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Tempestad sobre Washington

Drama Robert Leffingwell es el candidato del Presidente de los Estados Unidos para ocupar la secretaría de Estado, pero antes debe someterse a una investigación del Senado, que decidirá si es la persona idónea para un cargo de tanta responsabilidad. Al frente del comité de investigación está el idealista senador Brig Anderson, que descubre que en su juventud Leffingwell estuvo vinculado a una organización comunista. (FILMAFFINITY)
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
20 de abril de 2014
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A nivel mundial, y en términos generales porque, como en todo, hay apreciables excepciones, la clase política de los distintos países del mundo es bastante inspiradora: inspira odio, desprecio, apatía, vergüenza… y todo porque la mayoría de ellos son arribistas, patrañeros y decididos enemigos de los intereses del pueblo. Tienen como objetivo primero, el poder y el enriquecimiento personal; solo ejecutan las obras que les imponen las circunstancias; solo construyen cuando han asegurado su tajada; y solo se mueven hacia los intereses de la gente del común, cuando las presiones amenazan con volverlos impopulares. Objetivamente, y en demasiados casos, los políticos son la peor peste de las naciones.

“TEMPESTAD SOBRE WASHINGTON” es un filme que impactará a aquellos que han vivido con la mayor apatía frente a lo político. Quienes ya tienen unos buenos referentes sobre como son y como actúan los detentores del “poder”, no sentirán impacto alguno, pero acogerán sin duda que, el director Otto Preminger, haya hecho esta magnífica recreación de la manera como serpentean los intereses y los poderes en torno a unas elecciones.

Aquí solo se pretende elegir al nuevo Secretario de Estado, y el punto de partida es el habitual: Quienes tienen la sartén por el mango (el presidente y el jefe de las mayorías en el senado) proponen su candidato y se espera que los demás aprueben sin mayores objeciones (advise and consent = propuesta y aceptación). Pero en este caso, las cosas no van a resultar fáciles, y uno de los senadores, Seabright Cooley (un magnífico Charles Laughton en su despedida del cine), acudirá a la treta, también habitual: hurgar en el pasado del candidato propuesto, Robert A. Leffingwell, y encontrado su punto débil, hacerlo público con la intención de cambiar la intención de voto de los senadores. Y para desgracia de Leffingwell, su “pecado” es el que más horroriza al gobierno de la Casa Blanca: ¡Afiliación comunista!

Se desarrollará desde entonces, una lucha de poderes, tendrá lugar el efecto bumerán, se hará acopio de cualquier trapacería que pueda restar poderes… y al final, quedará perfectamente recreada (con agudos diálogos y magníficas actuaciones) esa camada de representantes de gobierno que con, tantísima frecuencia, son el peor obstáculo para el desarrollo digno de las naciones.

Preminger se vale de detalles precisos para ilustrar ese zoo político donde podremos ver a los maquinadores de un lado y del otro… los que actúan por simple y llano afán de venganza… los que ansían el poder a toda costa… los que reciben un fuerte salario, arrancado del erario público, por dormir irresponsablemente en cada sesión… los que están dispuestos al chantaje si lo creen necesario… los que hacen la vista gorda… los que se cobran los favores prestados… Y nos damos cuenta entonces que, lo que allí vemos - realizado para recrear la política estadounidense de los años 1960-, no ha cambiado en nada medio siglo después, y pareciera reflejada en un espejo la clase política de hoy… de tu país… de mi país… y de muchos otros países, de este bonito y abusado mundo.

Título para Latinoamérica: “TORMENTA SOBRE WASHINGTON”
Luis Guillermo Cardona
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30 de diciembre de 2008
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otto Preminger no supo guiarse con la elocuencia. Seguramente debería haberla dirigido Orson Welles, un toque de misterio (oculto al espectador) haría vibrar la silla.
Es una película interesante, pero demasiado larga y con muy pocos giros de guión. Al principio me recordaba mucho a 'Doce hombres sin piedad', pero con su transcurso me di cuenta de que no tenía nada que ver. Son exactamente lo contrario: en una te dicen lo que va a ocurrir y en la otra se lo tienen que trabajar.
Sin duda tiene/tenía un diamante en bruto que no logró refinar del todo. En lugar de ir a lo oculto se dirige a lo obvio. Si dudan en ver esta película u otra y la otra es más corta, le diría que no lo dude, creo que 'Tempestad sobre Wahsington' está sobrevalorada.
alvaro
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2 de septiembre de 2007
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las características del cine de Otto Preminger es que su trabajo casi siempre era inteligente y sutil. Aquí no es diferente, y nos muestra el juego sucio y los retorcidos metodos requeridos para sobrevivir en la alta política estadounidense.
Están los típicos temas siempre que se trata de política americana, es decir, la paranoia anticomunista, la utilización de la vida sexual para destruir carreras y vidas, la inteligente retórica y virtuosismo intelectual de los mejores oradores.

Henry Fonda, Charles Lughton, una madura y atractiva Gene Tierney -palabras mayores.


Muy interesante.
tolstoievska
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12 de octubre de 2011
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el plantel de senadores y políticos de pedigree (Fonda, Laughton, Murray, Meredith, Pidgeon, Lawford...) del que dispuso Otto Preminger, parece relativamente fácil trasladar al espectador esas telarañas que conforman la política de altos vuelos, que muchos imaginamos pero que sólo hacemos tangibles en el cine; ya que la transparencia, lealtad y honradez que orlan sus programas y promesas electorales son tan solo una gran mentira, y se convierten en invisibles e intocables para la clase popular segundos después de ser proclamados vencedores en unas elecciones, supuestamente, democráticas. Digo que parece fácil desentrañar esa maraña pero no debe serlo en absoluto, máxime cuando algunas de esas bestias pardas puedan sentirse identificadas y tomar represalias.

Esta ¿ficción? política, ideada hace cincuenta años es trasladable, y muy creíble en nuestros días y no sólo en los USA (ese país que gasta tanto en publicitar sus fantásticas libertades); es aplicable a cualquier lugar del mundo capitalista, ese único sistema válido de gobierno, según ellos, que han dejado de ser humanos y animales para situarse sobre una nube: más cerca de Dios, más alejados de las debilidades carnales y disfrutando a tope de los espirituales orgasmos, frutos de la erótica del poder.

Las tempestades que amenazan su estabilidad, y la de sus mentores, acaban archivándose con muy buena letra en una carpeta capaz de contener cadáveres, desfalcos y millones de gusanos famélicos devoradores de conciencias.

Gran película que como otras muchas ha quedado en mera denuncia de los comportamientos indecentes de quienes, de forma activa e irresponsable, incidieron en las vidas de nuestros abuelos y lo seguirán haciendo (muchos con los mismos apellidos) en las de nuestros nietos.
Eso sí, ¡nunca pasa nada!.
Sinhué
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5 de junio de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película viene a representar un ejemplo de los entresijos que se esconden tras las decisiones políticas de los dirigentes de muchos gobiernos. Intrigas, investigaciones, adulaciones, acusaciones y otras actitudes poco honestas que se practican de manera constante desde el poder, son puestas de relieve sin concesiones por Otto Preminger, el director de origen austriaco, que no gozaba de buena reputación ante lo que se consideraba oficialidad política norteamericana. Todos los personajes de este film actúan sin escrúpulos, a veces en la sombra, para apoyar o eliminar al candidato.

Se refleja, en definitiva una gran hipocresía en el mundo de la política, por lo que su mensaje sigue siendo actual, pues sólo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que nada ha cambiado, seguimos sufriendo la amoralidad de la casta política. Volviendo a la película, la acusación de comunista resulta trascendental en un país de larga tradición en “La caza de brujas”, y este tema lo sabe explotar Preminger sabiamente. Con todos estos ingredientes, el director expone de manera directa las vicisitudes de cada personaje, al mismo tiempo que crea un denso thriller político en el que todos tienen algo que ocultar.

En efecto, se nos ofrece un perfecto retrato psicológico de cada político, salidos de la más pura realidad de las instituciones: un portavoz elocuente, un adulador en segundo plano, un candidato honrado en principio, y un adversario prepotente y quisquilloso. Los agudos diálogos y las chispeantes frases en especial las del opositor Cooley, senador orgulloso e irónico, cuyas pesquisas son esenciales para la trama. Esta se hace absorbente, como corresponde a una historia realista sobre la especulación del poder político, también puede interpretarse como un film coral que se centra en la dificultad de unos hombres (con sus virtudes y sus miserias) para tomar una decisión justa, aunque yo me inclino por lo expuesto anteriormente, un pretexto para recrear el corrupto mundo de la política.

Finalmente destacar el extraordinario elenco de actores porque gracias a ellos, la película se hace muy amena a pesar de su larga duración, con un Henry Fonda sobrio y sereno como es habitual en él, y un extraordinario Charles Laughton que lo borda. Preminger pasará a la historia como uno de los cineastas que mejor analizó los temas más escabrosos de la sociedad americana: la política, la justicia, “Anatomía de un asesinato”, las drogas, “El hombre del brazo de oro”, y rodeado de grandes artistas, Sam Leavitt, fotografía y Saul Bass con los títulos de crédito.
Antonio Morales
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