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Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera

Drama Dos monjes viven en un monasterio aislado. Bajo la atenta mirada del más viejo, el más joven ve pasar las estaciones de la vida. Primavera: un niño monje se ríe de una rana que intenta librarse de una piedra que tiene en la espalda. Verano: un monje adolescente conoce el amor. Otoño: un monje de treinta años intenta hacer algo que va contra su naturaleza. Invierno: el monje está próximo a la vejez y alguien llega al monasterio. ... [+]
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Críticas 82
Críticas ordenadas por utilidad
1 de julio de 2013
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivir en armonía con los ciclos naturales. Respetar la vida. Crecer con el entorno. Partir y regresar. Reparar el desequilibrio. Experimentar y evolucionar. Nacer y morir. Este es el tranquilo mensaje de este mandala en imágenes que narra los hechos esenciales de la vida y cuyo secreto, tan fácil y tan difícil al mismo tiempo, es el de la aceptación. Aprender a aceptar es aprender a cambiar. Y aprender a cambiar es aprender a vivir.

Imágenes balsámicas que narran una mínima historia con mucho contenido y que toca, a la manera oriental, los mismos "hechos esenciales de la vida" que ya trataba Thoreau desde la mítica cabaña de Walden, no tan distinta del templo budista en mitad del lago donde el monje sin nombre y su sucesor intercambian silencios interminables.

La película, como su título, es una historia circular, una sucesión balsámica de imágenes de ensueño que podrían quedarse en postales exóticas si no fuese por sus notables logros: mostrar el existir sin convenciones narrativas, sin principios ni finales, es el "todo fluye, todo cambia, nada permanece"...

Y de eso se trata, Esenin...vivir en armonía con los ciclos naturales. Respetar la vida. Crecer con el entorno. Partir y regresar. Equilibrar lo que se desequilibra. Experimentar y evolucionar. Nacer y morir. Este es el tranquilo mensaje de este mandala en imágenes que narra los hechos esenciales de la vida y cuyo secreto, tan fácil y tan difícil al mismo tiempo, es el de la aceptación. Aprender a aceptar es aprender a cambiar. Y aprender a cambiar es aprender a vivir.
Neathara
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9 de febrero de 2007
28 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí. Es la mejor definición que se me ocurre para esta película. Toda ella, llena de calma, de aire, de verdor o niebla, constituye un cuadro magnífico de cien minutos, lleno de detalles y símbolos; el agua: del lago omnipresente, del pincel, cuya efímera caligrafía apenas dura unos segundos; las puertas (los pasos a otra dimensión); las piedras, como manchas en el alma del chico; las estaciones y el paso del tiempo (en el paisaje y en las personas). Cuando todo se cuenta tan bien con imágenes, apenas es necesaria la palabra.
Hermione Granger
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14 de marzo de 2008
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kim Ki-duk, enfant terrible del cine oriental nos trae Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera. Otra película filosófica y contemplativa, drama humano y cuento budista pero con moralina amable y universal. Maneras de entender la vida mediante trazos de neblina y silencios.
Formalmente hace coincidir la estructura de la película con las estaciones del año, mostrándonos a través de ellas las etapas de la naturaleza y también de la vida (biológica, moral y espiritual) del ser humano.

* Primavera. El pequeño saltamontes juega con los animales del bosque haciéndoles fechorías: las secuencias del pez, la rana y la serpiente arrastrando las piedras y la penitencia posterior por estos actos son preciosas y tiernas.
* El verano. El despertar al amor. El pequeño monje, ya convertido en un joven, experimenta el poder de la lujuria, un deseo que en última instancia lo conducirá, como un adulto, a hechos oscuros.
* El otoño. La madurez. Y la inmadurez. Los celos, la obsesión, el precio de la salvación y la sabiduría obtenida a través de la experiencia. Encantadora la escena de la pintura.
* El invierno. Expiación de pecados. Exhibición de musculitos al ritmo de música machacona. Quizá demasiado forzada, para subrayar el ciclo de la vida y la entrada de una nueva primavera.

Visualmente es preciosa, por supuesto, es marca de fábrica. Es más bella que cualquier documental sobre la naturaleza, porque sus imágenes, de embargadora y fascinante belleza, calaran hondo en nuestro ser. No hacen falta muchos diálogos para expresar sentimientos. Más allá de la tranquilidad del arroyo se mueve una historia que teje su hilo en la primavera de forma sutil y continuada. Absolutamente mágico el escenario virginal (esa puerta que suele abrir y cerrar los capítulos) y el lírico tratamiento que se le da.
Las estaciones de toda una vida, con una fotografía preciosista que te presenta lugares y situaciones que se entienden tal cual, sin palabras. Desde el cine mudo nadie había dicho tanto con tan poco sonido: sólo el rumor del agua, la brisa al pasar entre las hojas de los árboles. ¿Donde empieza y termina una vida, unas vidas? Todo termina siendo una rueda que permite volver a comenzar.
Naran
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4 de febrero de 2006
26 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia sencillísima, apenas nueve o diez actores, un único lugar de desarrollo y palabras, las justas. Describiendola así, puede parecer aburrida. Pero la sencillez de la historia y la sobrecogedora belleza de la localización hacen de esta película un monumento al sosiego, una sinfonía de la naturaleza o un poema inolvidable. Sencilla y simplemente, maravillosa.
Kingo
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11 de junio de 2007
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ella (la joven actriz Ha Yeo Jin) está gravemente enferma, su madre la lleva y deja con dos monjes budistas solitarios que viven entre montañas, en el medio de una lago. El más joven nunca había sentido dentro de sí una dinámica tan explosiva hasta que empieza a convivir al lado de la recién llegada. Un día se apartan y él saca de sus adentros esa pasión vital que siente, que le urge extraer y que sin lugar a dudas es la medicina de todas las medicinas que ella necesita que le metan en su cuerpo. El viejo monje que se percata de lo que está pasando a su vera, le dice a ambos jóvenes con tono comprensivo del que lo ha visto todo y lo conoce todo: "eso es cosa de la Naturaleza." Y deja que efectivamente la Naturaleza prosiga su camino. ¡Genial!

Esto que acabo de contar es un simple paréntesis dentro de la película, pero lo narro porque es donde Ki Duk Kim desea mostrar como se entrelaza lo trascendente espiritual con lo trascendente material de la Naturaleza o la Vida.

Película humanista-espiritual de una belleza poco común en el cine de nuestros días. Esto sí es cine describiendo la fuente de la vida, sencillamente, y no esos bodrios de películas que fabrica el tal Darren Aronofsky, como su reciente "The Fountain" (USA 2006).

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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