Inland Empire

Sí. Me gusta el cine de Lynch. O al menos casi todo el cine de Lynch, porque acabo de ver "Inland Empire" y me ha parecido una ofensa al buen gusto y sobre todo, un insulto a los espectadores que son capaces de aguantar tres horas de insufrible tormento (En serio, tres horas, a lo mejor se pensaba que estaba rodando "Lo que el viento se llevó").

He visto "Carretera perdida", "Blue velvet" y "Mulholland Drive", el trío de ases de Lynch. Pensé en dejarlo ahí y no aventurarme más en la pervertida mente de este señor, pero me arriesgué y me dispuse a ver "Inland Empire" con la mejor de las opiniones y total disposición. Mi sorpresa vino al final del primer tercio de la película, cuando se abandona la poca coherencia que había en todo el tiempo transcurrido de película y se comienzan a unir escenas e imagenes inconexas, que por mucho que he buscado en internet, leído críticas e intentado enlazar, no he sido capaz de construir más que un ligero puzzle que sólo es capaz de explicar veinte minutos de película.

Comparto la idea de que no todo tiene que ser fácil de entender. De hecho, me apasionan los retos y me dan mucha pereza las películas que te dan todo en bandeja. Pero lo de "Inland Empire" ha sido demasiado incluso para mi. Una cosa es hacer una pelicula difícil y otra escudarse bajo la denominación "Surrealista" para abortar un pseudoexperimento audiovisual repugnante.

De chaval tenía la (buena) costumbre de ir al cine cada domingo por la tarde, con dos colegas. Un día, al salir de un truño francés llamado “Kamikaze”, que iba sobre un payo que había diseñado un aparato para matar a la gente a través de la televisión, otro de mis amigos y yo comenzamos a poner a caldo la película. Hasta que el tercero en discordia sentenció, categórico: “No tenéis ni puta idea, majos”. Evidentemente, tenía razón; aunque él tampoco. Si siempre resulta aventurado emitir juicios solemnes sobre algo tan voluble como la creación artística, cuando uno se topa con una obra de Lynch es cuando no sabe a qué atenerse.

Conocí a un tipo que tenía por costumbre meterse una dosis de ácido antes de disfrutar de sus películas favoritas. Lynch ofrece la ventaja de que te puedes ahorrar el lisérgico para alucinar en colores. Muchas de sus películas son, literalmente, alucinantes. No porque sean mejores o peores, sino porque son una enorme alucinación de principio a fin, así que intentar buscar en ellas algo de coherencia, está de más. Ante una alucinación, sólo caben dos posturas, intentar salir de ella cuanto antes, o dejarte atrapar por el (mal) viaje y pasar un rato tirando a angustioso. Ambas posturas son igualmente encomiables. Porque, otra cosa no, pero aguantar “Inland Empire” de un tirón tiene un mérito sólo superado por la titánica tarea de intentar contar, palabra en boca, el argumento de la película. Y un fuerte abrazo para Laura Dern, pedazo de actriz, que borda su grotesco papel, y que seguro que todavía anda en tratamiento. Por cierto, en algunos planos es clavadita a Fran Vázquez, el pívot del Barça.

No ya entender, sino contar una peli de Lynch es casi imposible. De hecho, no sé cómo él mismo es posible. Pero le tengo un gran respeto. Ha demostrado que si se pone a hacer películas “convencionales”, las hace como el mejor: “El hombre elefante” o “Una historia verdadera” son prueba de ello. Así que tiene barra libre para flipar todo lo que quiera, porque, además, sus paranoias me inquietan, incluso he de reconocer que algunas me fascinan. La familia conejo es un puntazo. Lo que sí es cierto es que esta vez la alucinación se dilata en exceso; tres horas de paranoia es demasiado. Pero el tío es un artista, probablemente un gilipollas también, como tantos otros. Mucha gente le repudia, y seguro que por buenas razones. Yo mismo, pero sólo de modo esporádico. A veces me invade esa mayoritaria sensación de que David me está tomando el pelo, pero aguanto, aguanto, y al final dejo que me lo tome. Por eso me queda ya tan poco.

Aquel que aborrezca el cine de Lynch, será mejor que se aleje rápido de esta cinta, cumbre de la incongruencia que ha caracterizado a muchos (momentos) de sus películas. Aquel que esté dispuesto a hacer un viaje sin freno a los límites de la lógica, y esté dispuesto a traspasarlos, aunque no llegue a ningún destino, disfrutará con Inland Empire de una manera que el séptimo arte nunca había ofrecido.

Es ilógico buscarle la lógica a una ¿película?, como esta.

Inland Empire no aspira a contar una historia, ni siquiera quiere que los espectadores empaticemos con sus personajes.

Inland Empire es un descenso a los mecanismos de la locura desde un punto de vista metafórico con la “tranquilidad” de un estado de ánimo en exaltación constante.

Inland Empire es un (inolvidable) experimento que va más allá de la la narrativa para adentrarse en el inconsciente, todo lo relacionado con el estímulo y el instinto, y con los rincones malsanos de los recovecos de la mente.

¿Y si pudiésemos escribir una sinopsis que hiciera justicia a Inland Empire, cual sería? Tal vez diríamos que se nos cuenta la historia de una famosa actriz que tiene una aventura con el compañero de reparto de su próxima película, advertido de que no lo haga. Y de que esa película es un remake de una cinta polaca supuestamente maldita porque sus protagonistas murieron. Y que en el set donde se rueda, nuestra famosa actriz cae como Alicia en un agujero negro, atrapada en una realidad que no existe, que perturba su yo interior, y que ni ella ni nosotros llegamos a saber si es real o si existe lo real.

Pero no merece la pena tratar de vulgarizar a Inland Empire convirtiendo su estilo particular en el general. Lo que Lynch nos ofrece aquí es un ejercicio de estilo y perturbación, en el que disfrutar del poder onírico de unas imágenes que se parecen a aquello que vemos cuando cerramos los ojos pero no soñamos. Lo que podemos disfrutar de una película que provoca tal desazón, es el apasionante descenso a los infiernos de lo desconocido. Y lo que podemos disfrutar, es, sin lugar a dudas, el extraordinario e inaudito trabajo de Laura Dern, en el mejor papel de una carrera sembrada de tropiezos, pero que con este personaje, para todo aquel que lo vea, convierte su labor como actriz en algo histórico y nunca visto.

Rodar la ficción (la realidad ficcionada como se suele decir) es una tarea muy complicada donde el director corre el riesgo de exagerarla o minimizarla si no anda con pies de plomo.
La realidad nos rodea, no es tan difícil plasmarla en imágenes porque tan sólo hay que echar un vistazo alrededor, al exterior.
David Lynch plasma lo que hay en el interior, en el sueño, en el inconsciente, en lo que no nos podemos fijar porque tarde o temprano tendremos que despertarnos. Y su soltura en este campo es maravillosamente surreal. Durante casi tres horas nos hace abandonar toda lógica para sumergirnos en sueños, pesadillas, deseos, visiones, sentimientos... David Lynch rueda lo que otros no pueden ni imaginar y el resultado es una película única que no ofrece respuestas, sino preguntas. A través de laberintos oscuros cuyo final desconocemos, descubrimos que ninguna pregunta ha sido respondida pero da igual. Los sueños tampoco tienen respuestas y a todos nos encanta soñar.

Inland Empire es la obra más compleja de la trilogía que completa Lynch con Mullholand Drive y Lost Highway. El tema de las 3 es el mismo; la lucha del consciente y el subconsciente.
Inland Empire es un; sueño, alucinación, mundo paralelo, descenso al infierno, ascenso al cielo...(cada uno a su entender). Cada mente es única, y funciona de un modo, por lo que nuestra mente no entiende exactamente que pasa por la mente de otros, Lynch nos enseña el funcionamiento de una mente (muy atormentada), con posiblemente el mayor porcentaje de aciertos de la historia del cine. La he visto 2 veces y aun me resulta imposible no perderme en las mil divagaciones de la protagonista, por eso no voy a darle un 10, porque no puedo probar la total perfección de esta obra cumbre del cine moderno. Recomiendo no obsesionarse en resolver todo el puzle, y simplement disfrutar del ambiente claustrofóbico, enfermizo y desgarrador, que es capaz de transmitirnos el señor Lynch. (Advertencia: ver esta película mezclada con drogas puede resultar peligroso).
No obstante no puedo hacer una crítica de una película como esta, sin decir algo acerca de su argumento, ahí van unas claves (Spoiler).