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Un doctor en la campiña

Drama Jean-Pierre es un abnegado médico de una zona rural de Francia que dedica su vida a atender a sus pacientes, del día a la noche, los siete días de la semana. Les cura, les atiende y les hace compañía. Pero un día el doctor cae enfermo, así que llega Nathalie, una médico del hospital de la ciudad, para ayudarle en su trabajo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
4 de julio de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
RESUMEN
Jean-Pierre Werner (François Cluzet) es más que un médico rural, cura cuerpos y almas, tranquiliza, entiende, escucha. Pero cuando le llega la enfermedad, su vida da un vuelco y entenderá lo que significa abrirse y compartir, sobre todo con la llegada de Nathalie, su nueva ayudante.

COMENTARIOS
Qué bonito es enfermar y ser atendido por un médico con la devoción y delicadez de Jean-Pierre Werner (François Cluzet). En realidad, todos los doctores y adjuntos que aparecen en la película son extremadamente cercanos y cálidos. Qué gustito. A partir de esta buena materia prima se forja una historia sencilla: un médico enfermo se ve obligado a aceptar la ayuda en su trabajo de una doctora Nathalie Delezia (Marianne Denicourt).
Las reticencias iniciales son comprensibles, humanas, para dar paso a una mayor compenetración.

No hay trama real más que las que crean los propios personajes tan reales y auténticos. Y después está la enfermedad, como otro gran protagonista. La enfermedad nos hace más humanos, este sería el mensaje. Werner lidia con la enfermedad (reparar los “defectos” naturaleza), pero el asunto cambia cuando él mismo se ve aquejado de lo que hasta ese momento ha visto y curado en los demás. Werner se ve proyectado en el anciano agonizante, de ahí, más la promesa que le ha hecho, que no permita su hospitalización.

Los médicos tocan en esta película. Tocan en los dos sentidos: con el tacto y con la emoción.
Los pacientes se sienten escuchados y los doctores se sienten valiosos en su labor. Una simbiosis perfecta. Y lo que tienen en común los dos grupos (pacientes y médicos): alejar la dolencia, por lo menos en la medida de lo posible, porque –ya se sabe– nadie es inmortal.

Lo único que llama la atención es que en este medio rural los animales (como parte de la naturaleza, como ser vivo que por lo tanto sufre también) tengan tan poca consideración. ¿Quién se quedará con el perro del anciano, fiel compañero?

Bonita, entretenida, sin pretensiones y con emoción, sin caer en sentimentalismos.
Cluzet y Denicourt, muy bien.

http://www.francescaprince.com/blog/
Francesca
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6 de junio de 2016
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
...francés se destina a la sanidad. Por tanto una de cada diez películas debería dedicarse a estos temas; al menos eso parece pensar M. Lilti, quien después de "Hipócrates" -que no puede ver- nos obsequia con otra película dedicada a la medicina.

En la película hay, sobre todo, personajes. Pocos y hábiles trazos son suficientes para dibujar a médicos y pacientes. La pareja protagonista realiza interpretaciones realmente ajustadas y contenidas; Mme. Denicourt está especialmente bien.

Un poco más de amargor habría mejorado quizás el guiso, pero reconozcamos que Lilti tampoco se pasa con el azúcar.

En resumen, estimado filmaffinitista, te la recomiendo.
golondrina europea
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25 de mayo de 2016
11 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando las luces se encienden y la pantalla del cine se apaga. Es el momento de revivir en la mente aquellas emociones que acabas de vivir. Pienso que una buena película es aquella que consigue mantener por siempre su recuerdo, obras que se conservan como una experiencia única e irrepetible. En otras ocasiones, cuando las luces se encienden, la película se difumina junto a la oscuridad, siendo difícil retenerla, terminando por ser archivada en el gran montón de películas olvidadas. Este es el tipo de películas que suelen rellenar la programación de los canales televisivos mediáticos, films que por lo general no recordaras ni siquiera su título, solo te quedara la sensación de “Deja vu” cuando intentes volver a verla.

Thomas Lilti presenta su segundo largometraje Un doctor en la campiña que cuenta con la interpretación de François Cluzet (que protagonizó Intocable en 2011) como actor principal. La película cuenta la historia de un doctor rural Jean-Pierre al que diagnostican cáncer. La medicina es una labor completamente vocacional, más si eres el único médico de un pequeño pueblo donde reinan las viejas costumbres. En este caso Jean-Pierre dedica toda su vida a su trabajo, hasta tal punto, que es incapaz de dejarlo y descansar a pesar de sus problemas de salud. Nathalie abandona la ciudad para ayudar al doctor en su trabajo, a pesar de las dificultades consigue ganarse la confianza del doctor, cambiando su forma de ver la medicina, un modo de trabajar muy distinto al que aprendió en la universidad.

Un homenaje a los médicos rurales, que desempeñan su trabajo con un alto grado de implicación con los pacientes. Una forma de trabajar muy distinta a la que se realiza en las ciudades donde todo es burocracia. Aquí la atención es más cercana y personal, convirtiendo el medico en una persona fundamental en el pueblo, que incluso en ocasiones llega a realizar labores que no se encuentran directamente relacionadas con la medicina. La obra recuerda a series como El doctor Mateo que también reflejaban la vida de estos médicos que dedican su vida a la salud de todo un pueblo. Una historia que puede ser interesante cabalgando entre el drama y la comedía, pero que no termina de aportar nada nuevo, más allá de una sesión entretenida donde acompañar al bueno de Jean-Pierre en su lucha constante contra la muerte, aunque al final siempre termine ganando ella.

Lejos de ser resultar aburrida, la película transcurre con ritmo entre las calles del pueblo. Pero poco más queda después de los 102 minutos de entretenimiento, que terminas olvidando al salir de la sala. La película no termina de calar, no consigue dejar huella entre tus recuerdos. La historia en sí, es correcta, pero no aporta nada más que una narración entretenida. Podríamos convertirla en una novela, sin que apreciáramos diferencia en la experiencia, porque la obra desaprovecha los recursos cinematográficos, algo a lo que nos tiene acostumbrado el cine más industrial o incluso aquellas obras destinadas ser visionadas un domingo por la tarde en la televisión. Ya que la sensación final cuando acaba la película, es que la pantalla del cine se le ha quedado grande. No consigue aprovechar el formato para hacer vivir al espectador una experiencia única, distinta a la que podría vivir leyendo en una novela o viendo la televisión.

Alejandro García @NoTodoEsUSA
http://www.cinemaldito.com/un-doctor-en-la-campina-thomas-lilti/
NoTodoEsUSA
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20 de junio de 2016
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No consigo explicarme ni la buena acogida de la crítica ni el éxito de público en Francia. Tampoco esta moda de importar todo el cine francés, que nada añade, que en nada mejora a lo patrio.

La película es mala y aburrida. Una colección de tópicos que, a estas alturas del siglo XXI, no sólo saben a manido, sino que resultan muy impostados cuando no absolutamente falsos. Un doctor en la campiña no entronca con el costumbrismo, tampoco con la comedia, ni cómica ni dramática, no es un romance, menos un retrato social... No es nada, solo un cúmulo de anécdotas sin gracia y mal contadas que rematan en un final apresurado y de risa.
Eulate
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20 de septiembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un doctor entregado en cuerpo y alma.

Es humana, tremendamente cándida, bonita, sentimental y, por encima de todo, humana; ese médico, los peores enfermos conocidos, que recorre kilómetros y kilómetros para visitar a sus pacientes, que se inmiscuye en sus vidas, que intenta solucionar sus problemas, que es uno de ellos; querido, solícito y demandado, que sufre con sus penas, que vive con sus alegrías, que lo da todo pues, “ser médico de campiña no se aprende”, es vocacional, instintivo, es renunciar a ser el primer en la lista y que lo sean los demás.
Silenciosa, calmada, emotiva, con tibio cinismo, como pincelada de ocasional humor entre su profundo drama, es un observar su día a día, afrontar su dilema, encarar la situación y evaluar las consecuencias; la testarudez de la negación, primer ofuscado paso de ese ciclo que debe atravesar, quiera o intente evitarlo; le seguirán la ira, la negociación y la depresión, para llegar a esa aceptación de luchar y que sea lo que venga, pues de ti depende sólo una parte; “la naturaleza es una barbarie..., tiene sus cosas horribles y hermosas”, y él ha visto de todo, en primera persona, ahora le toca otra perspectiva y el reto de dejar de ser un enfadado impertinente, por sentirse usurpado, y permitir la ayuda de su nueva ayudante.
Estupendo François Cluzet, sereno, franco, diligente, firme y plácido, con esa aireada química que comparte con Marianne Denicourt, su compañera de reparto; un retrato intimista y veraz de una profesión ensalzada y valorada con estima, en una cinta que habla a través de sus actos, esfuerzos y beneficios de ello; sacrificio, expuesto con admiración sentida, por un guión que se alimenta de la cercanía, de la colaboración, de la consideración y respeto por las personas enfermas y por los sanitarios encargados de su cuidado con devoción, voluntad y entrega.
El juramento hiprocrático, en su perfección y máxima forma, rodado por Thomas Lilti con suavidad, esmero, cariño y realzada tasación por lo que representa, pretendida revalorización de un oficio que no aburre ni desgana, a pesar de su repetitivo moverse; te envuelve con ese detalle y miramiento, con esa delicadeza e intuición, con esa preocupación y orgullo de aquellos que han elegido como labor, en sus vidas, servir, ayudar, aliviar el dolor y cumplir la promesa de respetar el deseo del afectado por dura, incomprensible y dolorosa que sea ésta.
Y, ¿cuándo le toca a él?, cuando cumpla con sus pacientes o las fuerzas le impidan seguir al mando, pues tan sabio es reconocer que uno vale, como retirarse a tiempo y ceder en sus pretensiones.
Se disfruta con paz, con sosiego, con el aprecio de observar y estar en silencio, extendida bonanza de una comunidad que permanece unida para ser más fuerte, sin más pretensión que juzgar con buenos ojos, sin más propósito que cumplir con quienes están a su cargo, sin otro testimonio que conocer, amar, integrarse y hacer bien su trabajo, que no es poca cosa.
Historia sencilla, contenida, rural, fotografía del médico diagnosticado y su manera de encarar ese pronóstico que, hasta ahora, siempre le había tocado expresar, nunca padecer; desgarradora y espectacular Nina Simone, como cierra de los títulos de crédito.
Complaciente y apacible no se agita antes de usar, sus dosis son minimalistas, tanto en la crítica social, como en la recreación de la vista, como en el nacimiento creciente de ese contacto, cuya mezcolanza invita a ser del grupo y ser tratado por el doctor de la campiña pues, tras verla, ¿quién quiere ir a un frío hospital de ciudad?
No pretende pinchar en herida alguna, únicamente ser humana.

Lo mejor; un magnífico François Cluzet, que atrapa con intensidad reprimida tus emociones.
Lo peor; en exceso blanda.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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