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¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Comedia Gloria, una mujer que trabaja en un espectáculo porno, necesita un compañero de trabajo para realizar sus shows en directo. Su pareja será Manu, un chico mucho más joven que ella. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
31 de diciembre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es una rara y atípica comedia dentro del género. El planteamiento es ciertamente atrevido. Verónica Forqué está portentosa haciendo uno de los papeles más osados y arriesgados de toda su carrera. A su lado, Jorge Sanz palidece interpretando a su personaje que se limita a cumplir, sin salir de su imagen de niñato. El contrapeso lo da la carismática Rosa María Sardá, en un papel más corto, lo suficientemente intenso para ser premiada. El film es para ver y revisar. No ha perdido actualidad.
JOSEMIDIAM
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31 de diciembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es increíble cómo sólo 3 años después de la historia entre Vivian y Edward, Manolo Gómez Pereira homenajeó a Garry Marshall a su manera, probablemente sin saberlo.

Sí: Verónica Forqué fue nuestra Julia Roberts y Jorge Sanz nuestro... Richard Gere. Sí, ¿qué pasa? Salvando las distancias, que las hay, marcadas por la inexplicable incursión de Jorge en el mundo de la actuación. Nadie sabe qué vieron en un tipo que actúa tan rematadamente mal, pero Verónica Forqué sostiene toda la peli con la personalidad que sólo ella sabe darle a su personaje. Quizá Forqué no es la persona para interpretar a Blanche en el tranvía de Williams, pero el tipo de mujer ingenua y con acento sureño es una losa que sólo ella puede pisar con garbo.

En lugar de una puta que conoce a un millonario, la historia se trasladó de Rodeo Drive hasta remojarse en el Mazanares, convirtiéndose en una actriz de "peep shows" que se enamora del hijo de una familia adinerada, adentrándose los dos en el mundo del espectáculo erótico. Incluso, tenemos el maravilloso personaje de la suegra, bordado por Rosa María Sardà.

Toda la película tiene esa pátina de revista cutre, de porno de extrarradio madrileño de los 90, salpicada con mucho satén, mucho leopard print y montones de luces parpadeantes. El sórdido y atrapante mundo de los sex shows y sus especiales trabajadores, que también tienen relaciones sentimentales, también se enamoran y no se menoscaban por no pertenecer a una clase más pudiente y supuestamente más digna que, al final, como cualquier clase social y aún naciendo en cuna de oro, acaba descendiendo a esos rebuscados locales de puterío vallecano donde siempre es de noche y tienen delante una alcantarilla humeante.

La película podría ascender al 10 si hubiesen mejorado cosas como a Jorge Sanz (había mejores actores que él) o el pobre sonido y peor calidad de imagen, algo de lo que pecaban la mayoría de producciones españolas de la época.

Como premio, hay por ahí alguna inesperada aparición de divertidas actrices como Isabel Ordaz (siempre agradezco cualquier cosa que hacía esta gran actriz), Elisa Matilla o Gracia Olayo, gran actriz recurrente de la segunda división cinematográfica que nunca entendí por qué nunca jugó en primera.

Imprescindible en la lista de las mejores comedias españolas. Ideal para ver relajado y sin pretensiones: es una película sobre el peculiar mundo del negocio del sexo en el Madrid de los 90.
hanschristian
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13 de febrero de 2007
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay por donde cogerla, absurda. Lo peor, es que no aprovecharan mejor el magnífico reparto de actores. Una pena que algunos se empeñen, en seguir haciendo este tipo de películas, que no van a ningún sitio. Jorge Sanz esta plano y nada creíble en su papel de actor principiante. Con un guión flojísimo, que no se sostiene en ningún momento. Sardá es la única que destaca, en su papel de madre.
ESTAMPIDA
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18 de julio de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Típica comedia española de enredos de principios de los 90 que juega con las diferencias entre la sociedad de alto standing y la de los barrios bajos. Para ello se sirve de un mundo, el del porno, que por aquel entonces causaba aún más controversia que ahora.

Gloria es una actriz pornográfica que se gana la vida haciendo shows eróticos junto con Karim, un actor pornográfico homosexual y argelino. Cuando éste decide dejar la industría del cine erótico por culpa de una enfermedad, Gloria no tiene más remedio que empezar con un actor novato que la traerá más de una sorpresa.

Como ya se ha dicho, el principal (y único) atractivo que presenta está producción es un fallido intento de confrontar dos mundos aparentemente distintos como puede ser el de la prostitución y el de una familia de mucho bien. Sin embargo, se pierde al romper su esquema argumental por ser fiel a un determinado posicionamiento moral. Por el resto, contiene alguna que otra situacion divertida y un planteamiento escenográfico resultón.

En cuanto a los actores, destacar de manera especial a un divertido Tito Valverde haciendo de Argelino homosexual, a una inconmensurable Verónica Forqué, y una elegante María Sardá. Sin embargo, Jorge Sanz vuelve a hacer la típica interpretación ausente de expresividad a la que nos viene acostumbrando. Tampoco se entiende la infrautilización de dos grandes actrices como son Isabel Ordaz y Elisa Matilla.
chechu
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26 de agosto de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?" no tiene un mal arranque. Una comedia picante que se cimienta, con acierto, sobre el repertorio cómico que siempre ha tenido Verónica Forqué como actriz. Sin embargo, la cinta de Manuel Gómez Pereira tardará poco en abandonar ese tono para entregarse en los malentendidos típicos de cualquier capítulo de transición en una comedia situación.

Junto con el buen hacer de Forqué, encontramos también a Jorge Sanz en uno de los momentos de mayor presencia de dicho intérprete en cartelera. El elenco de secundarios es sólido, destacando la pareja formada por Rosa María Sardá y Fernando Guillén. Eso sí, hay desperdicios como tener a gente de la talla de Isabel Ordaz o Tito Valverde en el banquillo, en papeles muy pequeños que no les permiten ningún lucimiento.

Abandonando la irreverencia basada en el mundo porno del principio, el film transita sin sobresaltos sobre cuestiones de equívocos y suplantaciones de identidades.

Al final, parece un episodio un tanto alargado que podríamos ver un jueves por la noche.
El Libanés
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