Biutiful

Es un cine poco adecuado para los tiempos de padecimiento en que nos hallamos sumidos.
Y es que hay quien ha venido al mundo a sufrir.
Iñárritu retrata las miserias de las personas más desarfortunadas sin concesiones. La vida es dura, en las películas de Íñárritu más aún.
Lo mejor: Bardem.
Lo peor: Que Bardem no salga más aún en la película.

Cuarto largometraje del mexicano Iñárritu y posiblemente el más flojo (su carrera va en un ligerísimo declive, como la de Amenábar), y primera sin su compañero de escritorio Guillermo Arriaga. Rodada en una extraña Barcelona que no se parece mucho a la que yo conozco, y desde luego en nada a la idílica de Woody Allen, llena de guiris forrados; Biutiful sitúa en la capital del mapa de las miserias humanas a la ciudad condal (la única cosa en común con Vicky Cristina sería la presencia de Bardem).
El director americano utiliza el mismo estilo que en su anterior "Trilogía del dolor", cámara al hombro en constante movimiento, tonos fríos, oscuros y tristes (el fotógrafo Rodrigo Prieto es el gran fichaje para compensar la falta de Arriaga), y constantes saltos en las tramas para complicarnos la labor de atar los cabos. El problema está en que, ante el temor de agotar el discurso y para así, hacerse notar, le confiere al film cierta lírica que la convierte en una especie de oda a la pobreza (todas las críticas que había leído hasta ayer lo acusaban de pasarse con la fealdad). De hecho hay ciertos detalles escatológicos a mi entender omitibles, pero sin los cuales Iñárritu seguramente no conciba la historia. Por otra parte creo que abre demasiadas tramas y que le cuesta cerrarlas, lo cual a veces nos llega a desorientar, aunque el tono realista hace que no necesite obligatoriamente solucionar todas las incógnitas que van surgiendo a lo largo de los -un pelín largos- 145 minutos.
La música de Gustavo Santaolalla está bien pero me da la sensación de que ya la he escuchado en Babel o en 21 gramos, y algunas frasecillas de pájaros y cosas trascendentales pecan de cursis en un film que se pretende social, pero se lo perdonamos por ser sensibilidad marca de la casa.
En resumen, no es una mala película, pero tal vez se acuse la ausencia de Arriaga en el guión y abuse un poco de su estética de suburbio y de lo feo. Bardem por su parte, y como acostumbra, está inmenso.

El observar las miserias humanas puede hacer que te sientas identificado con ellas y sus protagonistas y como consecuencias se puede producir empatía entre los espectadores y la historia o puede ocurrir que veas la historia como un tercero aislado y totalmente indiferente.

Esto último ocurre con Biutiful. Se le nota a Iñarritu la falta de su habitual coguionista Guillermo Arriaga y, aunque el relato de las vicisitudes de un padre entregado a sus hijos que se redime por el cuidado de estos de la vida de trapicheos y comisión de delitos en al cual vive y sobrevive podría parecer, a priori, estimulante lo que nos produce sopor desde más o menos del minuto diez. No ocurre desde el principio porque este (al igual que su final con un cerramiento de la cobertura del círculo) es atrayente y preciosista. Pero cuando empezamos a ver “la historia real” no dejamos de abrir la boca en constantes bostezos.

Un solo actor, magnifico y comedido como podríamos describir a Javier Bardem en su rol, no puede mantener una película que naufraga por varios lados como un barco con carcoma que aunque tenga un buen capitán no podrá salvarlo del naufragio. Está en unos de sus mejores papeles, pero no creo que pase de una nominación.

El navegar por afluentes que confluyen en el río (como son las historias paralelas que no tienen ningún sentido ni razón aquí) desemboca no en el mar sino en un vertedero seco.

Ir de cine social sin conseguirlo puede provocar reacciones antisociales y más bien de volver a un conservadurismo, e incluso a un sentimiento anti-inmigración, anti-enfermos mentales, anti,…etc., preferimos “Amores Perros”.

Biutiful, la última película del director mexicano Alejandro González Iñárritu, se introduce en las capas más pobres de la sociedad para mostrar la miseria a la que día a día mucha gente se ve abocada, donde sobrevivir es prácticamente cuestión de suerte, y donde la ley de la jungla impera por doquier.
Un buen calificativo para la película es "dura". Algunos pueden considerar las situaciones que nos presenta el autor como típicas o estereotipadas, pero eso no hace sino fortalecer el patetismo de nuestra sociedad, que aún viéndolas como algo siempre presente no hace nada por acabar con ellas, y se limita a bostezar.
La película parece querer mostrar que la pobreza es algo que se transmite de padres a hijos, y que quien nace pobre, pobre se muere, todo ello en una atmósfera tan degradante y pestilente que le hace merecer un enorme aplauso al director de fotografía Rodrigo Prieto.
El problema quizá reside en querer abarcar mucho, centrarse en demasiadas historias lumpenproletarias para, en lugar de conseguir que el espectador empatice con los personajes y su situación de supervivencia, lograr que ninguna de las historias posea un mínimo de interés.
Sin ningún lugar a duda, lo mejor de la película es la interpretación de Javier Bardem, que bien mereció el Premio al Mejor Actor en Cannes 2010, pero, hablando del reparto, hay algo que me revienta de los actores de habla hispana y que creo que únicamente me pasa a mí: no vocalizan. Y no sólo es que no vocalicen, sino que es que si a esto le sumamos el hecho de que hay escenas en las que están susurrando, la sensación llega a ser desesperante.
El personaje de Marambra (Maricel Álvarez) no creo que esté todo lo perfilado que debería, y quizá sea consecuencia del ya mencionado excesivo abarcamiento de historias, que poco aprietan a la hora de concretar.
Biutiful posee además un fuerte componente fantástico genialmente expresado que en ocasiones puede llegar a asustar.
En definitiva, Biutiful es un película aceptable, bonita, dura, pero bastante mejorable y nada del otro mundo.

Lo de Javier Bardem es realmente impresionante, qué GRAN ACTUACIÓN en MAYÚSCULAS... La película sigue en la misma línea que las anteriores de Iñárritu: ritmo muy lento, escenas repetitivas, banda sonora prácticamente idéntica... Si hubiera durado menos de 2 horas le daría más puntuación.