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El hombre de mimbre

Intriga. Terror Una carta que hace sospechar que una joven desaparecida ha sido asesinada lleva al sargento Howie de Scotland Yard hasta Summerisle, una isla en la costa de Inglaterra. Allí el inspector se entera de que hay una especie de culto pagano, y conoce a Lord Summerisle, el líder religioso de la isla... (FILMAFFINITY)
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Críticas 77
Críticas ordenadas por utilidad
13 de febrero de 2011
58 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se insiste en otras críticas que la peli no es de terror. Será porque no se ven vísceras, supongo. En mi casta opinión, ver a un grupo de niñas de 9 años gritando "falo" a coro es terrorífico.
También me acojona eso de conservar el cordón umbilical en el jardín o que todo la gente del bar cante "la hija del tabernero es un puta" delante de un sonriente tabernero.
Las conclusiones de cada cual sobre el mensaje de la peli son respetables, y a la vez discutibles. Se terminaría antes preguntándole al propio director, pero como he perdido su móvil, también divagaré por mi cuenta:
creo que Robin Hardy (o Shaffer) enfrenta catolicismo y secta para criticar la primera, dando a entender que es igual que la segunda. Para ello recalca el tabú de aquella en lo que a sexo se refiere, esencialmente. Es decir: si te escandalizan los rituales sexuales que aquí se muestran, eres un católico santurrón.
El tema es que a mí me escandalizan, y sin embargo cualquier religión me parece ridícula.
Lo de siempre: un grupo de skins con bates en una acera, un grupo de okupas con hachas en la otra, y yo en el puto paso de cebra.
Sines Crúpulos
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22 de octubre de 2015
22 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada creo que es obligado reflexionar sobre la calificación de película de CULTO. Cuando veamos u oigamos que El hombre de mimbre es una película de CULTO, tenemos que entender que se refiere al culto religioso que se profesa en la película, por un lado el poli y por el otro el culto pagano al que se han apuntado los isleños.
Después, liberemos la mente… Pero con sentido crítico.
¿Dónde nos quieren llevar con este culto? Observemos la presentación del drama.

Aparición de un policía con ideas trasnochadas, exagerando su religión muy a propósito para el corte dramático y justo en frente, al otro lado, pongamos al melenas simpaticorro que se dedica a promover botellones alrededor del fuego y a que se baile en corro todos en pelotas El baile del pañuelo de Leonardo Dantés. Sí, abramos la mente… Ya verás que risa. Y, lo siento, pero sí, abro bien la mente y los ojos y... ¡Toma ya! Veo a Benny Hill corriendo detrás de todas las mozas que saltan alegremente en cueros y se lo pasan en grande, un poco tontas pero bien, y mientras Benny Hill frotándose las manos de satisfacción. Qué sí… Y luego veo también, muy cabreado, al policía de la serie del cómico que no quiere más que poner orden. O sea, que mejor voy a dejar de ver cosas.

No me ponga usted en esos dilemas porque la trampa está clara. No hay nada provocador, no hay nada así en el hombre de mimbre, ni mucho menos se cuestiona ninguna actitud moral o religiosa por plantear dos posiciones en contra, siendo las dos totalmente equívocas, necias y ridículas.
¿Acaso alguien puede plantearse la película como una legítima postura la de andar en pelotas dando culto a un tótem o cosa parecida? ¿Esta es la posición tolerante a la que hay que llegar para pasar ampliamente de antiguas reglas puritanas perniciosas e inaceptables?
¿De verdad que es grandioso que Britt se ponga en pelotas para hacer contorsiones superando con su naturalidad la moralidad trasnochada del poli que se la casca pegado a la pared? Jode, tío. Tan natural o vicioso puede ser lo uno como lo otro.

No nos engañemos. Ahora bien, si quieres posicionarte estás en tu derecho. Lo que nos gustaría es más seriedad cuando el poli va preguntando por una niña extraviada, porque no hay intriga ni nada que se le parezca, nada más que un corte detrás de otro que se va llevando el pobre según le contestan, aunque a la hora de husmear por las habitaciones se encuentre con una gachí que se está bañando en un barreño (lo mejor de la película, impactante). Qué sí, hombre, si quitamos esa aparición sorpresiva (y lo que podría haber ocurrido ya fantaseando), lo demás son chorradas.

Los desnudos o el naturalismo, como quieras llamarlo, es lo único que llama la atención y puedes puntuar eso, incluso alto, pero no piensen en más, porque el hombre en el cesto pues queda un poco patético... Algo puesto para que los visionarios alucinen y se puedan explayar y descubran mundos habitados en otras galaxias e imaginen rincones muy cultos aún inexplorados en su mente, pero por su cuenta..., porque la película no te va a proporcionar nada inquietante.
floïd blue
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17 de febrero de 2009
24 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un thriller? Una de terror? Un musical erótico? Un tratado de humor negro? Un manifiesto pagano? Mejor no explicar nada, ni siquiera el argumento. Hay que verla, dejarse llevar y sorprenderse. Y no perderse los cantos de sirena de Britt Ekland. Extraña y fascinante.
Max Rebo
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25 de noviembre de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de esas películas que por supuesto no deja indiferente, tampoco olvidas, pero no tienes claro si es una buena película.

El planteamiento es interesante, un policía llega a una isla para investigar una desaparición, y descubre que los habitantes de la misma son miembros de una especie de religión pagana con sacrificios y sexo por doquier.

Es un film atrevido, en el que el desasosiego poco a poco se va apoderando de una trama que pronto ves que no puede terminar bien.

Tiene momentos de sexualidad gratuita, unos entre originales y horteras números musicales un tanto inquietantes, y cosas memorables como el estilismo de Christopher Lee que en un momento dado llega a transmutarse en Mario Vaquerizo.

No sé, alucinas con la historia, la estética, la forma de contarla, lo maniqueo que es todo, .... pero al mismo tiempo es original y genera estrés y desasosiego, que me imagino que es su objetivo, tiene ese punto incómodo y terrible de ¿Quien puede matar a un niño? de Narciso Ibáñez Serrador realizada pocos años después.

Una de estas películas de culto, rarezas, que está bien conocer.
zymu
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21 de octubre de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los rituales religiosos han sido una práctica llevada a cabo por la humanidad desde tiempos inmemoriales. Ya Homero nos narraba, supuestamente, con pelos y señales aquellas hecatombes perfectas que el ingenioso Odiseo y la prudente Penélope ofrecían a los dioses para mostrar su gratitud. Aquello sí que era fe ciega, teniendo en cuenta que el desventurado héroe poco tuvo que agradecer a unos dioses que jugaban con su suerte y le hacían padecer toda clase de tormentos.
La religión es uno de los temas más controvertidos de la sociedad, y esto es así desde que existen varias creencias y cada una de ellas afirma ser la única y verdadera. Pese a las diferencias que se puedan encontrar, todas comparten un patrón común, la interpretación de un texto sagrado. La rigurosidad con la que se afronte dicha lectura será el factor que marque el nivel de extremismo del grupo, de esta manera es como se forman la mayoría de los colectivos fundamentalistas o sectas destructivas, cuyos líderes pueden llegar a ser personas potencialmente peligrosas. Sus dotes para la manipulación combinadas con un insano fanatismo, son capaces de conseguir que miles de personas actúen bajo sus órdenes como meros autómatas.
Es precisamente este fanatismo el factor clave en el trabajo de Robin Hardy, una obra que ha ido cobrando gran importancia con el paso de los años hasta convertirse en lo que es hoy día: uno de los clásicos indispensables del cine de culto. La provocadora crítica de tintes oníricos se presenta como un filme denuncia que no duda en cargar contra la religión en general, aunque se centra en gran parte en la católica, personificada en un devoto policía con aires de colonizador que desacredita constantemente las creencias de los lugareños, sin dejar de preguntarse cómo pueden adorar algo que no son capaces de ver, mientras por las noches se arrodilla para rezar antes de irse a la cama.
Hardy pudo haber encabezado nuestra lista de “directores por un día” de no ser porque en 2010, treinta y siete años después de su genial ópera prima, firmó la secuela de ésta, titulada The Wicker Tree. Un filme tan evitable como también lo fuera el remake americano de El hombre de mimbre, del que se encargó Neil LaBute, The Wicker Man, 2006, con Nicholas Cage a la cabeza.
En la versión original de 1973, un policía escocés viaja a la isla de Summerisle siguiendo la pista de una carta que le ha sido entregada y en la que se denuncia la desaparición de una joven de doce años. El extraño comportamiento de los oriundos, que afirman no haber visto nunca a la niña, pone en guardia al agente que pronto se verá envuelto en una minuciosa búsqueda bajo la desconfiada mirada de los vecinos del pequeño pueblo. Las prácticas libertinas y el paganismo del que los habitantes hacen gala, escandalizan al sargento Howie cuya moralidad se verá puesta a prueba. La búsqueda se volverá más esotérica una vez que aparezca la figura de Lord Summerisle, el líder espiritual y político de la isla. Todo dará un giro argumental asombroso conforme nos vayamos acercando al inevitable y apoteósico final.
Christopher Lee, el mayor icono del cine de serie b, y para muchos el mejor Conde Drácula de la historia, Drácula, 1958, interpretó una de las más grandes actuaciones de su carrera, dato que no es de extrañar teniendo en cuenta que fue la motivación el único factor que le llevó a aceptar el papel, accediendo a participar en la película de forma gratuita.
El guionista Anthony Shaffer, que ya por entonces gozaba de una gran popularidad tras haber escrito el guion de La Huella, 1972 y la adaptación de Frenesí, 1972, se convirtió en la gran atracción publicitaria hasta el punto de que su nombre formó parte, en un principio, del título de la película. Un guion muy consistente cargado de conversaciones metafóricas que ponen en evidencia la sinrazón de ciertos cultos, mostrando dos caras de una misma moneda. Por un lado, la hipocresía con la que se representa a la iglesia católica, todopoderosa y con delirios de grandeza, sintiéndose capaz de condenar todo aquello que se escape de su razonamiento. Por el otro tenemos a los paganos, una hermandad que practica el amor libre y destaca por la desconfianza con la que miran todo lo que viene del exterior, una congregación muy territorial que reacciona como un animal asustado ante cualquier intento de invasión, primero se esconde y cuando se encuentra acorralado, responde con violencia.
La supuesta integridad de la que presume el protagonista se tambaleará en una de las escenas cumbre de la película, cuando la bella hija del posadero baile pecaminosamente desnuda en la habitación contigua, golpeando la pared a modo de reclamo, a la vez que intenta seducirle con su erótico ritual. La dulce voz de la joven llegará a los oídos del beato como el canto de las sirenas llegaba a los de Ulises mientras se encontraba atado a un mástil que le impedía sucumbir, en esta ocasión el mástil tendrá forma de cruz.
Ciertamente es lo enigmático y oscuro del tema lo que lo hace tan atractivo, las agrupaciones sectarias siempre han estado envueltas en un halo de incomprensión y ocultismo que el cine ha plasmado con mayor o menor acierto, como es el caso del filme de Jaques Tourneur, La noche del demonio, 1957, o la moderna y exagerada película de Kevin Smith, Red State, 2011, centrada en la figura real de Fred Phelps.
El resultado del experimento de Hardy fue una transgresora cinta que aportó frescura al género de terror, que por entonces ya se encontraba muy deteriorado, creando, de manera magistral, un ambiente agobiante y una sensación de incomodidad difícil de aguantar entre los aldeanos de un pequeño pueblo de Escocia y un sargento de policía de la capital.
El hombre de mimbre vuelve hoy a proyectarse, con todo merecimiento, en los cines de todo el mundo gracias a su nueva versión remasterizada.
Peaky Boy
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