo y desenlace, que supondrían un modo prefijado de mirar la película.
Se trata de que el espectador decida el clímax. Que sea la propia existencia de Nana, una vez ha sido descodificada por nuestro cerebro, la que despierte capacidades innatas en el espectador para relacionar núcleos de contenido que, en el film, se nos presentan a modo de capítulos.
Es una delicia prestar atención al subtexto introductorio de cada capítulo y descubrir así, por ejemplo, que Nana se pregunta si es feliz mientras baila, zalamera, para tres hombres en un bar (¿O baila quizá, esa "tonta" melodía, para impedir que afloren horribles pensamientos sobre su vida? Para cortar, con la tijera de la danza y lo superficial, el pensamiento circular; el tiovivo al que permanece atornillada).
Pero no sólo de puentes construídos por el espectador entre texto e imagen se alimenta "Vivre sa vie". Nana acude al cine para ver "Juana de Arco", y llora, rompiendo de este modo la imagen superficial y caprichosa que nos ofrece al principio: "Me quiero morir".
Sin duda, es digna de mención, la conversación que entabla con un desconocido en un bar, donde la protagonista, filosofa sin saberlo. Esta conversación construye, en mi opinión, el único "elemento-convención-cinematográfica" que existe en la película. Aunque poderosamente perfilado y magníficamente escrito: Porthos, el mosquetero bobo, decide pensar por primera vez en su vida, aunque quizá demasiado tarde.
Nana, llega al metraje final transfigurada en mosquetera, pues decide por vez primera, tomar las riendas de su existencia.
Quizá no es cierto aquel refrán que rezaba: "Más vale tarde que nunca". En el caso de Nana podría atreverme a invertirlo, y lo haré: "Más vale nunca que tarde". ¡Swing, swing, swing!
RegyRay
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10 de abril de 2009
21 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Doce momentos, doce suspiros que se convierten en acontecimientos.

Luz, rayos luminosos que se separan de Nana a cada movimiento. Un pequeño derroche a cada parpadeo. Una sonrisa que dice más sin palabras que frente a un cigarro.

Una sencilla señorita y un complejo mundo. Tal vez una enrevesada mujer que tiene a sus pies una percepción de lo que en realidad se mueve a su alrededor.

Ahoga con silencios la música cuando exiges más. Analiza un gesto durante segundos eternos y disfruta de una voz que te dice sus verdades y escucha sus dudas. Sigue con la mirada esas líneas que con letra clara y limpia te van a mostrar quien quiere comprender, compartir, conservar una vida que todavía se debe formar.

Doce secuencias, en cada una de ellas un instante inolvidable, puede ser una conversación, tal vez un baile, quizás solamente sean esas miradas y el tono de su voz.

Porque por y para ella está creada esa vida, sólo tiene que seguirla para vislumbrar hacia donde le lleva. La emoción seguirá desde dentro y desde fuera y la poesía se escribirá con imágenes para siempre.

"Dices que me quieres, pero no me consideras alguien especial. Casi no te quiero ya, pero te considero especial aún."

Aunque sea el reflejo de un espejo quien dice esto, nunca pareció tan cierto e incomprensible que un par de frases formaran un amor incondicional por lo que todavía no se conoce.

Por el continuo movimiento de la película que asaltaba la mirada, por la marcada presencia de la muchacha que influía en la percepción, por las flameantes palabras que rozaban los oídos. Simplemente por la forma de sentir todo lo que se aferraba a la pantalla y que de forma directa afectaba, con lentitud y profundidad, dejando una marca en un alma no tan fácilmente impresionable, pero sí agradecida de nuevo, por descubrir y compartir doce instantes, doce suspiros que se convierten para siempre en recuerdos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mnemea
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6 de abril de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a haber podido ser una buena película, Jean-Luc Godard puso su empeño en conseguir que no lo fuese. Comienza bien, el discurso meticuloso nos va metiendo de lleno en la vida de Nana, en sus sentimientos y en su lucha por la supervivencia en un París en decadencia, con conflictos socio-políticos palpables, y con una migración campestre que empujaba a las poblaciones a agruparse cada vez más en los aledaños. Todo funciona bien hasta que a Godard le da por filosofar demasiado, transforma a Nana en su "alter ego" femenino y nos empieza a aburrir con escenas intrascendentes con eternos diálogos a cuál más pedante, que no ayudan a avanzar a la historia, sino todo lo contrario, para, finalmente, crear un desenlace sin clímax, sin empatía alguna hacia la protagonista, debido al hastío al que somete al espectador en el último tramo de la narración.

Todo lo contrario que sucede en "Al final de la escapada", un Godard más maduro, y a la vez, con cada película que realizaba, más ególatra, consigue que un buen argumento inicial se convierta en una floja película.

La nota media es fiel reflejo de lo sobrevaloradas que están algunas películas por el mero hecho de ser antiguas y ser obras de "reputados" autores. Las obras son buenas o son malas, no debemos dejarnos cegar por quién firma la misma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
antonio_corleone
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28 de diciembre de 2017
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravilloso ejercicio de estilo de Godard, el personaje más deslumbrante de la Nouvelle Vague. La vida de una prostituta, contada en doce secuencias, le sirve para recrearse con su musa y amante, Anna Karina, mediante unos extraordinarios primeros planos que inundan toda la pantalla.

Porque Godard, perdidamente enamorado de su musa, decide atravesar los límites de su intimidad y convierte aquel rostro en el protagonista absoluto del filme. Sus sensuales labios, y sus angelicales ojos, capaces de descifrar que están siendo observados, brillan en esta película llena de extraordinarios momentos.

Como aquel en el cine viendo 'La pasión de Juana de Arco' donde Godard, fragmenta el espacio y el cuerpo hasta lograr confundir los planos de Maria Falconetti con los de Karina. Ambas lloran y 34 años las distancian. Una larguísima línea temporal cinematográfica que queda desvanecida por el dolor.

'Vivir su vida' es un acontecimiento intelectual lleno de literatura. Una formidable introspección sobre las formas de comunicación y una mirada a cámara que reta a nuestra moral. La más acertada obra vanguardista de un director que jugaba con el cine a su manera.
José Manuel Barba Márquez
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