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Vivir rodando

Comedia Aclamada comedia sobre el cine premiada en los circuitos de cine independiente. Nick está rodando una película en la que todo está saliendo mal, pero no está dispuesto a renunciar e intenta conservar su integridad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
21 de abril de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Convengamos en que no todo el cine independiente de USA es bueno.
Convengamos en que Tom DiCillo no es el mejor representante del cine indie norteamericano de los últimos años.
Convengamos en que esta película está dedicada especialmente a aquellos que hacen cine, o que conocen íntimamente los entresijos de la creación de una obra fílmica.
Convengamos en que Steve Buscemi es uno de los grossos.. uno de los mas grandes actores vivos de comedia.
Convengamos en que Catherine Keener sin ser una belleza sublime, realmente "atraviesa" la lente.
Convengamos en que Peter Dinklage es un enoooooorme actor enano (otra vez descolla, y van..)
Convengamos en que la película no es perfecta, en que puede ser algo despareja.
Convengamos en que si no convenimos en nada, a mi me importa un pito, porque me reí, me divertí, me entretuve, disfruté mucho y la peli en definitiva se merece al menos un ocho.
Convengamos aunque sea en.. Hasta pronto.
zelmarux
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3 de agosto de 2008
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom Dicillo, camarógrafo de algunas de las primeras obras de Jim Jarmusch, dirigió su primer largo en 1991 (Johnny Suede), aunque el reconocimiento por parte de la crítica no le llegó hasta el 95, cuando consiguió en Sundance el premio al mejor guión por Vivir rodando, su segunda película y la mejor hasta la fecha de toda su filmografía. Esta original cabriola metalingüística, entretenida y de vocación claramente independiente, narra, a pie de cámara y con alguna que otra concesión al onirismo, el desastroso rodaje de un filme de autor realizado con más pasión que medios. Fresca, ilustrativa y rayana a la genialidad, Vivir rodando da buena cuenta de las dificultades tangibles con las que cualquier equipo técnico puede hallarse a la hora de filmar.
FERNANDO BERMEJO
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19 de mayo de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Somos muchos los que soñamos con realizar una obra cinematográfica. Plasmar una idea en el papel, tomar una cámara y un par de actores y ponerse a grabar. Parece sencillo al pensarlo, sin embargo, son pocos quienes verdaderamente se atreven a llevar sus ilusiones al abismo de la puesta en escena, a sumergirse en un proyecto de siempre imprevisibles consecuencias como es hacer cine.

Con razón Truffaut decía que el mayor peligro que corre un director es el de perder el control de su obra durante el proceso de realización. Cuántos grandes autores no consiguieron imponerse tras los fracasos inevitables de una jornada de grabación y fueron condenados al olvido. El caos del plató acaba separando, irremediablemente, a muchos artistas del mundo del cine. O acaban empacando productos muy contrarios a sus ideales. Pocos se atreven a llevar sus ideas honestamente hasta el final, a vivir de ellas y por ellas, a vivir rodando…

Vivir rodando fue, precisamente, el título con el que llegó a España en 1996 la segunda obra de Tom DiCillo, director, guionista y actor ocasional que junto a Jim Jarmusch se inició en el movimiento independiente de cine americano de los ochenta. Una película que exploraría de forma cómica los intríngulis de las producciones independientes con una frescura inédita fruto del recorrido de su director hasta entonces.

DiCillo venía de realizar su ópera prima, Johnny Suede (1991), con Brad Pitt como protagonista en uno de sus primeros papeles. Desde entonces, llevaba varios años tratando de sacar adelante el que sería su tercer film, Box of Moonlight (1996), pero se veía imposibilitado, una y otra vez, por la continua falta de presupuesto y por un equipo de trabajo poco comprometido con la obra.

Lejos de desanimarse, DiCillo decidió transformar toda su frustración en impulso creativo. Se puso a escribir y elaboró un guión satírico sobre las experiencias que había estado sufriendo. Primero, pensó en realizar un pequeño sketch con la ayuda de sus amigos y el antiguo equipo de Johnny Suede. Luego el resultado fue tan gratificante que se decidieron a realizar un largometraje con la intención de presentarlo al Sundance Festival donde, acabarían ganado el premio a Mejor Guión en la edición de 1995.

Como DiCillo no quería ir mendigando dinero a las productoras para el proyecto, acordaron que quien quisiera participar lo haría gratuitamente. No obstante, les entusiasmó tanto la idea que incluso acabarían pagando por actuar y formar parte. Y así, de la frustración a la ilusión compartida, nació “Vivir Rodando”.

La historia nos cuenta las desventuras de un equipo de rodaje en su intento de llevar a cabo un film independiente de muy bajo presupuesto. Liderado por Nick Reve (alter ego de DiCillo), un sufrido director, encarnado por Steve Buscemi, que llevará sus nervios al límite. Ya sea por los sucesivos accidentes que ocurren en plató o por la incompetencia de los estrambóticos individuos que le rodean.

Personajes variopintos e hilarantes, desde un descerebrado operador de audio exhibicionista, hasta un director de fotografía hipersensible que gusta de llevar un parche pirata en las grabaciones. Crearán situaciones insostenibles y surrealistas que interrumpirán continuamente las escenas. Para desgracia de Nicole Springer, una talentosa e infravalorada actriz cuya carrera se resume en una escena de ducha con Richard Gere. Un personaje brillantemente interpretado por Catherine Keener en el que refleja de forma irónica las experiencias sexistas que había tenido en la industria.

Pues, a pesar de lo que pueda parecer, no se trata de otra comedia de gags sobre el cine como aquellas que comenzaban a aflorar en los noventa. La película se desmarca, ya desde un inicio, abriendo con un diálogo jocoso entre los ayudantes de cáterin. En una suerte de sátira y homenaje a todos los sectores invisibilizados que son vitales durante el desarrollo del rodaje.

Presenta un amor honesto por la creación cinematográfica, de aquellos que ya no se ven hoy día. A lo largo de la cinta acompañamos a sus protagonistas en el set de rodaje, en los camerinos, entre bastidores, dentro y fuera de las grabaciones. Vivimos el proceso con ellos. Porque DiCillo te invita a mirar y a formar parte del equipo. Porque el cine es un proceso de gran implicación emocional. Nos lo recuerda, de nuevo, con un arrebatador Buscemi, aquel director que ansía comerse el mundo con una ingenuidad casi infantil que recuerda al Ed Wood de Johnny Depp, pero que persevera y persevera para ver realizada su obra, su sueño.
Sueño que recorremos y que nos descubre las relaciones sentimentales de los personajes, así como sus inquietudes y aspiraciones vitales. Mostradas alternativamente en blanco y negro y a color con una fotografía cuidada y un rigor en los encuadres poco habitual.

Con todo esto y apenas noventa minutos de duración, aún le queda espacio para la crítica. Centrada en el personaje de Chad Palomino (James Legros), un actor rutilante de la industria que dice admirar el trabajo de los directores independientes. Una caricatura de la hipocresía de aquellas estrellas, forjadas en Hollywood, que recurren a producciones independientes solo para mejorar su estatus de cara al público. Hay quien afirma que es una pantomima de Brad Pitt…

(sigo en spoiler por falta de espacio, pero sin destripar la trama)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Johan Liebhart
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3 de agosto de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
...Esta peli es cojonuda. Ninguna que yo haya visto expresa de forma más sincera (aunque con muchos toques de humor irónico, del que a mí me gusta) la exasperación que puede llegar a sentir un director de cine, que no es ni más ni menos (y esto queda muy bien explicado en la cinta) la única persona de las veinticinco que hay en el set que está verdaderamente preocupada de que el rodaje vaya bien -generalmente, las otras veinticuatro tratan de impedírselo de mil maneras distintas- y, consecuentemente, el que más sufre de todos.
Especial mención al conflicto que tiene con la actriz principal... ¿Por qué los directores nos obsesionaremos tanto con una actriz concreta? Debe ser por la soledad que sentimos al dirigir, nadie nos comprende del todo, todos nos cuestionan continuamente... Y uno desea tener cerca a alguien especial y de confianza para sentirse un poco normal... Y casi siempre, sin éxito alguno.
JACHi
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25 de enero de 2007
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Humor inteligente, originalidad a borbotones y una galería de personajes inolvidables.

Una muñeca rusa con la que se juega a meter el cine dentro del cine y los sueños dentro de los sueños para obtener finalmente una afilada sátira sobre los delirios de grandeza de quienes hacen cine, desde los directores, claro está, hasta los actores o los guionistas.

Cine independiente que se mofa del cine independiente.

La carrera de DiCillo resulta brillantísima hasta la fecha, aunque haya tenido algún pequeño tropiezo. Lástima que no se le conozca demasiado y siempre se le mencione a la sombra del "dios indie" Jarmusch, en mi opinión menos talentoso, aunque mucho más pretenciooooso.
winstonsmith
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