El profesor (Detachment)

Personalmente esperaba con expectación la última película de Tony Kaye después de la sorpresa que representó su magnífica “American History X”. Desgraciadamente la decepción no ha podido ser mayor. En esta ocasión Kaye pretender esconder detrás de un exceso de estilismo y toneladas de retórica un guión que flojea por todos lados lleno de tópicos y de personajes estereotipados. Y la trampa no cuela. Por muchos primeros planos, alternancia del color con el blanco y negro, imagen real y animada y una permanente presencia de la música para subrayar estados de ánimo, “El profesor” no deja de ser un drama en su vertiente profesor-alumnos conflictivos, alterado en la sala de montaje hasta límites mareantes, que aglutina lo peor de las películas con vocación instructiva y los telefilms de sobremesa (en este último aspecto la subhistoria de la joven prostituta alcanza niveles de vergüenza ajena). Exagerando tanto personajes como situaciones hasta el límite de la caricatura, Kaye no solo consigue restarle credibilidad a la historia si no que desvirtúa el sentido de la misma que no es otra que la crónica de una persona sobrepasada por los acontecimientos y que arrastra un penoso pasado del que no puede desprenderse. Solo la esforzada interpretación de un pedazo de actor como es Adrien Brody compensa en parte el hecho de aguantar más de hora y media de discurso vacío.

Lo mejor: Adrien Brody.

Lo peor: el personaje de Erica.

En mis largos años de cinefilia he mantenido una extraña relación de amor-odio con el cine independiente o de autor.
Por un lado, no puedo dejar de interesarme y ver todas las películas que hay que reciben buenas críticas o que simplemente cuentan con un reparto o actor principal interesante.
Pero casi siempre que veo cualquiera de estas producciones menores, termino defraudado y sin conseguir captar lo que ve la gente en estos títulos.
"El profesor" no ha sido una excepción. En mi opinión, Adrien Brody ha dejado de ser sinónimo de buena película desde hace ya un tiempo, y aquí no hace más que confirmarlo.
El tono y la estética del film son totalmente extraños, alternando rodaje normal con unos estrambóticos dibujos animados hechos a lápiz que descuadran mucho en pantalla. Luego hay algunos primerísimos planos con cortes de secuencia muy raros, como por ejemplo la sobreactuación de James Caan diciendo palabrotas, o el abuelo senil con sus visiones.
Las primeras escenas del protagonista en clase parecen que nos van a dar un buen título en plan "Diarios de la calle" o "Mentes peligrosas", pero nada más lejos de la realidad. Lejos de centrarse en los conflictos con los alumnos, este profesor se dedica a decir monólogos absurdos, acoger a una prostituta adolescente en su casa y llevar una estrambótica vida que no me dice absolutamente nada como espectador.
Lo siento, pero esta cosa que no tiene claro lo que me está contando ni cómo me lo está contando, no está hecha para mí. A riesgo de ser tildado de loco, prefiero otros títulos de Brody con menos enjundia, como por ejemplo "Predators"

Esta película es una exageración pretenciosa. Parece que los que han perpetrado esta cosa no querían hacer un simple drama más o menos realista, en absoluto. Su objetivo era hacer el colmo de los dramas. Es como tomarse un café con un kilo de azúcar, aquí el azúcar en este caso es la amargura. ¡Ponemos drama sobre drama, todos los personajes torturados al máximo, violaciones, incesto, prostitución, suicidio, tortura, maltrato físico y psicológico al extremo, que sé yo... todo lo que se nos ocurra, lo importante es que no quede nadie vivo al final de la proyección, debemos inundarlos de drama, si al final los espectadores salen con ganas de suicidarse y con una depresión que les obligue a estar tomando Prozac una semana habremos conseguido nuestra meta! Una película muy tramposa, en fin. Tan exagerada que cae a veces en una especie de parodia involuntaria. Una lástima porque se podría haber hecho una obra interesante, pero se han pasado con el amargante. En lugar de una cucharada echaron dos litros.

Desde el primer minuto me he visto incapaz de sentir franca la propuesta. No es que el estado de las cosas no sea como nos muestra la película (conozco de primera mano el sistema educativo y todo es incluso peor que en ella). Por tanto, nada que objetar a su veracidad. Es el estilo impostado, pretendidamente original, creativo, de autor, lo que cansa y empalaga antes de verla. No se trata más que de la enésima historia remanida del profesor interino superenrollado, humano y empático que trae la luz y la redención a un grupo de chavales tan gamberros como perdidos en la vida pero en el fondo bonachones, agradecidos y a la postre enamorados del voluntarioso samaritano. Es Sidney Poitier, es el señor Bergstrom, el François Bégaudeau de "La clase" (2008), el Clive Owen de "Lecciones de amor" (2013). Es el mismo chivo expiatorio y el mismo final previsible y autocomplaciente, carente de valentía para denunciar el verdadero cáncer de la educación (el desprecio de la sociedad entera hacia el conocimiento) y cobarde para emitir un veredicto implacable: esos alumnos no tienen remedio y solo piensan en sus ombligos, pero en la misma medida que los más pijos de los colegios privados. Es todo eso, pero con el lastre de un aceite que refríe lo ya refrito.

Las historias paralelas del profesor invisible y de la niña callejera sonrojan por su ridiculez, transparencia y previsibilidad.

No estamos ante una reflexión sobre el mundo de la educación a pesar de la traducción del título. El protagonista es un profesor sustituto del mismo modo que podría ser un empleado de banca a pesar de que el mundo educativo aporta valor para mostrar todo aquello que el director pretende transmitir.
Estamos ante una visión dramática y angustiada de la indiferencia y distanciamiento en el que la mayoría de personajes viven para huir de sus responsabilidades ante el hecho de ser docente, padre, alumno o pasajero de un autobús. Este pasotismo vital impregna de una forma incluso un punto exagerada y rozando el ridículo la mayoría de los personajes, mientras el que pretende vivir con un cierto compromiso, como es el caso del protagonista, se encuentra con la imposibilidad de sumar y más solo que la una. También hay que añadir la "mochila" particular que tiene que arrastrar el profesor Brody: un abuelo terminal y obsesionado en negar un pasado tenebroso, una madre protectora y víctima a la vez y un carácter paranoico que debe adiestrar. Todo ello genera una lucha personal frenética y abrumadora filmada con una maestría destacable desde un monólogo en el presente que nos va contando una biografía llena de montañas rusas y reflexiones filosóficas sobre la propia existencia con apuntes de la niñez y sus traumas.
La utilización del movimiento tembloroso de cámara, el desenfoque o la estética realista cercana al documental busca una inquietante sensación opresiva que, en mi opinión, está al límite de entrar en el exceso y la redundancia petulante a pesar del resultado final sea más que aceptable.
Las interpretación del protagonista Adrien Brody, que recordamos de "El pianista", roza la perfección, destacando también los juveniles papeles femeninos de Sami Gayle y Bety Kaye.
Recomendada por los que busquen una auténtica y profunda reflexión sobre el mundo que nos rodea a partir de una visión angustiosa y perturbadora con una pequeña chispa de esperanza.