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Día de fiesta

Comedia El pueblo de Saint Sévère se dispone a celebrar una gran fiesta. Las calles se adornan con guirnaldas y banderas; la terraza del café está preparada para el gran baile popular. Los feriantes traen en sus carromatos los caballitos de madera, las tómbolas, el cine ambulante, las cucañas... Mientras reparte el correo, François, el cartero, deseoso de ayudar a los feriantes, monta con mucho heroísmo la cucaña, pero sólo consigue provocar ... [+]
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
19 de mayo de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace poco me compré el Pack de Jacques Tati en las que entraban parte de su obra, casi toda pues no tiene demasiados films, solo faltó Trafic (aun no he visto esa).
Empecé cronológicamente para ver la evolución de Tati y mejoró mucho con el paso de los años.
En día de fiesta y como vi comentar en alguna crítica existen dos versiones, color y blanco y negro, creo que solo perdura la primera, que es la que dan en el pack y la que yo vi,
Aquí narra las aventuras de un pueblo, soso y oscuro, que resurge a la felicidad y el color con la llegada de los feriantes al mismo, con sus caballitos de tiovivo, sus casetas de tiro, su Cine ambulante y su música.
El pueblo se engalana para recibirlos y con la colaboración de los ciudadanos convierten ese día en uno muy especial, el personaje principal es el cartero (Jacques Tati) que con su bicicleta y su modo peculiar reparte el correo a los vecinos.
Mención especial al gag del reparto a la Americana, pues es el mismo y mejorado del corto de dos años antes L’ école des facteurs, prácticamente es calcado, pero en blanco y negro, cambian los personajes pero la esencia es la misma, y la comicidad es igual de buena, superada en el film, más que nada por la calidad de imagen e ingenio, pero la base ya la asentó con ese corto. Si alguien no pudo verlo le recomiendo hacerlo, pues aun siendo muy parecido deja ver en lo que más tarde se convertiría (el mejor gag de Día de fiesta).
Personalmente y después de ver todos sus films (menos Trafic) este es el más flojo de todos, aunque merece la pena verlo.
Hace especial atención a la alegría de los feriantes y sus colores vivos para resaltar la fiesta que ellos traen, como la narración de la vejeta que anda por el pueblo paseando a un chivo y contando la historia de sus vecinos.
Como prota está el cartero, feliz sintiéndose útil para su pueblo, aunque los feriantes no paran de tomarle el pelo en todo momento y reírse de él más que con él, un cartero que se deprime al ver una película que los feriantes llevaban a cerca de los carteros americanos y su rapidez en el reparto, eso hace tomar medidas a François el cartero a intentar hacer el reparto a la americana.
Recomendable a los amantes de la comedia antigua, comedia visual más que hablada, pues si algo tiene Tati es que sus diálogos son escasos, pero visualmente es espectacular y de eso también se disfruta.
En toda su filmografía prevalece la comedia visual que los gags hablados, parece por momento que la película es muda, pero ahí es donde entra los efectos sonoros que tanto gustan a Tati y la música que va acompañando siempre a los personajes.

PD: Darle la oportunidad tanto a esta película, como a la corta filmografía de Jacques Tati, un genio que no se dejó manipular e hizo lo que quiso en sus films, por eso son buenísimos visualmente y cómicamente hablando, pero os aviso que este es el más flojo, aunque es bueno.
max
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23 de mayo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
57/09(26/04/14) Delicioso primer largometraje del gran cómico francés Jacques Tati, una Oda a la Alegría de Vivir, obra en la que ya deja constantes de sus temarios favoritos, como son la crítica al mundo moderno, a cómo puede deshumanizarnos, para convertirnos en autómatas, Tati aboga por una sociedad que se interrelacione y disfrute de la vida.
El escenario es un pueblo rural francés (Sainte-Severe-sur-Indre) durante sus fiestas del 14 de julio. El protagonista es un torpe, inocente y servicial cartero, François (gran Jacques Tati), este recorre la villa en bici entregando correspondencia, no dudando en pararse a beber, a ayudar a en lo que puede a los vecinos, a charlar, esto hace que su trabajo se dilate, pero la visión de una película americana de cómo los carteros estadounidenses realizan velozmente su tarea le hace experimentar con el método americano, derivando en un tramo trepidante e hilarante.

Jacques Tati (Tatischeff en realidad) nació en 1908 en Le Pecq (Francia), provenía de una familia de nobles rusos, en 1942 huyendo del parís ocupado por los nazis se refugió en la campiña gala 2 años junto a su amigo Henri Marquet, concretamente en el pueblecito de Sainte-Severe-sur-Indre, trabajando en una granja, allí convivieron con los lugareños, entre los dos escribirían el guión del cortometraje “L’école des facteurs”, en 1947 regresaron a la villa para rodar el corto, que relataba las desventuras de una escuela de carteros, siendo uno de ellos François encarnado por Tati, personaje que recuperaría para su largo, además de reutilizar varios gags, además para el largo filmaron también en Charleval (Bouches-du-Rhône)

Una encantadora comedia eminentemente visual, con una utilización liviana de los diálogos, pero con un manejo del sonido incidental perspicaz sobre todo en lo referente a animales, perros, caballos, ocas, abejas, y con una narradora singular a modo reflejar la sabiduría ancestral en la anciana encorvada que de vez en cuando aparece tirando de una cabra y fabulando sobre su pueblo y sus gentes. Tati expone un lugar idílico, con exposición de personajes divertidos, tiernos, traviesos, y sobre todo vitalistas. Tati aporta en su guión un agudo sentido de la observación para retratar el costumbrismo de un entorno rural, con un naturalismo evocador, y lo transmite al espectador con un humor de mueca, no de carcajada, de los que te dejan con un regusto dulce duradero, con elaboración de slapstick que van de menos a más, con situaciones que beben del humor físico, con un tramo final impresionantemente coreografiado. Tati basa su historia en arremeter sutilmente contra lo pernicioso del estilo occidental que estaba por llegar, un modo de vivir rápido, mecánico, burocrático, sin alma, sin contacto humano, sin corazón, se gana en eficacia y se pierde en Vida. El alter ego de Tati, es François, ejemplo de tipo tranquilo, despistado, amable, hace su labor sin prisa, si tiene que parar a ayudar a alguien se para, se para a charlar, y al querer cambiar de modo de comportarse choca con su propia Condición Humana, la cabra siempre tira al monte. Asimismo hay una mordaz referencia al estilo de vida americano, por lo menos al que se imaginaba que era en USA, una sociedad moderna altamente avanzada en tecnología, y en frente la contemplativa sociedad rural francesa. La cinta tiene en su sencillez y lirismo visual un gran tanto, al que cabe achacarle falta de solidez en el desarrollo pecando de vaguedad, quedando la sensación de set-pieces, con un relato que va de un lado al otro, esto lo iría puliendo en obras posteriores, aún con sus defectos queda aun bucólico fresco de un tiempo y un lugar anclado en la atemporalidad, con momentos de gran lirismo, y otros muy divertidos.

El film te atrapa desde su sugestivo arranque con un fascinante uso del sonido, los créditos iníciales sobre unas festivas guirnaldas y con música verbenera, empieza y vemos como en un bello entorno de campo llega un tractor- feria ambulante, con su casita y un remolque, del que sobresalen unos caballitos alusivos al niño que todos llevamos dentro, un campesino con un caballo arando para y lo mira, un perro le ladra, vemos los caballitos relinchar, no, son otros caballos que aparecen por detrás trotando, un niño desde su casita los ve y sale a seguir al carrusel de equinos, que se adentra en el pueblo, hay un lindo plano desde los caballitos vemos al niño, el tractor debe frenar, unas ocas con su prole cruzan la calle, y vemos a una viejecita encorvada, con un callado y con un chivo avanzar, otro lindo plano en alto, se ve a el tractor con el conductor, las ocas por delante y más allá a la ancianita, metáfora sobre que en los pueblos rurales la prisa es relativa, las ocas se recogen en una casa y los feriantes llegan a la espléndida plaza donde un puñado de niños en jolgorio se arremolinan a su alrededor, evocadora presentación.

Tati como respuesta al technicolor que triunfaba en USA decidió rodar con dos cámaras una en color Thomson para remarcar la alegría de la post-guerra, con tonos vivaraces que supusieran una explosión vitalista, Thomson no estaba contrastado, así que el director no se fió y grabó también en blanco y negro, Tati muy a su pesar acertó y Thomson antes de procesar el film fue a la quiebra, así que lo que iba a ser la primera película en color francesa se quedó en b/n, con algunos fotogramas en color pintados a mano por Tati. En 1995 la hija de Jacques, Sophie Tatischeff y el restaurador François Ede, con tecnología nueva (si Jacques levantara la cabeza vería que no es tan tóxica) la regeneraron en color, esta es la que yo he visto. (continua en spoiler sin)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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17 de junio de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Tati, la contraposición entre tradición y modernidad es elemento medular; vehicula la amplia mayoría de observaciones de sus películas. No obstante, yo no veo en esta recurrente temática la agrura de la crítica ni la acidez del desencanto.

La mirada de Tati no es la del tesista, ni su tono es despiadado o incendiario.

Su mirada sobre el progreso es de poeta ingenuo, de pasmo resignado. Mucho más cercano al Dersu Uzala que no entiende, sin juzgar, cómo los urbanitas "viven en cajas" que del Chaplin que declama con vigor contra el dictador austríaco.

Creo, dicho de otra forma, que la preferencia de Tati por la vida tradicional y humilde no le impide aceptar la tecnificación de la vida cotidiana como algo inevitable, sobre lo que hacer algún chascarrillo.

Su cartero y ciclista François no imita a los americanos espoleado por un complejo de inferioridad o para revelar oscuridad tras su aparente eficiencia yanqui, sino que lo hace más bien como el niño que juega a emular aquello que le llama la atención, simplemente por el placer juguetón de hacerlo.

...

Por otro lado, el humor a la sordina de Tati es algo áspero. En esta 'Día de fiesta' destaca, para mí, su enconada lucha por subirse a la bicicleta en plena cogorza. Ahí demuestra un humor físico muy bien resuelto; aspecto, el de la propiocepción cómica, que al propio Tati le suponía un reto, seguramente porque, a diferencia del nervudo Buster Keaton y del ágil Chaplin, ambos pequeños, él era un tipo bastante destartalado no muy lejos de los dos metros de altura.

Esta película de Tati, estimable pero muy poco depurada y algo reiterativa (no deja de ser una ampliación del sketch 'Escuela de carteros'), se ve mejor como una de las bucólicas películas de campiña que hizo Renoir que como una pieza cómica o como el despliegue técnico que será la muy posterior 'Playtime'.

Gracias.
Nuño
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19 de junio de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta magnífica película, el comediante y mimo francés J. Tati, que debuta como director, hace el papel de cartero cuyos intentos de modernizar el reparto constituyen una sucesión de estupendas escenas cómicas, desarrollándose la acción durante las fiestas del 14 de julio en un pequeño pueblo.

El ritmo y la habilidad de Tati hacen de él uno de los mejores cómicos de la pantalla, un digno sucesor de Buster Keaton.
Juan Marey
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19 de febrero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Saint Sévère, un pintoresco pueblecito francés está haciendo su entrada un carrusel que sirve de anuncio de que hay vísperas de fiesta. La gente luce alegre y entusiasta, y una encantadora viejecita que lleva consigo a un chivo, nos va describiendo a algunos particulares y muy especiales habitantes del lugar. Pero, quien más llama la atención es Francois, el cartero que también hoy trabaja en cumplimiento de su deber. Tan pintoresco como su pueblo y de una enorme estatura, Francois pronto es llamado a colaborar con quienes levantan los símbolos patrios… y aquí sucederá un primer gag muy llamativo, cuando le facilita las cosas a un vecino que sufre de estrabismo, para que le ayude a clavar unos estacones.

La anécdota es bastante simple, pero da lugar para que, Jacques Tati, con esa marcada vena humorística que caracterizó siempre su obra, con un incuestionable gusto por la vida pueblerina y capaz de exaltar hasta a los bichos inalcanzables para el ojo humano-, ponga en decidida cuestión ciertos “progresos” y avances del mundo moderno, y prefiera la simpleza, la naturalidad y la espontaneidad con que, hasta aquel momento, viven los campesinos.

Escasean las palabras; el lenguaje cinematográfico es bastante modesto, cayendo con frecuencia en el plano general de seguro para eludir dificultades interpretativas; las limitaciones económicas son claramente notables en el conjunto del filme, pero, en esta versión a color que es la que hemos apreciado (hay otra en blanco y negro editada por el mismo Tati y con algunas escenas adicionales), reluce cada espacio de aquel magnífico pueblo al que Tati ha escogido con un atinado gusto. Pero, para no extremar sus encomiables apreciaciones, el director-actor, da lugar al personaje intolerante, a la dama despistada… y así deja matizado un lugar vivo, fresco y pictórico, absolutamente encantador.

Me perturba un poco, el hecho de que la historia luzca centrada excesivamente en el protagonista, dejando a los demás personajes como meros comparsas que pasan “con rapidez… y sin regularidad”, esto, para parafrasear el lema de los correos americanos que servirán para la que es, quizás, la mejor secuencia del filme: Aquella en la que Francois se esmera por igualar el ritmo frenético de aquellos emisarios.

En el aspecto cómico falta más eficacia y algunos planos son francamente innecesarios, pero en general, “DÍA DE FIESTA” se ve con agrado y Jacques Tati da un primer paso hacia su consolidación como uno de los más corrosivos y significativos comediantes europeos.

Este es el humor a la francesa.
Luis Guillermo Cardona
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