La clase

Hay pocas cosas que me produzcan mayor capacidad de sorpresa que el cine, con frecuencia tan previsible pero en ocasiones, las menos, tan fascinante. Una de esas cosas es la reacción del público ante ciertos productos cinematográficos.

Cuando se estrenó “La clase” en las salas, ya hace más de tres años, me negué a ir a verla, al menos pagando, porque las referencias que tenía de ella a través de terceras personas y lo que había leído en algunos medios “especializdos” me tiraba pelín para atrás. El otro día tiré de disco duro y, en esta ocasión, no hubo sorpresa.

Vale, soy un impresentable y descerebrado plagado de prejuicios, amante de profecías autocumplidas. Pero también llevo unos cuantos años metido en las aulas, rodeado de adolescentes al menos tan prejuiciosos y descerebrados como yo, de profesores de similares características y de padres y autoridades educativas no mucho más recomendables. También he visto dos o tres películas y me he leído un par de libros. Todo ese bagaje, más bien escaso, pero apostaría algo a que más sólido que el de muchos que pontifican sobre la película, me permite concluir que estas dos horas son un puro aburrimiento, manierismo documentalista revestido de supuesta originalidad y con un pretendido afán de denuncia social que no aportan absolutamente nada que no sea sopor y vacío voluntarismo.

Supongo que no seré el único que piensa que un par de minutos impartiendo clase en cualquier centro de secundaria ibérica, al menos en la pública, que es la que conozco, te aporta una visión mucho más certera y crítica de la situación educativa y de los problemas que pasan por las mentes de los chavales más o menos desfavorecidos, de sus familias, de tus propios compañeros. Lo vives tú. La película puede llamar la atención de los profanos del mundo educativo, aunque me cuesta creerlo. Pero que haya tenido éxito entre los docentes no hace sino confirmar mi creencia en que todo es susceptible de empeorar. Y la educación, cada vez más, tiene, por desgracia, un amplísimo margen de maniobra.

Au revoir.

Tenemos un problema de planteamiento. La clase es un híbrido entre lo fílmico y lo documental. Esto no tiene por qué ser un problema, pero en este caso sucede que ese travestismo genera una confusa sensación de indeterminación. Como juega a ambas cosas, las intenciones no quedan claras y al final no sabes con quién se casa. No es que haga falta que se emparente con ninguno de los dos, pero no vale quedarse justo en el medio, sin renunciar del todo a ninguno.

La realización me parece bastante interesante, si bien tiene algo muy molesto: la irritante manía de mover la camarita todo el rato, hacia arriba, hacia los lados, hacia donde sea, casi siempre ese molesto y sutil temblor. Nefasto vicio del cine autorial y 'moderno'. No es que ocurra todo el rato, pero cuando lo hace me pregunto por qué son incapaces de ver que no pueden ser innovadores todo el tiempo. También me disgustó el claustro de profesores: cero peleas, cero conflictos. Cuando al principio salen todos super felices y luego brindan con el champán y eso, esperaba que ese idilio se fuera resquebrajando. Pero nada.

La mayor virtud de la cinta es la veracidad que exhala en muchos aspectos. Se nota y mucho el trabajo de campo del director y cia en el colegio, seleccionando a los niños, preparándolos para el rodaje, etc. Como recreación de realidad y ventana y todo eso, magnífico.
Como película, irregular en términos de trama. Asimétricamente trazada.

Como profesora, y además ya de vacaciones, esta película ha sido como rebobinar y ver partes del curso: clases, la evaluación, consejos escolares... Y aunque es realista y parece que nos convertimos en espectadores del día a día en un instituto con la problemática actual, se deja muchos problemas sin tocar_ y más para la localización de dicha escuela: ¡en un barrio marginal de París!??

No ahonda en nada y se hace larguííííísimaaaaa. Con ese metraje se podrían haber contado más cosas, o seleccionar ciertos problemas pero dándoles un tratamiento más profundo.

Me parece excesivo todo lo bueno que se ha dicho de ella. No sé si a mí no me dice nada por mi profesión, o por la carencia de una historia o trama al tratarse de un pseudo-documental,pero no la recomendaría a no ser que queráis pasaros más de dos horas viendo solo una décima parte de lo que nos encontramos en nuestro dia a día con los alumnos y algunas posibles diferencias con el resto de profesores. No apta tampoco para gente que odie modernismos tipo cámara en mano y solo primero planos (lo que por cierto no es mi caso).

O cambia mucho esto, o la esperiencia piloto de utilizar las salas de cine para ver partidos de fútbol se va a convertir en una constante.
Si esta película es un exponente de buen cine actual estamos apañados. Se hace bastante pesada, y no porque sea un docudrama, porque hay películas rodadas como un documental que son muy entretenidas, " El rey del Rodeo" de Sam peckinpah, buenísima.

Imagino que a estas alturas no habrá quien vaya a leer esta crítica. Bueno, de todas formas no es una crítica. No obstante, lo que yo quiero expresar no es sino la diferencia entre la película en sí y lo que ésta trataba de explicar.

Sinceramente, creo que la dura realidad que debería haber transmitido esta película es que realmente nada sirve para nada. El trabajo como músico, profesor, psicólogo, cocinero, médico, obrero... Nada sirve para nada. No son más que trabajos que nos dan de comer, porque si no, no lo haríamos. Y la escena que se muestra en la última escena, cuando la chica dice que no ha aprendido nada, eso no es más que la punta del iceberg. ¡Porque se siente infeliz! El error está en ver que estos "trabajos" nos darán la felicidad, por mucho que nos puedan gustar.

Hay que revisar el concepto de la "pasión" (el amor por algo) e investigar por qué seguimos asociándolo con nuestros estados internos.