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Raíces profundas

Western Estado de Wyoming, a finales del siglo XIX. Shane, un hastiado pistolero, llega a la granja de los Starretts, un matrimonio con un hijo que, al igual que los demás campesinos del valle, se encuentra en graves dificultades, pues el poderoso ganadero Rufus Ryker pretende apoderarse de sus tierras. Cuando Ryker se entera de que Shane es un hábil pistolero, le propone que trabaje para él. Ante su negativa, contrata a Jack Wilson, un ... [+]
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Críticas 84
Críticas ordenadas por utilidad
9 de abril de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es John Ford, ni su caballería, ni sus "Centauros del desierto"; tampoco es Howard Hawks, mi adorado maestro; pero es mi wester favorito.
Con una fotografía en color preciosa, y con todos los ingredientes del wester cinematográfico, es decir, paisajes que expresan la belleza y dureza de esas tierras, granjeros, ganaderos, el malo malote, la comunidad como punto de unión entre las personas, banquetes y bailes que corroboran esa unión, y una historia de amor imposible y no correspondido; y luego está el héroe; ese hombre que huye de su pasado, que intenta rehacer su vida, pero el san Benito que lleva encima es demasiado severo como para deshacerse de el.
Con momentos intensos, dramáticos y un duelo final que nada tiene que envidiar a ninguno de los dos maestros mencionados anteriormente. Y aparte, siempre se me quedará pegada la imagen de nuestro héroe cabalgando solitario por esas montañas, mientras que en el valle suena el eco del niño. Para mi humilde corazón, sencillamente impresionante.
También tengo que añadir, que en mi infancia cuando en la televisión ponían una peli del oeste, era como un día festivo, y a mis 35 años que tengo ahora, el recuerdo de "Raíces Profundas" no se me ha olvidado; (la he vuelto a ver unas cuantas veces más después).


Perdóname John, perdóname Howard, pero Obra Maestra.
Toninowilde
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26 de diciembre de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película imprescindible tanto en la historia como en la teoría del western. André Bazin ilustró en ‘Raíces profundas’ (‘Shane’), junto a ‘Sólo ante el peligro’, el concepto de superwestern, entendiendo por éste “...un western que se avergüenza de no ser más que él mismo, e intenta justificar su existencia con un interés suplementario: de orden estético, sociológico, moral, psicológico, político, erótico..., en pocas palabras, por algún valor extrínseco al género y que se supone capaz de enriquecerle.” Superwestern, western clásico, western novelesco que no deben de entenderse tanto desde una perspectiva valorativa sino más bien clasificatoria.

En el western clásico (‘La diligencia’, ‘Río rojo’, ‘Pasión de los fuertes’, Winchester 73’), los personajes se mueven en virtud de pasiones o sentimientos primarios: amor, odio, ambición, venganza o instinto de supervivencia. Sentimientos y pasiones que estructuran historias donde florece la estética de lo épico, de ahí la fuerte resonancia homérica o el sentido de la tragedia que a veces encontramos en muchos de ellos.

¿Qué mueve al atormentado Alan Ladd en ‘ Raíces profundas’? El deseo de no ser, el deseo de desaparecer, de romper con un pasado anterior que imaginamos desde el principio y que él mismo hace explicito al final. Para ello, para dejar de ser, debe convertirse en algo distinto, y ello no puede ser otra cosa que el mito. El mito del justiciero (tan fecundo en westerns posteriores), el del Llanero Solitario (observemos su vestimenta), el del caballero andante.

Así, el mito caballeresco medieval desemboca en el western. El héroe no tiene pasado pues ya se ha desembarazado de él, tampoco tiene futuro (al final lo vemos cabalgar hacia la noche, hacia la nada), tampoco tiene ambición ni deseo sexual (es puro, angelical como Sir Gallahad) y cuando se ve irremisiblemente avocado a la acción lo hace en virtud de un imperativo moral (defender al débil frente al poderoso) cuya lectura ideológica es la defensa de la democracia norteamericana. El propio físico de Alan Ladd apoya o contribuye a deducir esta tesis; me recuerda mucho a James Stewart en ‘El hombre que mató a Liberty Valance’.

‘Raíces profundas’ es tambien un un western crepuscular: anuncia el fin de los forajidos, de las tierras salvajes, del poder de los grandes rancheros, de una época; el inicio del fin de la Frontera.

Una gran película.
heartofdarkness
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15 de mayo de 2013
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los primeros planos de “Raíces profundas” utilizan el impresionante paisaje para subordinar la figura humana a un orden natural. Procedente de no importa donde, el solitario Shane (un discreto Alan Ladd) llega a la granja de Joe Starrett (estupendo Van Heflin), enclavada en un valle que es escenario de la tensión entre las nuevas familias de granjeros y los antiguos propietarios de los terrenos, los Ryker, familia de ganaderos que quiere utilizar todos los terrenos como pasto para su ganado. Los ingredientes iniciales son los necesarios para que el artesano (en el mejor sentido de la palabra) George Stevens construya de manera eficiente un relato clásico, con todos los personajes y situaciones familiares del género.

El argumento se nos muestra a través de tres miradas diferentes. De ellas, la más importante es la del pequeño Joey (excepcional Brandon de Wilde), que ve en el desconocido la encarnación de los sueños en el mundo de la infancia, donde se busca dominar la naturaleza por medios expeditivos, legendarios, y no tanto a base de trabajo. La mente de un niño aún no está sometida por la lógica del esfuerzo y el sacrificio. Así la antítesis entre Joey y su padre, es obvia, pues mientras el adulto se las tiene con el patriarca ganadero, que intenta echarlo por cualquier medio de su parcela, el niño juega con un rifle de madera, pretendiendo cazar un ciervo. Uno busca echar raíces en su hogar, el otro sólo pretende vagar con la imaginación, sin límites.

La mirada del pequeño se congela en el idealizado forastero, mientras que el padre apenas le presta atención y la madre Marian (una convincente Jean Arthur), se asoma con timidez a la ventana, ocultándose acto seguido, quizá temerosa del desconocido. Finalmente la amabilidad del niño y la madre, seducirán al forastero para quedarse una temporada, intuyendo el peligro que acecha a los granjeros ante la opresión del cacique ganadero. En este contexto tiene una aparición lógica la violencia y Stevens enfatiza las consecuencias de la misma, con planos cortos y rápidos en las escenas de pelea, y dando una exagerada sonoridad y aparatosidad a los disparos. Este empleo del sonido, es tremendamente expresivo, como lo son la extraordinaria música de Victor Young y la fascinante fotografía de Loyal Griggs que aprovecha al máximo el enorme potencial de los paisajes, espectacular belleza en los encuadres, incorporando muchas escenas nocturnas, algunas de ellas rodadas con el efecto de “noche americana”.

En cierta ocasión Stevens comentó: “Creo que cada cosa que figura en una película repercute en el espectador, aunque este no sea consciente del impacto que le producen cosas pequeñas y secundarias. Este trabajo dirigido al subconsciente es de gran eficacia, más grande de lo que supone la mayoría de cinéfilos y cineastas”. Un detalle secundario es el vestuario de Shane y el del pistolero Wilson, que les diferencia del resto de habitantes del valle, clara muestra de que son ajenos a esa comunidad. Todo confluye para mostrar a Shane como una especie de ser idealizado, flotando por el valle sin que nada le afecte. Sólo parece poder amenazar esa condición, el pistolero Wilson, alto y delgado, con ropas negras, es la imagen antitética de Shane, quedando simbolizado así el enfrentamiento entre el bien y el mal.
Antonio Morales
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20 de marzo de 2007
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha sorprendido esta cinta sobretodo por su buena ambientación y por el rodaje de unos exteriores que tienen un peso propio y específico.
Magníficas vistas y paisajes que nos hacen vivir de forma más realista la historia y ayuda a involucrarnos más con los personajes.
Aunque peque, en apariencia, de algo simplista en su concepto (¿y qué viejo western no peca de ésto?), globalmente el resultado se hace disfrutar, creo que, principalmene, por un buen dominio del tempo narrativo. Se va creando progresiva e "in crecendo" cierta tensión, muy bien llevada, que aunque previsible en su resolución no deja que disfrutemos de una película muy entretenida y de agradable visionado.
Uno de los standar del género western por antonomasia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jimi
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25 de marzo de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se que Alan Ladd no es un gran actor, ni George Stevens es Ford ni Hawks pero es de esas extrañas circunstancias de la vida que se unen dos polos distintos de la cinematografía y se atraen. Si esta película la interpretase John Wayne no sería la misma ya que no podría dar ese aspecto sereno y de buena persona que tiene Ladd (me hubiese gustado tambien James Stewart), hasta que su expresión y actuaciones con los granjeros y con los extorsionadores cambia radicalmente. Sin duda este actor está en el papel de su vida y no lo desaprovecha, y aunque no parezca un pistolero de postín como hubiera sido Wayne o Cooper, las fases en que se va transformando son de una maestría por su parte incontestable. Los demás actores están muy correctos excepcionando al niño y a Jack Palance que están impresionantes. No olvidar la musica de Victor Young que es inolvidable.
El duelo final es de los más épico y memorable, solo comparable a mi modo de ver con Duelo en alta Sierra de Peckinpah.
koska
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