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El dictador

Comedia El Almirante Haffaz Aladeen (Baron Cohen), un dictador antioccidental, arriesga su vida con tal de evitar el establecimiento de la democracia en Wadiya, un país norteafricano con recursos petrolíferos. Su más fiel consejero es su tío Tamir (Ben Kingsley), Jefe de la Policía Secreta, Jefe de Seguridad y Proveedor de Mujeres. Por desgracia para Aladeen y sus consejeros, Occidente ha empezado a inmiscuirse en los asuntos de Wadiya, país ... [+]
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
16 de julio de 2012
29 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Sacha Baron Cohen es un provocador nato no vamos a descubrirlo ahora: para él, cualquier medio posible justifica el fin, esto es, que la gente se remueva en su asiento sea por el motivo que sea. Asco, repulsa, indignación, diversión o un ataque de almorranas, todo vale. El caso es que se muevan, e inexplicablemente lo consigue. Sus personajes, siempre en el extremo, desde el rapero de barrio Ali G, hasta el reportero gay Brüno o el periodista de Kazajistán Borat, obsesionado con Pamela Anderson y el modo de vida americano. Como colofón, y en plena efervescencia de las revueltas del mundo islámico, este cómico ha intentado aprovechar el tirón de éstas polémica para crear un producto a la medida de los actuales dictadores.

Por mucho que el esperpento -en palabras del propio protagonista- intentara de alguna forma homenajear a Charles Chaplin en "El gran dictador", no se acerca ni de lejos a ninguna de esas claves. Ni en inteligencia, ni en sarcasmo, ni en ironía o en humor. En nada. Aquí todo está hecho de manera grosera, a brochazos. Quizás en otros ámbitos eso podría funcionar y lo hiriente de la sátira resultara divertido, pero cuando hablamos de la vida y de la muerte, de la tortura o el asesinato, de tener a un pueblo oprimido... los chistes hay que hacerlos con mucha mayor sutileza, porque si no, no solamente no funcionan, sino que no tienen ni puñetera gracia.

El dictador de un país árabe vive como Dios. Hace lo que le da la gana, tiene explotado a su pueblo, y manda al cadalso a quien le tose, opina distinto a él, o simplemente le rectifica en una conversación -literalmente-. Paga con regalos millonarios a estrellas de Hollywood para acostarse con ellas, y sueña con ir a las Naciones Unidas no para acatar sus muchas peticiones para el cese del abuso de derechos humanos en su país, sino para demostrar que él tiene razón y que los demás están equivocados. El caso es que su vida da un giro radical cuando se ve en Nueva York, desposeído de todo su poder, y sustituido por un doble mientras que su hombre de confianza ha firmado con potencias extranjeras para esquilmar los recursos naturales del país y de camino convertirse en multimillonario en la sombra del poder.

El tono documental que hasta ahora tenían las películas dirigidas por Larry Charles y Baron Cohen, ahora ya no existe, y no existe una continuidad ni narrativa ni dramática en la historia: sólo son chistes mal contados, que no encajan, y como digo antes, sin ninguna gracia -personalmente, no me divierte que manden a cortarle la cabeza a alguien mientras que le están sonriendo. Volviendo a Chaplin, ni siquiera aparecía eso en "El Gran dictador", obra magna y profunda contra el absolutismo, de lirismo incomparable y sin pedantería alguna, cosa que si empapa el discursito final en las Naciones Unidas en este pastiche bastante insoportable-.
Federico_Casado
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13 de julio de 2012
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
De esta película se pueden hacer muchas lecturas, pero si hay algo que queda claro es que Sacha Baron Cohen lo vuelve a conseguir, logra hacernos reír muy a menudo, escandaliza de nuevo a los más puritanos, reanuda su búsqueda del humor retorciéndolo un poco más, yendo un poco más lejos; donde, esta vez, consigue ser más irreverente, divertido, cruel y vejatorio con casi cualquier cultura o raza… Todo está permitido para él, y se agradece. Resulta gratificante el ver cómo un actor cada vez más famoso e influyente continúa realizando su mismo humor salvaje y excesivo, no dejándose pisotear por la Meca del Cine. Ante esto, debería estar muy orgulloso, puesto que actores cómicos como Adam Sandler han caído en las redes de Hollywood, convirtiéndose en una sombra patética de lo que fue.

Dos reyes de la comedia como Sandler y Baron Cohen han decidido tomar caminos opuestos, donde si bien Sandler era gamberro al principio para luego hacer películas bobas con intentos de gracia (a Jack y su gemela me niego a catalogarla como comedia), Baron Cohen ha decidido no dejarse controlar, continuar con ese humor que le hizo famoso con ‘Ali G’ y que le catapultó con ‘Borat’.

‘El Dictador’ consigue su propósito: hacer reír. Esta vez no es un falso documental como ‘Borat’, pero sí hereda de ella muchos rasgos del personaje y cómo ve el mundo. Durante cada uno de sus minutos refleja claramente el tono de burla y crítica dirigido a la sociedad actual, donde no sólo ridiculiza al mundo árabe, sino también a los EE.UU.

Nada más empezar, ya te conquista con la dedicatoria en la primera escena, dejándote también con buen sabor de boca con su último chiste durante los créditos. Sin querer fastidiar ningún chiste a nadie, diré que consigue arrancarte carcajadas, dando igual que sea vejatoria, lo importante es desconectar hora y media del mundo que nos está tocando vivir (o sobrevivir) y disfrutar un poco.

En resumen, Sacha Baron Cohen se consagra como líder auténtico de la comedia, desbancando a los malogrados Jim Carrey y Adam Sandler. La película funciona en la medida en que sea tomada como una broma irónica y caricaturesca del mundo actual. Se coloca entre Borat y Bruno, siendo peor que la primera pero mejor que la segunda.

Lo peor: Será despellejada por gran parte del público y crítica. Sólo decirles que se han equivocado de sala, a esta película se viene a desconectar y reírse un rato, no a ofenderse.

Lo mejor: Te gustará y te reirás si disfrutaste con las salvajadas de Borat. Posee gags perdurables en el tiempo, que funcionan más de una vez. Resulta imprescindible remarcar que Sacha Baron Cohen está enorme.

Síguenos en Twitter: @cineralia y @EduQuintana16
Edu16k
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25 de julio de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva sátira de Sacha Baron Cohen a la sociedad americana que si bien sorprendió y hasta hizo gracia con ese estilo mockumentary en Borat ahora se limita a inventar sketches racistas dentro de un guión vacío, lleno de paja y tremendamente aburrido.

Los guiones de Sacha Baron Cohen son un mero artificio, una puesta en escena, para contar sus chistes racistas, sexuales y de caca-culo-pis. Esto es totalmente legítimo, ya que existen grandes películas (Aterriza como puedas, Hot Shots, las de los Monty Phyton) que tienen esta estructura de dejar la historia en un segundo plano para ponerla al servicio de las bromas, el problema no es ése, el problema es que Sacha Baron Cohen realmente cree que tiene algo que contar y utiliza los elementos típicos de guión para contar torpemente una historia que no le interesa a nadie, puesto que la gente que ha ido al cine a ver su película no busca ver un conflicto interno del personaje, un romance con Anna Faris o una moraleja tranquilizadora metida con calzador y que cuando no sobrepasan la línea del ridículo lo hace la del aburrimiento. Quien ha ido a ver su cine lo que espera es que cada chiste sea más brutal, gracioso y transgresor que el anterior y todo lo que no sea eso está de más.

Concluyendo, quitando dos o tres chistes racistas que hacen gracia por lo escandaloso se puede decir que esta película es una auténtica y soberana mierda.
Rolenko
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6 de septiembre de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la sobrevalorada "Borat" (digo sobrevalorada porque, en su día, con tantos elogios, la vi y no me gustó demasiado, pero prometo volver a darle una oportunidad) y "Brüno" (que un servidor aún no ha tenido el placer de ver), el tándem formado por Sacha Baron Cohen y Larry Charles vuelven esta vez con otra nueva personalidad: el dictador Aladeen. Mediante el pretexto del viaje de Aladeen a Estados Unidos para evitar que se instaure la democracia en su tierra, se pretende hacer una crítica en general a las Dictaduras y, en particular, a las protagonistas de la Primavera Árabe, pero también, nuevamente, a los Americanos y sus costumbres.

Personalmente, creo que la película no funciona porque el film se trata de una sucesión de gags, enlazados por una línea argumental débil y, para que negarlo, muy típica. Además, la poca sutileza que tenía el humor de "Borat" desaparece por completo en "El dictador", en la cúal las bromas son más pueriles y, para que negarlo, sin gracia. Incluso, esto convierte este humor pretendidamente agresivo y crítico en algo superficial y vacío. Todo esto hace perder la mordacidad al film. Y, aunque tiene unos pocos buenos momentos, el exceso de "humor" transforma un film corto en una cinta pesada. Yo deseaba que terminará para ir a hacer algo más productivo.

Actoralmente, es un vehículo para lucimiento de Sacha Baron Cohen, del cual no podemos decir que haga un mal trabajo. El resto de actores, muy discretos.

"El dictador" es una película enormemente fallida, debido al estricto ceñimiento del guión a los canones hollywoodienses, adornado con una crítica vacía a Oriente y Occidente que no satisface a ninguno de los dos lados.

Lo mejor: la capacidad camaleónica de Sacha Baron Cohen.

Lo peor: el guión.

Realmente, mientras veía la película, no sé por qué, tenía ganas de volver a ver "Borat" (y mira que he dicho que no me gustaba mucho), en lugar de continuar con la peripecia de Aladeen.

Aunque sean films diferentes, recomiendo ver "El gran dictador" de Charles Chaplin, una película que sí contiene una crítica más honesta a las dictaduras. Un film que ha perdurado merecidamente en el paso del tiempo, cosa que ésta "El Dictador" dudo que haga. En menos de 2 años ya estará olvidadísima.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ralph Wiggum
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11 de junio de 2012
15 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace unos años, la tendencia del género humorístico, tanto en cine como en televisión, ha derivado hacia una suavidad plena, completamente servil ante lo políticamente correcto, y acojonada ante la demanda de gatillo fácil de la gente con síndrome de hipersensibilidad intelectual.

En España hemos sido víctimas de esto, y eso que está en nuestra tradición realizar ataques a los enemigos intelectuales a base de humor y cachondeo verbal, sobre todo en el mundo artístico. ¿Cuántos sketches de Martes y Trece podrían tener cabida hoy en día en la televisión? ¿Qué ha sido de Arévalo y sus chistes sobre gangosos y mariquitas? Es más, y remitiéndonos al Siglo de oro, ¿habría sido Quevedo el mismo genio mordaz e irónico, de vivir en la época actual, donde el miedo a ofender supera con creces a las ganas de hacer reír?

Por esta razón, muchas veces tenemos que recurrir al mundo anglosajón para disfrutar de verdaderas carcajadas irreverentes, las que de verdad sacan a uno de la vida real y lo transportan a una felicidad efímera pero intensa. Y fue en las islas británicas donde surgió un tipo llamado Sacha Baron Cohen que, como norma principal, se dedica a reírse de todo y, cómo no, de sí mismo. Su primer personaje conocido fue Ali G, una parodia de lo que aquí podría equivaler a un Nen de Castefa, pero con más mala leche. Era un comienzo prometedor que alcanzó su cumbre a través de Borat, cuyas apariciones televisivas y, luego más tarde, su rompedora película, le abrieron un hueco a nivel mundial como paradigma de la provocación más aterradora y brillante que hemos visto en mucho tiempo. Probablemente, esta provocación se le fue de las manos con Brüno, solo apta para los que no se escandalizan ante nada, como yo, y esto le llevó a replantearse su siguiente trabajo, que es el que origina este artículo: El dictador.

La película trata sobre Aladeen, un tirano que gobierna con mano caprichosa en un imaginario país de Oriente Medio y que recuerda en muchos puntos de su locura al fallecido Niyazov, dictador de Turkmenistán. Pero, a diferencia de sus películas anteriores, Baron Cohen realiza en esta ocasión un producto con tintes mucho más comerciales, y con un humor tan torrentiano que nos deja con hambre y que se centra en inundar la escena con actores conocidos que, en mayor o en menor medida, apenas tienen gracia. Al menos, la fama le precedía, y consiguió llamar la atención en las semanas previas a su estreno, sobre todo durante la extremadamente cuidada gala de la Academia estadounidense, donde llegaron a saltar las alarmas ante las amenazas que lanzó el sujeto para boicotear el evento.

Concluyendo, El dictador va a suponer un acercamiento de Baron Cohen al mundo de Hollywood, pero también un paso atrás demasiado grande para los que somos fans de su humor. Es una pena, pero la dictadura de lo políticamente correcto parece que también ha vencido, en este caso, a su peor desmitificador.

http://diarioenred.com/2012/05/el-dictador/
jgripweed
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