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Las vacaciones del señor Hulot

Comedia En un balneario de la costa atlántica, los veraneantes son incapaces de apartarse de sus rutinarias costumbres urbanas. Hasta que llega monsieur Hulot al volante de su viejo cacharro y rompe la calma estival. Para gran alegría de los niños, Hulot ofrecerá a los huéspedes del hotel unas vacaciones inolvidables. (FILMAFFINITY)
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
5 de febrero de 2009
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Será que el Atlántico ha lamido mi piel desde pocos meses después de nacer, que mis pies han recorrido kilómetros y kilómetros de arena dorada, que la brisa y el viento del mar me han susurrado en los oídos desde antes de que yo pudiese recordar.
Será que el cielo azul se ha extendido benigno e interminable sobre una treintena de veranos, derramando la luz esplendorosa de un sol que, en el solsticio de junio, llega a brillar durante quince horas seguidas.
Será que todos mis veranos saben a playa, a turistas de todo tipo, a muchedumbre que aprovecha la canícula estival para abarrotar los hoteles y pensiones, para alquilar habitaciones de particulares y casas de veraneo, para sentarse al aire libre a disfrutar de comidas marineras, de tapitas, aperitivos y helados, para pasear por las orillas, tomar el sol y aliviar el calor en las aguas del océano, para ir a los festejos y hacer excursiones. Una marea humana que llega en tropel cuando los primeros calores fuertes se anuncian, y que se marcha cuando el otoño empieza a llamar a las puertas.
Nuestra era es la era del turismo, de millones y millones de personas que aguardan a sus vacaciones laborales para viajar y desconectar. Muchísimas eligen las playas, un tentador reclamo de ocio y relax. Pese a los mil inconvenientes e incomodidades de la masificación, la mayoría se niega a renunciar a los placeres del sol, del mar, de la brisa y de la arena.
El señor Hulot, nuestro desastroso, galante, simple y despreocupado protagonista, es la excusa de Tati para explorar y observar esos veranos dorados y cálidos que promueven la migración de los turistas en busca de diversión, expansión, nuevas amistades, amores furtivos y experiencias que atesorar. Ese pintoresco hotelito a pie de playa, los clientes que se reúnen para las comidas y para charlar, jugar sus partiditas y escuchar la radio o el tocadiscos, los bañistas, los niños jugando y gritando, jóvenes flirteando, paseantes que aspiran el aire salado y admiran el paisaje… Y, por supuesto, Hulot, que viene a alterar, involuntariamente, la paz del resto de los visitantes y del personal del hotel, y a ponerlo todo manga por hombro.
Un homenaje de Tati a los gags del cine mudo y a esas comedias inocentes, frescas y algo socarronas centradas en la acción de los personajes más que en los diálogos, en los gestos, en las interacciones, en los pequeños desastres y en los planos generales que nos hacen testigos de los quehaceres corrientes de una multitud con cuyas costumbres y manías llegamos a familiarizarnos y a encariñarnos. Amaneceres, mediodías y atardeceres en esa playa de ensueño, un lugar de paso en el que Hulot y sus compañeros de vacaciones dejan su particular impronta, bailando la danza de los perezosos días al son de una música ligera y pegadiza que lleva en sus notas la esencia de la alegría de vivir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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24 de julio de 2010
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El particular cine de Tati puede hacer comprensible que haya gente que lo fusile.
Tati era un perfeccionista, de ahí que los gags sean muy elaborados; tienen una gran fuerza visual y son tremendamente efectivos. Tati hará que el Señor Hulot vaya de estropicio en estropicio como quien no quiere la cosa.

Según sus propias palabras, para el personaje de Hulot se inspiró en las maneras de un sargento que conoció cumpliendo el servicio militar.
Es verdad que de entrada mosquea un poco el amigo Hulot, no dan muchas ganas de sentarse con él a comer después de una mañanita de playa, relajada y sin problemas. Te la va a liar, tenlo por seguro, aunque sea sin querer; además que el tío cae fatal a los camareros y a la mayoría de los clientes.

Las vacaciones de Monsieur Hulot, lejos de los avances tecnológicos, de la globalización y de los agobios, son unas vacaciones llenas de optimismo, con un cuadro social humanizado a tope muy fácil de notar y, muy importante, siempre serán unas vacaciones para una película fresca y original.
Uno de los grandes cómicos del cine. Si logras divertirte en ese hotel y con los personajes que aparecen, Tati permanecerá siempre en tus recuerdos.
floïd blue
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25 de octubre de 2007
45 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de concurrir por esta estupenda página y tratar de hacer críticas sabihondas que demuestren la vastedad de mis conocimientos sobre el 7ª Arte he llegado a la conclusión de que NO soy cinéfila, sobre todo porque:
- Me aburro con Tarkovski.
- Duermo a pierna suelta con Wong War Kai.
- Me corto las venas con Kubrick.
- "El sol del membrillo" me parece la película más soporífera de la Historia.
- Y no me río con Tati.
La película que nos ocupa me resultó un coñazo insufrible y desde luego no apto para todo tipo de públicos.
Eso sí, si uno es, por ejemplo, un arqueólogo del cine que quiera ver pura comedia de gags fosilizada, con pinceladas de crítica social muy light, apreciará las sutilezas varias de "Las vacaciones del señor Hulot" y sin duda le sacará mucho mejor partido que el que yo le he sacado.
Neathara
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14 de enero de 2008
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy a negar que las intenciones de Tati en esta película como en "Mi tío" son excelentes y con un interesante trasfondo de crítica social, pero si bien la que nos ocupa me ha gustado más, Hulot sigue pareciéndome un personaje aburrido y soso. El humor francés siempre ha sido así. Comparar a Tati con Chaplin me parece una aberración y un insulto a los que amamos el mejor cine. La crítica especializada en España siempre ha denotado una gran debilidad por el cine galo, que yo, salvo raras excepciones, no comparto. El señor Tati no es una excepción.
"Las vacaciones del señor Hulot" me parece un film fallido y que, a pesar de sus 83 minutos de duración, se hace largo, no por su ritmo lento, que es adecuado, sino por unos gags faltos de garra y protagonizados por un personaje bobo, infantil y tremendamente insípido, que sólo ha conseguido hacerme sonreir un par de veces en toda la película.
jano
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17 de octubre de 2010
16 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mi gusto, un viaje al mar es una de las cosas más relajantes, divertidas y placenteras que se me pueda dar, y alguna vez pensé que las playas francesas podrían ofrecernos un magnífico programa como para pensar en ellas en algún momento de bonanza… pero, luego de ver “LAS VACACIONES DEL SEÑOR HULOT”, he quedado con la sensación de que un paseo semejante sería más aburrido que oir una misa con dolor de muelas.

Jacques Tati, toda una promesa luego de su simpática “Día de fiesta”, nos sale ahora con el más desabrido intento de hacer el tonto, el importuno y el tío calamidades en un ambiente gélido y rígido como el que más. Por más esfuerzos mentales que me he procurado para descubrir que es lo que ha hecho de esta película un clásico de la comedia europea, he llegado a una conclusión simple y muy paisa: De nuevo los “genios” de las viejas enciclopedias nos han querido meter chucha por guagua.

¿Cuál es la historia? Monsieur Hulot, llega en su cacharro a una playa francesa donde, sin ningún afán de mar, pasará sus vacaciones cometiendo unas cuantas torpezas, molestando a uno que otro turista y metiéndose donde no le llaman. Como en su filme anterior, “Día de fiesta”, Tati es el centro de todo y los demás “actores” son simples figurantes que no dejan ninguna huella porque no hacen absolutamente nada representativo… bueno, alguien podría argüir que son magníficas las piernas que nos enseña –alguna vez- Nathalie Pascaud.

La composición escénica, además de teatral, denota una gran falta de soltura y espontaneidad, dejando a la película no muy lejos de un primerizo ejercicio escolar en estos y en otros aspectos. Hay quienes argumentarán la falta de recursos, pues se ha dicho que Tati tenía grandes problemas para conseguir que le financiaran sus obras, siendo esta la causa para que apenas realizara cinco películas en 22 años. Pero, también hay que decir que su sentido del humor era de limitados recursos, demasiado parsimonioso y con escasos aciertos a la hora de crear sus propios gags. En este filme yo descubrí apenas tres momentos atinados: el perro inamovible ante su amenazante carcacha, la escena con el tarro de pintura en la playa, y cuando Monsieur Hulot intenta llenar la regadera en una noria en movimiento, para apagar los fuegos artificiales que estallaron. El resto, ni fu ni fa, sin gracia, sin encanto, sin arte.

En conclusión, siento que ésta es otra de esas comedias atrapadas por los pelos para convertir en obra de arte o en obra maestra lo que no merece serlo.
Luis Guillermo Cardona
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