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El tercer hombre

Cine negro. Intriga. Drama Comienzos de la Guerra Fría, en Viena, 1947. El norteamericano Holly Martins, un mediocre escritor de novelas del Oeste, llega a la capital austríaca cuando la ciudad está dividida en cuatro zonas ocupadas por los estados aliados de la II Guerra Mundial. Holly va a visitar a Harry Lime, un amigo de la infancia que le ha prometido trabajo. Pero su llegada coincide con el entierro de Harry, que ha muerto atropellado por un coche en plena ... [+]
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Críticas 172
Críticas ordenadas por utilidad
12 de septiembre de 2013
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estaba ya Carol Reed con cámaras y focos instalados en las alcantarillas de Viena, donde estaba previsto filmar la caza de ese “tercer hombre” que da título al film, y aún no había actor que lo interpretase. Robert Mitchum, el previsto, fue enchironado en California por adicto visitante al saco de marihuana que usaba como almohada; y el productor Alex Corda, se puso en contacto con Orson Welles para que lo sustituyese. Éste necesitaba dinero urgente para poder terminar su interrumpido Otello y aceptó sin pensarlo. Una vez allí, a Welles no le convenció el personaje de Harry Line y lo rehízo por su cuenta (sospecho que fue más allá, por el resultado). Luego declararía que fue con el beneplácito del director.

Aunque Carol Reed firma esta obra del cine negro expresionista, la influencia de Orson Welles planea inevitablemente en cada plano. La sombra de Welles era alargada. Muchos han creído percibir su autoría en buena parte de los planos, secuencias, insertos y diálogos más celebrados. Lo cierto es que el personaje de villano sin escrúpulos que interpretaba el director de “Ciudadano Kane” en esta película tiene tanto peso específico que, sutil e irremediablemente, hace escorar de su lado cualquier comentario cinéfilo, por muy desapasionado que éste pretenda ser.

El estilo de la puesta en escena de Reed, además, reviste no pocas similitudes con el utilizado por Welles en sus obras personales, añadiendo más leña al fuego alimentado desde hace décadas por los mitómanos peor intencionados. De una forma u otra, el misterio que envuelve el rodaje de “El tercer Hombre” le sienta bien el guión firmado por el ex espía ilustrado y novelista Graham Greene. Con más de 60 años, la película guarda una gran vitalidad, la iluminación y los encuadres forman parte de la memoria colectiva. Reed retrata una Viena siniestra y arruinada, ocupada por las cuatro potencias vencedoras que se reparten la ciudad. Asolada por unos personajes de moralidad ambigua, con un entramado de estraperlo y tráfico de penicilina que pone al descubierto lo peor de la condición humana, y lo hace brillantemente.

“El tercer hombre” supone también una reflexión sobre la amistad y los límites de la misma, sobre la traición y sobre el compromiso. La aventura de Holly Martins (Joseph Cotten) supone uno de los periplos más pesimistas de la historia del cine. En la construcción del clima moral del relato influye decisivamente la elección de Viena como escenario para su desarrollo, una ciudad cuyo antiguo esplendor imperial se enfrenta ahora a los solares ruinosos dejados por la guerra, una mera extensión de las sombras físicas muy bien fotografiadas por Robert Krasker. Otro elemento esencial es la banda sonora, una sencilla composición de Anton Karas, que todos hemos tarareado alguna vez, una música bien integrada y sin pretensiones que inunda de principio a fin la atmósfera de esta obra tan peculiar . Este thriller clásico con intensa carga barroca fue elegido por los ingleses hace unos años como la mejor aportación británica a la historia del cine. Eso es, y con mayúscula: pura Historia, resultado una vez más (como ocurre con “Casablanca” o “El Padrino”, resultado de un genial cruce de azares.

Continúa en spoiler.
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Antonio Morales
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23 de noviembre de 2012
34 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una entrevista que Antonio Lucas le hace al académico de la RAE, Arturo Pérez- Reverte, en El Mundo (Madrid, 21-11-12), pg. 67, este último manifiesta algo que bien pudiera usarse como introducción a la figura del "tercer hombre" o malvado sagaz y con mucho intelecto: "El peor cáncer que sufre la humanidad no es la maldad, sino la estupidez, un malo inteligente hace el mundo mejor, porque te obliga a estar despierto. Los malos son necesarios. (...) Evitar todo asomo de mal es cargarte el sistema inmunológico de la humanidad."

Pues bien, el protagonista de fondo o "tercer hombre" en esta película, representa a ese tipo de humano desenfadadamente malévolo (interpretado por Orson Welles), una clase de individuo relativista que busca ante todo su propio beneficio material aunque sea a costa de causar grandes sufrimientos de por vida a personas inocentes, pero sin perder el humor ni las formas aparentemente civilizadas; un modelo de malvado o bribón por quién suele sentirse atraída con amor incondicional la bella de turno, tanto que se lo puede perdonar todo al tiempo que se mostrará inclemente con cualquiera, no específicamente "malo", que traicione a un amigo (no importa que sea un amigo degenerado).

Para mí esta película se sitúa entre las veinticinco mejores de todos los tiempos, con una escena cúspide, de altura (nunca mejor dicho): la de la noria y el diálogo cresta que allí tiene lugar entre los dos amigos protagonistas, el hombre con más escrúpulos de conciencia, interpretado por Joseph Cotten, y el hombre con menos escrúpulos, que de manera sublime escenifica Orson Welles. El personaje de este último representa y expone, mediante su discurso ergotista, la razón de ser del dañino relativista; reivindicando la lógica del sobrevivir caiga quien caiga; haciendo filosofía de su criminal comportamiento; desdramatizando la propia maldad y justificándola como un contrapeso acicateador de la evolución en todos los campos; acogiéndose también con tunantería argumentativa y hasta religiosa a la mismísima teología (tratado sobre Dios y el Más Allá) a fin de defenderse o defender que esta vida no debe elevarse al bien máximo ni la muerte a lo peor.

Sin duda, estamos ante una obra de arte cuyo análisis sobre la moral/inmoralidad es eminentemente maquiavélico, tan realista, sincero y dialéctico que hasta logra caer simpático, además de "amontonar brazas encendidas sobre las cabezas" de los que se decantan mediocremente del lado del "bien", de ésos que se creen los "buenos" en la película de la vida; o lo que es peor, que van de "buenistas" aunque resulten ser o idiotas o idiotizadores mil veces más peligrosos que el peor de los malos declarados.

¿Acaso los buenistas o mediocremente buenos, no hacen lo mismo que quienes ellos acusan de viles, crueles, infames, fascistas o diabólicos? Piénsese por ejemplo en la multitud de buenistas que forman parte de la cadena de fabricación de coches, la poca conciencia que tienen, que sólo buscan un sueldo mensual para sobrevivir sin importales un pimiento que nuestras vidas estén saturadas por la tortura y la contaminación automovilística, las ciudades diseñadas al calibre de dicha barahúnda maléfica; o cómo los sindicatos y el gran gentío de “idiotas” juntan líneas si en un momento dado están en peligro sus puestos de trabajo dentro del entramado perverso y en gran medida criminal. E igual reflexión cabe hacerse respecto a todos los que integran el gran negocio del alcohol, el azúcar, los refrescos burbujeantes, etc., etc., incluidos los millones y millones de taberneros, expendedores o tenderos que lo único que tienen en mente es la ganancia que obtienen de ello, para nada si el producto que les proporciona dinero para sobrevivir hace daño o no a otros seres humanos
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Fej Delvahe
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13 de mayo de 2011
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
La memoria me lleva al salón de mi casa (la casa de papa y mamá siempre lo es), con una mirada inocente a la que hoy apenas le queda un hilo de vida, clavada en la pantalla desde los primeros acordes de la cítara, asombrada con esos encuadres, esa fotografía en blanco y negro con infinita gama de grises (ese Pumares de madrugada...), esos diálogos de intriga in crescendo, esos amores cruzados libres de cursilerías y lugares comunes, esa noria, esas alcantarillas...el niño mira al padre buscando complicidad...¿qué buena, no? ¿o me lo parece sólo a mí?..la cara del progenitor Quintero seria, mirada nada inocente la suya. Conociéndole, si no bosteza, ni mira el reloj, ni se ha largado al "camaso" es que debe de tener su aquel el film. Hoy la veo, o pienso en ella, y la emoción se me escapa empezando por donde sólo una persona sabe, y creo que no hay una mejor, ni más redonda, historia de dolor que la de este hombre de mirada impasible en Viena.
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DUKITO
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16 de abril de 2013
60 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi cuando me dicen lo de "El tercer hombre" lo primero que se me viene a la cabeza es aquel argumento de Aristóteles para rebatir la teoría de las ideas de Platón. Desde luego, también es un novela escrita por Grahan Greene y, en el caso que nos ocupa, una película, no muy buena, la verdad sea dicha. A ver, el planteamiento es atractivo y en líneas generales tiene unos cuantos aciertos técnicos que muchos de los que la comentáis ya habéis señalado que van desde la fotografía al uso de la cámara pasando por lo creativo de ciertas secuencias. Luego Carol Reed juega con acierto con los temas habituales del cine negro pero en este caso dotándolo de un halo romántico considerable. Por último la música, que aunque te suena más bien a comedia, cuesta que te la quites de la cabeza.

Dicho esto, argumentalmente me temo que "El tercer hombre" no tiene el más mínimo sentido. Lo raro es que me he leído unas cuentas críticas de esta página y sólo parece que un amigo se ha dado cuenta de este detalle vital. Como no quiero destripar nada, podéis consultar el SPOILER. Por si fuera poco, los personajes principales te parecen muy tontos. Holly (Joseph Cotten), que no se entera nada, y hasta en un momento surrealista, es picoteado por un loro; Anna (una bella Alida Valli), que siga enamorada como una mema de un tipejo así, y encima va y lo defiende; Harry, bueno de Harry, mejor el SPOILER. A la postre, con un final que se demora en exceso incluido, uno ve "El tercer hombre" con mucha incredulidad. No te crees nada de lo que sale y ante tantos fallos, no te la tomas en serio.
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Reaccionario
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16 de noviembre de 2009
43 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay algo que ha influenciado la histora del cine, ha sido la opinión de los críticos. De esa forma hemos visto encumbradas películas que no pasan de lo normalito y fustigadas películas realmente excepcionales. El tercer hombre pertenece, sin duda, a la primera de esas dos categorías. A pesar de que tiene muchos elementos que la convertirían en una película digna de ver, también presenta unos errores lo suficientemente garrafales como para no merecer ser vista (explicados en el spoiler).

La historia nos cuenta como un hombre llega a Viena con la promesa de trabajo de un amigo suyo. Al llegar, no sólo se encuentra con que han matado a su amigo, sino que ese amigo suyo resulta ser un criminal muy peligroso. Eso provocará sentimientos contradictorios en el personaje y una defensa a ultranza de su amigo que le granjeará problemas.

Lo primero que nos llama la atención en el visionado de este largometraje, es lo equivocado de algunas de las intervenciones de Orson Welles. Cierto es que la escena de la presentación de su personaje y la que se encuadra dentro de la cabida de la noria están encumbradas por los críticos como dos de las mejores escenas del cine, y cierto es que ambas escenas por separado son magníficas; pero ambas escenas no tienen sentido si las enmarcamos en el contexto argumental de la película. El devenir de la película exige que en esas escenas se muestren una serie de emociones que no sólo no se muestran sino que lo mostrado son emociones de corte antagónico. Parte de la culpa de ese despropósito, tal vez sea de la egolatrada del amigo Orson Wells que se empeñó en cambiar el guión de las escenas en las que él participaba.

También es criticable la participación del director y del compositor. El primero por permitir a un actor hacer y deshacer a su antojo, por abusar de planos extravagantes, y por no profundizar en el dilema moral que sufre el protagonista ni en la ambición de Harry. El segundo por componer una banda sonora más propia de una comedia de Woody Allen que de una película policíaca. Tampoco se entiende tan poca desdicha en una sociedad demacrada por una trenebunda y recién acabada guerra.

Por el resto, admirar la interpretación de Alida Valli y Joseph Cotten; a pesar de que el segundo pierda todo el brío dramático cada vez que comparte escena con Orson Welles.
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chechu
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