El bosque del luto

Mira que me gusta el cine japonés pero esta película se pasa de la raya. La lentitud excesiva, el sinsentido de algunas escenas, en fin, lo mejor de la película es su no excesiva duración. Media hora más de este rollo insufrible hubiera sido ya demasiado. Y mira que los paisajes son preciosos, que la música está bien y que los actores no dudo que sean buenos. Pero es que el cine tiene que contar una historia que mantenga al espectador interesado. Yo, con las cucamonas del anciano entre los setos ya me dije: "Bueno, a soportar esto hasta el final".
En suma: un tostón de campeonato.

Naomi Kawase sigue con el tema recurrente de su filmografía: la pérdida de los seres queridos. En esta ocasión, a traves del viaje emprendido por dos almas heridas y perdidas, que encuentran aliento mutuo. No se trata solamente de un viaje físico por las profundidades del bosque, donde los personajes se funden con la naturaleza y sus fenómenos meteorológicos (como si de volver al origen se tratara), sino también espiritual. A medida que avanzan por la ladera del bosque entre lluvias torrenciales, la oscuridad inicial va dando paso a la luz, a la liberación, al final del luto.
Con un tono impresionista y una cámara deseosa de captar y trasmitir la belleza de las relaciones entre los personajes y la naturaleza, Kawase nos regala para deleite nuestro, un sinfín de escenas de gran poética que conmueven. Especialmente dos, pero eso no os lo cuento, lo tendreis que descubrir...

Después de su éxito en el Festival de Cannes y de su precioso título esperaba encontrarme con una pequeña maravilla asiática, de esas que te deslumbran la vista y te remueven el corazón, pero no ha sido así.
El bosque del luto quiere hablar de como la pérdida de un ser querido provoca un dolor que ni siquiera el tiempo es capaz de mitigar. Para ello la película pone en contacto a dos personajes que sufren por ese motivo. Un anciano que perdió a su mujer treinta años atrás, y a una de las cuidadoras de la residencia en la que vive, que también ha sufrido con la pérdida de un hijo de la que se siente culpable. Su relación, aunque muy distante al principio, se va haciendo cada vez más cercana, hasta que juntos viven una experiencia liberadora en el bosque que da título a la película. Un lugar donde uno se enfrenta a su dolor y consigue superar la tragedia.
Esto que así contado suena más o menos interesante y poético en manos de la directora Naomi Kawase no funciona como debiera. La primera parte de la película, en la que vemos la difícil relación entre los dos protagonistas resulta bastante distante por la escasa simpatía que despiertan los dos personajes. Pese a ello hay momentos en los que se aprecia algo de esa poética plasticidad del cine asiático.
La segunda parte, cuando los protagonistas se adentran en el bosque del luto, resulta muy atractiva en la sensibilidad de sus imágenes y en la forma en que los personajes conviven con la naturaleza, pero, en cambio, es muy difícil entender lo que todo eso significa para ellos. Quizás esa especie de liberación que supone para ellos la experiencia que han vivido forme parte de la cultura japonesa, pero a mí me descoloca totalmente.

Ese título no es mío. Es un himno espetado por las masas en la sesión de filmoteca de mi ciudad, donde entramos esperando una revelación existencial y salimos implorando por una guillotina.Pero no voy a ser del todo demagógico y voy a explicar el por qué de mis lamentos.

Tenemos a Machiko, trabajadora en una residencia que ha perdido un hijo, y tenemos a Shigeki, anciano que perdió a su mujer.Son dos personajes atormentados que se encuentran en distintas fases del dolor: una es jóven y lamenta la reciente pérdida desde la cordura, y otro es mayor y ha llegado a límites de introspección que pueden hacernos dudar sobre su salud mental. Hasta aquí, el juego que aparentemente puede dar su relación es más que atractivo, y la belleza de las imágenes parece salvar la lentitud del metraje inicial hacia una verdadera relación terapéutica.

Pero aquí comienza el tedio: ambos se adentran en el bosque del luto, en el que tradicionalmente se llora a los muertos, y de el cual ambos no querrán salir para poder expresar su dolor. Para ello la directora se sirve de un nuevo personaje: La propia naturaleza. Un personaje que cuando es captado por el espectador no requiere más presentación, pero el problema es que aún le quedan 45 minutos de metraje, y tanto la naturaleza, como Machiko, como Shagaki, no saben comunicar su relación al espectador, al que sumen en un estado de somnolencia, de sopor, y por tanto, de desconexión emocional. Por aquí,y llámenme glorificador del cine de palomitas, yo no paso. ¡Yo, un amante de Lost in translation!.¡Yo, que juré nunca darle la razón a Javier Cortijo, crítico del ABC, habré de a citarle(aunque,todo sea dicho, el hablaba de otra película), para resumir mi opinión!: "Coñazo. Y que me cuelguen de los pulgares los apóstoles del poscine y la madre que los parió."

El interés de la película radica en dos aspectos. El primero de ellos está en la conexión que se produce entre los dos personajes protagonistas: ambos conectan por sus respectivos tormentos y sentimientos de culpa, pero se necesitan, se apoyan y se comprenden en su camino hacia la paz interior. El otro es el sentido de la estética, sin embargo, esto es una constante en el cine oriental. El mayor pero del film está en su ritmo pausado, no obstante, es posible que el ritmo sea el más adecuado para el desarrollo de la historia.

Si tuviese que resumir en una o pocas palabras mi opinión sobre la película, diría que es interesante, pero lenta.