La sombra del diablo

El terrorismo es un tema muy grave, y más si nos toca de cerca. Estados Unidos, que lo veía muy lejos, cambió su perspectiva con el nuevo milenio por los motivos que todos sabemos. Antes de eso, hacían películas como «La sombra del diablo».

Un joven, rubio y atractivo activista del IRA viajará a los Estados Unidos para comprar misiles y usará de tapadera la casa de un maduro, moreno y atractivo policía. Brad Pitt y Harrison Ford están bien, desde luego, pero es que su relación no cuaja mucho, sino que se desarrolla con cierta indulgencia emocional y explicativa, sin convicción, diría que de repente. Coincido con quienes opinan que el argumento y el inicio daba para mucho más. Escasa química entre el dúo protagonista e historia de poca repercusión si nos paramos a pensarla, pero con una pátina triste y melancólica que queda bonito.

Sí, Rory nos da penita, qué le vamos a hacer, y su carisma e historia personal es lo que realmente da valor a la película. Víctima de una «situación anormal», haga lo que haga se encuentra abocado a la desesperanza. De ser Tom, en serio que no sabría qué hacer. La sombra nos envuelve a todos.

Haya paz, muchachos.

Un padre es asesinado a tiros en su propia casa delante de su familia. El hijo que tan solo tiene ocho años se verá profundamente impactado por este hecho.
Aunque la película discurre casi en su totalidad en la ciudad de Nueva York, aquí de lo que se trata es de un policía entregado a su trabajo, con unos valores y sentimientos de justicia casi inalcanzables y uno de los terroristas más buscados del IRA. La película entretiene y poco más, usa la situación para dar un trasfondo en el que enmarcar la historia, pero no profundiza demasiado en él. Este uso tan superficial del conflicto terrorista, fue una manera irresponsable de hablar de un complejo enfrentamiento. Esto es lo que hacen habitualmente en Hollywood, así que no debería sorprender a nadie. Pinta al terrorista de una forma menos severa de lo que podrías esperar, juega con esta orientación porque necesita que el espectador se identifique con él. Pero como podemos encariñarnos con un terrorista, que asesina cuando es necesario sin pensarlo, que no tiene otra idea en la cabeza que la de proseguir su lucha. Es por ello que será realmente difícil avenirse con el personaje de Francis Austin McGuire, aun cuando este terrorista cargue con la muerte de su padre como justificación. Yo creo que ese es el principal problema de la cinta, pensar que se puede simpatizar con alguien así. Eso y el contrapunto tan exagerado que supone Harrison Ford, con un papel más de héroe americano que te machaca sus ideales tan elevados como exagerados cada vez que está en pantalla. Una actitud que lo convierte en irreal. Y es una lástima de película, porque en sus inicios parecía que sería más intensa, con el golpe de efecto que supone el asesinato del padre y después la escaramuza entre policía, ejército y terroristas. Pero solo es un espejismo que dura unos minutos. Luego, entra en un casi letargo, que debería servir para construir tensión e inadvertidamente convertirlo en drama, pero que falla miserablemente al intentarlo. Lástima de historia que no sabe llegar a ningún lado. Si en vez de seguir esos derroteros, se hubiera seguido desarrollando en el plano de película de acción nos hubiera mantenido más interesados en su desarrollo.
Tanto la interpretación de Harrison Ford, como la de Brad Pitt es correcta. Si acaso al primero le haría falta cambiar de registro de vez en cuando, pues encarna una y otra vez al mismo tipo de personaje. Eso no beneficia a la película, que se resiente por la imagen tan estereotipada que muestra.
Una película que empieza bien, haciendo que nos interesemos, pero que tiene un fuerte bache y que apenas si se recupera hacia el final. Porque aunque las interpretaciones sean correctas, la parte que se adscribe al drama, es más bien olvidable.

La vi hace unos cuatro años, y la había calificado con un 5. La volví a revisar hoy, y he debido bajarle la nota. Recordaba que me había aburrido un poco viéndola... y no es porque yo necesite mucha acción. Mas bien lo contrario, me gustan los argumentos sólidos y una construcción de personajes creíble.
Encontré la trama menos atractiva que la primera vez, aunque la actuación de Brad Pitt me pareció superior a lo que recordaba, había olvidado la introspección de su personaje; frecuentemente he pensado que es un actor sobrevalorado.
El resto olvidable, incluso Harrison Ford funcionando con piloto automático. La BSO maravillosa, convinando mucha música celta, con momentos que subrayan la tensión, al potenciar con acierto la mayoría de secuencias, sin hacerse innecesaria.

Que la cinta se planteó primigeniamente como un thriller oscuro y violento protagonizado por Pitt, era obvio por algunos pasajes del filme, (el sangriento inicio en Belfast) pero que la idea inicial se desvirtuó cual azucarillo en el cola cao es obscenamente patente ya con la premisa hilarante del guion: terrorista del IRA se va a hacer las américas en busca de armamento pesado, (nada más y nada menos que unos Stinger, los mismos que le han costado más de un dolor de huevos a los ucranianos que se los presten el amigo americano) para iniciar la contraofensiva en su tierra.

Si pasamos por alto dicha estupidez, nos encontraremos un thriller bastante convencional al que lo único que llama la atención es el morbo por ver a dos titanes intentado devorarse mutuamente: la química entre el dúo calavera, es nula. Hace unos años Pitt echó pestes de Pakula y el ejército de guionistas contratados exprofeso por Ford para mutar la cinta en otro blockbuster protagonizado por Ford y no por el emergente Pitt: la cinta se concibió como el espaldarazo definitivo a la carrera de Pitt, sin embargo, Ford, en un secular ataque de cuernos, no deglutió muy bien que su personaje fuera un mero mamporrero al servicio de un neófito en el negocio. Así que arduo y sin demora alguna, nuestro querido Dr. Jones acabó tirando de agenda de contactos para hacerle la cama al bueno de Pitt: se presentó en el set de rodaje con un ejército de guionistas para reescribir pasajes enteros en los que Pitt era el protagonista. Dicho y hecho: Pitt pasó a un discreto segundo plano con un Ford encarnando al übermench americano que pone en su sitio a sus primos irlandeses: en la tierra del tío Sam, manda la doctrina Monroe, no la de un paleto irlandés, por muy del IRA que quiera ser.

Diálogos vacuos, predecibles y repletos de confeti proselitista family friendly, villanos de postín, (Treat Williams) y música irlandesa reciclada de Braveheart y Titanic, (nuevamente, el sucumbido Horner, vuelve a las andadas del autoplagio, patente y obsceno) podemos leer directamente en el rictus facial de Pitt que se siente incómodo, violado, usado y tirado por un peso pesado de la vieja guardia hollywoodiense. Inerme, todo él ante un producto abocado desde el minuto cero, al más estrepitoso de los fracasos.

La producción costó unos 100 millones de dólares, de los cuales, Ford se llevó 20 y Pitt trincó 8. El resto del presupuesto se gastó en ansiolíticos y cachondina para relajar un set donde el dúo calavera llegó a las manos. Lo que le costó al neófito ser prácticamente defenestrado del set y de la promo ya que tuvieron que intervenir sus padres para aplacar la ira del hombre del látigo, el cual, prohibió que les fotografiaran juntos y coincidir si quiera en ninguna premier. Dicho y hecho, fue interesante ver el grado de vulnerabilidad de una estrella como Pitt, viajando por medio mundo promocionando una película que detestaba y detesta, sólo, unicamente acompañado por sus padres ya que no podía ni acercarse al entorno de Ford.

Años después, con un Ford bastante más sesudo y menos cabrón, quiso quitarle hierro al asunto diciendo: - “En primer lugar, admiro a Brad Pitt”. “Sin embargo, Brad desarrolló el guion. Luego me ofrecieron el papel. Me guardé mis comentarios sobre el personaje y la construcción de la historia porque admiraba a Brad”.
“Lamentablemente, no pudimos ponernos de acuerdo sobre un director. Tuvimos problemas juntos hasta que llegamos a Alan Pakula, con quien yo había trabajado antes, pero él no. Brad tenía un personaje complicado, y yo quería una complicación de mi rol para que no fuera sólo una batalla entre el bien y el mal. Y fue entonces cuando se me ocurrió lo de los malos tiradores”.

Con lo cual, más allá de un mero truco de marketing para explotar la rivalidad y atraer al público, (estilo Soldado Universal con Dolph Lundgren y Van damme fingiendo un conato de tangana en Cannes 92') masivamente a ver la película, existió una genuina y corrosiva rivalidad que destruyó la cinta y que hoy por hoy es única y tristemente recordada por ver a dos leyendas odiarse mutuamente en cada escena.

En definitiva, “La Sombra del Diablo” no es un mal thriller, funciona como entretenimiento dominguero y poco más. Los artistas involucrados y el set convirtieron lo que podría haber sido un impactante thriller en otro rutinario blockbuster condenado a morir en algún surtido barato de dvds en los canastos de unos grandes almacenes a punto de demolición.

Si uno espera ver al Harrison Ford de "Juego de Patriotas" se va a llevar un chasco. Si también esperaba ver al Pitt de "Seven" se va a llevar otro chasco. Si además buscaba un guión interesante y profundo, se llevará otro más. Si todavía tenía esperanzas de una dirección parecida a la del "Informe Pelícano" o "Presunto Inocente", ya no sólo tendrá un chasco sino una depresión.

Prefiero no continuar. Ya perdí el tiempo viendo la película y no quiero seguir perdiéndolo elaborando una crítica más larga. Así evito aburrir al personal.