Charlie y la fábrica de chocolate

Me quedo con la versión antigua, gracias.

No sé qué coño le pasa Tim Burton, pero está calro que la era digital y la falta de inspiración han aniquilado su alma de cineasta fabulador por completo.

¿Saldo? Cargante.

Deep se emperra por ser una versión aterradora de Michael Jackson, los FX digitales cantan por soleares y lo inudan todo, los números musicales son insoportables, el guión es mediocrérrimo y el diseño d eporducción lo devora todo cual agujero negro.

Un film molesto, fallido, excesivo y errado.

Tim Burton deja sus historias de cadáveres parlantes para adaptar a la gran pantalla un relato del autor de Matilda, Roald Dahl. Es la historia del pobre Charlie, un niño que se conforma con poco y que vive con toda su família pobre en una destartalada y vieja casa. El padre de Charlie es un hombre humide que, pese al asqueroso trabajo que tiene va tirando para adelante con la frente bien alta, no de orgullo sino de orgullo por ser como es y trabajar donde trabaja. Charlie es un niño humilde pero soñador que vive en un timburtoniano mundo en el que un excentrico chocolatero, Willy Wonka que propone hacer una visita guiada a los niños o personas que encuentren en sus chocolatinas el billete dorado. En seguida montones de niños provocan avalanchas en las chocolaterías pero sólo cinco personas de carácteres muy diferentes logran ganar el famoso billete dorado, Charlie se incluye entre ellos. Durante la visita, la historia se convierte en una dulce crítica a los egoistas, a los soberbios, a los que van de listos, en definitiva, a la gente con malas costembres o virtudes. La visita está acompañada de una salsa que te deja un buen sabor de boca que consiste en una fotografía llena de imaginación que hará soñar a los niños más pequeños. Si es que cuando Tim se pone tierno...
La banda sonora la hace, como no, el amiguísimo de Burton Danny Elfman creador de grandes y memorables bandas sonoras como Misión Imposible o Batman, otro clásico también de Burton.
Las actuaciones son lo típico que te encuentras en una película de Burton, al Depp y a la Bonham Carter, que , como no, vuelven a hacer grandes papeles. Sobretodo el de Johnny en el papel de Willy Wonka. La pregunta que me hago es: ¿De verdad parece tan excéntrico Johnny Depp para que siempre haga papeles de excéntrico con un excéntrico como Tim Burton?
Para acabar diré que no me he leído el libro y de momento no lo haré, pero si es tan bueno y lleno de valores como en la película seguro que me gustará.
Muy recomendable, sobretodo a los peques.

Tim el burdo, repite ya desde hace unos cuantos años un proceso: El de fabricar bostas a cada cual más maloliente y repulsiva. Ya tengan estética tenebrosa y gótica-para-modernas-de-Razz de esa que tango le gusta al bueno de Tim, o ya sea adaptando sus estrambóticos decorados para gente a la que le ponga la escenografía cuidada a un mundo distinto al suyo.
Porque aunque esta peli sea todo contraste, luz y colorido, no nos engañemos, el cineasta norteamiercano de melena rebelde siempre se ha caracterizado por retratar mundos oscuros, sólo que aquí debió fumarse el chocolate de Willy Wonka y le ha quedado todo como muy jippi y sesentero.

Tras esa fachada, encontramos al que parece ser su único amigo, puesto que sólo suele hacer pelis con él no sabemos bien si porque el Box Office es más importante que cualquier otra cosa o le ponen los caretos del cada vez más gestual Johnny Depp.
Así que aquí, en una intentona de Depp por agraciar a Burton con su colección de muecas y poses de palo, debió fumarse también algún pedruscote de ese costo tan codiciado que, por más que aparece en el título, yo no logro ver por ninguna parte. Por contra, aparecen unos enanos feos y repelentes que dan la impresión de ser más listos y haberse calzado la plantación de maria para ellos solos, ya que entre psicotrópicos decorados y desapariciones más propias de una serie Z que de otra cosa, no paran de cantar y bailar como si la cosa no fuese con ellos.

Por último, la baza en la que Burton se gana el bonito apelativo de burdo, es donde parece justificar habernos metido este rollete marinero entre ceja y ceja, y no es otro que el rollete moralista de que si maleducas a los niños, serán unos pijos y unos gamberretes zampabollos. Todo por añadir un discursillo pueril e inocente a una cinta como ésta.
Eso sí, ya puestos a hacer que algunos niños sean los malos de la historia, pues mejor pillar actorcillos odiosos a los que mandarías de un puntapié a San Quintín. No a gusto con eso, Burtoncillo, además, para dar pie a otra justificación, nos endiña a un protagonista que, no sólo es buenísimo y relamido hasta la náusea pura, sino además es de ascendencia pobre y no tiene mucho dinero, el muchacho.
Pues, sinceramente, si para ganarse el cielo, uno tiene que ser tan fostiable como el tal Charlie, que baje el jinete sin cabeza de "Sleepy Hollow", y empiece a cercenar cuellos de niñitos repelentes y cándidos antes de que la tierra se transforme en el lugar ideal para que subsistan en él clones de José Bono. Puesto que ya metidos a hacer pastichés, Tim Burton es el rey.

Maravilloso cuento en imágenes de Burton, que nos devuelve a la infancia y nos presenta una serie de inolvidables personajes encabezados por Willie Wonka -otra vez increíble Johnny Depp-, los Oompa Loopas -esplendida interpretación del pequeño actor David Kelly-, y ese niño protagonizado por Freddie Highmore a través del cual se nos cuenta la historia. El colorido y los decorados son insuperables, así como el humor que destila cada escena, junto con la genial música de Danny Elfman hacen del film otra obra maestra del mago Burton. Barato precio el de una entrada de cine para disfrutar de este cuento de Road Dahl: Willie Wonka Willie Wonka ..the amazing chocolatier...Willie Wonka Willie Wonka.....everybody give a cheer!

A mí me ocurre algo con el chocolate, me fascina su olor, su color atrae como no lo consiguen otras delicias, tiene un tacto suave y espeso en su vertiente líquida y cuando se convierte en sólidas onzas invita a morder con fuerza. Luego está la memoria sensitiva, el chocolate es siempre un ligero y agradable recuerdo y como todo el mundo no puedo evitar pensar: mmmm, ¡chocolate!

Luego llega el momento de probarlo, la esperada explosión de sabor. En un instante, las papilas gustativas atrapan y concentran toda su esencia, pero un simple bocado sirve para despreciar su glorioso sabor, está bien, no me disgusta, pero soy incapaz de comerlo en exceso. Al contrario del resto del mundo, nunca necesito un poco más.

Algo parecido sucedió con el reencuentro al que me sometí. Vi de nuevo esta película con un Willy Wonka de dientes perfectos, pequeños Oompa-Loompas adoradores del cacao y un niño con algo de inocencia y bondad intactas que supera el destacar del resto de repelentes críos caprichosos. También chocolate, toneladas de sabroso chocolate que entra por los ojos en todo momento, seguro que hasta conseguí escucharlo.

A los pocos minutos de comenzar, todas las ideas que corrían alrededor de su recuerdo se fueron desmoronando, ya no tenía el sabor que imaginaba, y aunque ahí seguían todos los colores posibles en cada imposible escenario recreado para la ocasión, a cada momento los Oompa-Loompas anaranjados (que no morados como en la primera ocasión que alguien decidió hacer una película sobre Chocolates Wonka marca registrada) se ponían a cantar con una vocecilla un poco irritante e incomprensible, que pese a ver la película doblada me obligaba a poner subtítulos para alcanzar la moralina post-moderna de sus letras respecto a los errores incontrolablemente infantiles que iban cometiendo los protagonistas.

La historia no me disgusta, estuvo bien para un rato, pero cayó de un pedestal muy alto esta fantasiosa historia dentro de un mundo extremista.

Como el buen chocolate, van pasando los días y se olvida todo lo que puede sobrar del manjar y se va convirtiendo en un rico dulce que en un tiempo será una golosa delicia que probar. Al menos hubo un pequeño descubrimiento. Uno de los personajes no destacaba por nada particular, era normal a simple vista y en su total profundidad, sin aspavientos, sin nada que ocultar, sólo permanecía como un pilar más. Era el padre de Charlie, Noah Taylor, verle unos minutos en pantalla hizo que saborear de nuevo el chocolate no resulte amargo y no se convierta nunca en una última vez.