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Factory Girl

Drama Filme biográfico sobre Edie Sedgwick, la musa de Andy Warhol, que murió de una sobredosis de barbitúricos en 1971, a los 28 años de edad. Warhol dió a la joven Edie un entorno familiar de la que ésta carecía, pero también la introdujo en el mundo de las drogas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
16 de febrero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
George Hickenlooper dirige este terriblemente televisivo (por plano y simple) biopic basado en la figura de Edie Sedgwick (Sienna Miller), musa de Andy Warhol (Guy Pearce), fugaz pareja de Bob Dylan (Hayden Christensen) y adicta a todo tipo de sustancias (murió de una sobredosis de barbitúricos).

Lamentablemente, el resultado final no puede ser más nefasto. Y es que todo en él resulta falso y forzado. Además, la credibilidad de sus intérpretes es nula (a Miller, quien guarda cierto parecido físico con Sedgwick, el papel le viene grandísimo, mientras que lo de Christensen haciendo de Dylan es de traca) y ningún personaje sale medianamente bien parado.

Lo que más rabia me da es que con el buen material que tenían entre manos se podría haber rodado una película de lo más apañada, pero en lugar de ello nos presentan un biopic anodino, convencional y aburrido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ddarko_1980
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19 de abril de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película me parece tremenda. Creo que consigue con creces lo que su director se propone; conmover al espectador contando lo que ocurrió de verdad, sin adornos. Triste pero cierto. Normalmente las películas biográficas carecen -a mi modo de ver- del interés que esta alcanza. La primero mágica y después trágica vida de Sedgwick hace que te des cuenta de lo rápido que puede cambiar todo, de que tan pronto estás en lo más alto como en lo más bajo.

Dejando a un lado la verdadera historia, Hickenlooper hace que no puedas apartar un sólo segundo la mirada. Algo que en casi un 90% es fruto de la guapísima Sienna Miller, que parece una réplica de la verdadera Edie. Cada gesto, cada palabra que sale por su boca, su actitud. Brillante. Guy Pearce también esta trabajadísimo y junto a este todos los demás. Las imágenes y el vestuario son una maravilla y el guión me parece notable. No deja en absoluto nada que desear y emociona sólo cuando tiene que emocionar. La música también es un lujo que acompaña la intensidad del film. Por todo esto, por retratar de una tan buena manera la vida de Sedwigck, creo que se merece un sobresaliente. Que vivan este tipo de películas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
pecesdeciudad
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4 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película da a entender que Andy Warhol usaba a la gente o que no tenía, al menos, problema en usarla. Edie Sedwick venía de una familia muy disfuncional con un padre adicto al sexo y que la violó que nunca fue juzgado y que no tenía problema en mandar a sus hijos a una institución mental si les molestaba aprovechando su abundante pasta. Edie se crió entre algunos amigos y mostró interés por el arte. En una fiesta conoció a Andy Warhol y este le proporcionó el ambiente familiar del que carecía y le metió, para su desgracia, en las drogas. Acabó muy mal. Muriendo muy joven.

Para mayor alimento del film meten a un novio rockero que está interpretado por Hayden Christensen que le quiere abrir los ojos acerca de la catadura moral de un Warhol celoso de que la abandone para irse con él. Pero no consigue separarla de ese ambiente y esa es su perdición. Sin trabajo, sin más dinero de sus acaudalado padre se deja llevar por la vida que entre orgías, fiestas y drogas la hizo.

No es un muy buen film, pero el personaje tiene poca relevancia y además, para dar mayor empaque al mismo meten a un novio "rockstar" sin nombre. Me gusta ver como algún actor ya caído ha hecho films tras su inicial y joven éxito (Chritensen, Suvari) y es increíble lo elegante de Miller que es guapa hasta decir basta sin serlo demasiado. Un 5. Míralo con la mente abierta, de los contrario, te irás rápido de la pantalla.
axlyerin
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25 de junio de 2012
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La cinta es una extraña biografía de Edie Sedgwick, una musa que rondó por Factory, el estudio de Andy Warhol, el creador de la tendencia artística del Pop-Art. La impresión que se saca al ver la película es que los reunidos en Factory eran un grupo de chiflados que, al cabo de 60 años, nos parecen una pandilla destructiva de holgazanes viviendo en el convencimiento de que estaban creando la esencia del arte. En realidad, incluido Warhol, todos han sido transitorios hasta el extremo de que nadie los recuerda en su momento de esplendor en la yerba. Edie Sedgwick, era, a decir del realizador, una niña bien de los 60 que tenía una idea fugaz de la moral, abusaba del sexo, alternando hetero y homosexualidad, se empiporraba de droga y sentía una atracción malsana por Warhol. Todo ello lo aprendió de su mano en la famosa Factory, donde se concentraban una caterva de bohemios excéntricos y consumidores de anfetaminas. Allí Warhol elegía a las superestrellas, que tenían una vida fugaz hasta que nombraba a la siguiente. Eran los quince minutos de fama que todo el mundo tiene, decía él. Edie, que no la conocían en su casa ni a la hora de comer, cayó en esta red perversa del maniático Warhol y murió de sobredosis. Cuando en la peli le anuncian su muerte ni siquiera se inmuta el inexorable Warhol, tal vez pensando que él sería más perenne que la efímera Eddie, una musa pasajera de su Factory.
montipito
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7 de enero de 2015
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Factory Girl es una película notable por varios motivos, unos, buscados por el director, y otros, llovidos del cielo de los derechos de autor, que es un cielo que existe en el mundo de las demandas, y la falta de acuerdo entre lo que pasó y dejó de pasar en la época en que se ubica la historia que narra el film.
Estos motivos confirman una película un tanto “jeminguayana”, en la que las ausencias y los huecos conforman un atractivo más de la misma.
Factory Girl es la historia de una niña rica, proveniente de un hogar nuevo-rico, gracias al petróleo que aparece en el rancho familiar, que huyendo de una relación conflictiva con un padre autoritario, reaccionario e incestuoso, una perla, y de la pérdida traumática de dos de sus hermanos, son ocho, se presenta en la Nueva York incandescente de los años sesenta. Con ínfulas artísticas de calado casi epidérmico se mueve por la ciudad, provocando y luchando por su momento de gloria.
El primer encontronazo lo tiene con Andy Warhol, estupenda la interpretación de Guy Pearce, claro que en su “debe” está el hecho de que es fácil interpretar a un personaje artificioso de por sí, lleno de clichés y de lo que hoy se llama postureo. Pero luce ajustado y muy equilibrado a pesar de que la figura de este falsario del arte del siglo XX facilitaba mucho el histrionismo.
Los sueños de esta nueva rica convertían su figura para Andy Warhol en prácticamente materia con la que trabajar. Y con la materia ya se sabe lo que se hace: Se va usando y manipulando hasta que ya no sirve y uno se procura otra.
Deslumbrados los dos por el mundo social de la gran manzana, se sumergen en su magma y provocan, escandalizan y llaman la atención hasta la saciedad. Andy, cerebral y consciente de su mediocridad, mantiene la calma, mientras Edie Segwick va consumiéndose poco a poco.
En esos momentos aparece en la película el otro gran personaje sobre el que gravitó la experiencia neoyorquina de la protagonista del film. Un personaje que se dedica a la música, que ni tiene nombre ni podemos oír nada de lo que toca. Y que sin embargo será sin ninguna duda uno de los dos o tres músicos que con el tiempo trascenderá el siglo XX para convertirse en un músico eterno, que además ha sido varias veces candidato al Premio Nobel de literatura. Me estoy refiriendo a Bob Dylan. La interpretación de este personaje no sé si es detestable, llena de poses falsas, artificiosas y tópicas, por la falta de talento del actor o porque el director le dijo: Tienes que interpretarlo como si fuese pero no siendo que parezca pero que no parezca, en fin, que si nos cae una demanda no cobras. Y claro, así salió lo que salió.
No cuesta nada imaginarse, no me he documentado, que cuando llegó el momento de consultar con Bob Dylan el proyecto, éste quiso supervisar el guion, cobrar derechos de autor, quizás darle más relevancia a su personaje…o vaya usted a saber. El hecho es que no hubo acuerdo y el personaje aparece en la película de una manera que, a posteriori, a mi me parece muy sugerente, aunque se corra el peligro de que quien no esté al tanto de la figura de Bob Dylan se pierda todo el encanto de la situación.
Entre estos dos personajes, que representan los dos polos artísticos de siempre, el uno, temporal, superficial y muy en contacto con el momento, efímero, directo y de mal envejecer, y el otro, profundo, sincero, sustancioso, misterioso, enigmático e imperecedero, nuestra niña rica arde y se consume. Para uno llega a ser inservible y para el otro no deja de ser una cara bonita. Ella que podía ser cualquiera de nosotros.
En fin, un film que tiene un ritmo sincopado que adquiere carácter de documental a base de ese juego muy acertado de intercalar momentos que quieren ser históricos con momentos que reflejan la vida personal de la protagonista.
Sienna Miller elabora un papel muy ajustado, sin dejarse llevar por el extremismo del mismo, conjugando muy bien el ansia de reconocimiento de un ser vanidoso y falto de talento con la inocencia y el encanto de una niña ilusionada de la USA rural.
George Hickenlooper crea un buen pastel en el que los imponderables de los derechos de autor, sin proponérselo, son la guinda. Claro, que para eso hay que leer un poco sobre la época y lo que Bob Dylan supuso en ella. Pero esa es otra historia.
Recomendable si somos capaces de imaginar lo que hubiera sido del film con una interpretación de Bob Dylan sin tapujos y evasivas, y una banda sonora sustentada en su música.
cinefiloman
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