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Mi Idaho privado

Drama Mike Waters (River Phoenix) y Scott Favor (Keanu Reeves) son dos jóvenes chaperos que se ganan la vida prostituyéndose en las calles de Portland. Mike tiene una extraña enfermedad llamada narcolepsia, que le provoca un sueño repentino y profundo en cualquier parte. (FILMAFFINITY)
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
4 de octubre de 2013
47 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo malo de las películas de culto es que la inmensa mayoría son un puto coñazo. En resumen, ésta es la historia de dos chaperos de distinta procedencia, "Chapero rico, chapero pobre". El chapero rico (Keaunu Reeves) es superpijo que te cagas. El chapero pobre (River Phoenix) es un tirado, y encima narcoléptico, esto es, que se duerme en todas partes. Os cuento la peli:

Los chaperos van a hacerle un apaño a una señora... y el narcoléptico se duerme.

Los chaperos se juntan con otros chaperos en un bar... y el narcoléptico se duerme.

Los chaperos se van de viaje en una moto... y el narcoléptico se duerme.

Los chaperos se pelean con otros chaperos... y el narcoléptico se duerme.

Los chaperos visitan a un tío en una caravana... y el narcoléptico se duerme.

Los chaperos se juran amistad eterna... y el narcoléptico se duerme.

Los chaperos se pillan una cogorza... y el narcoléptico se duerme.

A todo esto hay un tío gordo y bastante asqueroso chillando todo el rato. Quién es. Por qué chilla. Cómo se puede ir tan guarro por la vida. Ah, ni idea. Pero es un personaje fundamental para lo que quiere Gus Van Sant, que es hacer una auténtica y genuina película de culto y ascender a los cielos de los directores de culto. Y ya está, prueba superada! Tenemos peli de culto y narcolepsia asegurada.
Talía666
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26 de septiembre de 2010
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica completa en: sistemadevalores.blogspot.com

"Mi Idaho Privado" tiene muchas virtudes, y muy buenas: una fotografía inolvidable, una historia bellísima, una dirección magistral... Sin embargo, hay alguien que destaca sobre todo lo demás, y ese es River Phoenix. Phoenix se mete literalmente en el papel de un joven desgraciado, huérfano y pobre pero, sobre todo, sensible. Un chico enamorado de su amigo; un joven que se gana la vida prostituyéndose; un chaval que busca desesperadamente a su madre; un niño... El personaje que interpreta River Phoenix es simplemente eso, un joven desorientado y falto de amor, un ser frágil en busca de afecto, un niño que no ha crecido, detenido en el tiempo esperando la vuelta de su madre. Y ese es el encanto de este film, cuyas virtudes quedan ensombrecidas por un personaje que traspasa la ficción. Sí, la historia es muy bonita, pero nada sería sin River Phoenix. Nada...

En realidad, la película tiene vida propia más allá de las individualidades. Sin embargo, sólo me queda en el pensamiento y en el corazón esa interpretación, la genialidad de alguien inolvidable cuya vida y obra van más allá de los cánones de una industria superficial, patética. Escenas como aquella en la que Phoenix muestra sus sentimientos y su amor, que nunca se verá correspondido, sólo pueden ser propias de una obra maestra y de un actor que nunca morirá. River Phoenix realiza posiblemente en esta película el papel de su vida, de su corta vida. Sin embargo, jamás fue correspondido ni admirado como un mito al igual que los malogrados Heath Ledger o James Dean. ¿Por qué? Simplemente, quizás nadie encajó que aquel prometedor actor llevara una existencia tan poco "adecuada". Sólo Hollywood lo sabe...

Sólo veo en River Phoenix a un grandísimo actor que, desgraciadamente, nos dejó muy pronto. Mentira... No es sólo eso lo que veo. También veo a un joven desorientado, falto de amor, frágil, sensible, un niño... ¿Es él en el fondo el protagonista de la historia y no su personaje? No lo sé, pero si no es así sólo puedo rendir pleitesía a uno de los mejores actores que he visto nunca. Su personaje acaba su búsqueda como la empezó, en una carretera "que da la vuelta al mundo" y, como única compañía, sus recuerdos. Su historia es realmente triste, pero afortunadamente no sabemos más de él. Desgraciadamente, de River Phoenix sí que sabemos. ¿Es la misma historia? Posiblemente, aunque espero que ese joven haya encontrado su camino. El actor murió, pero no su personaje. Aunque no sea real, siempre nos confortará imaginarnos otro final para él. No puedo aceptar que un ser así, tan maravilloso y sensible, se vaya, así que en lo más hondo de mi corazón espero que haya encontrado a alguien que realmente le merezca. Pensaréis que esto es sólo cine, no más, que nada de esto ha existido y que es sólo un producto de la imaginación. Ya, realmente es así, pero ¿qué sería de la vida sin sueños? ¿No es esa la magia del cine?
danicr
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25 de septiembre de 2010
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me apasionan las road movie, esas películas en las que los personajes hacen un viaje (no sólo físico, sino también espiritual) tratando de encontrarse a sí mismos, y terminan aprendiendo algo de la vida, gracias a las experiencias que han vivido durante ese camino y a la persona con la que han viajado. Cuando me senté a ver “Mi Idaho Privado” (considerada por muchos una película de culto) esperaba ver algo así, o por lo menos, en esa línea. Pero por desgracia el film va por otros caminos bastante más difusos y menos interesantes, y de road movie tampoco es que tenga mucho.
Uno de los problemas del film es el como se desvía de la trama principal -la relación entre los dos chicos y la búsqueda de la madre de uno de ellos-, con una narración lenta y torpe, que hace que muchos ratos te preguntes qué es lo que te están contando, con tanto personaje que sobra y tanta situación que no viene al caso. Otro, es la falta de emoción (parece que Gus Van Sant tiene pánico a hacer algo sentimental), que hace que la película a veces resulte fría… Cuando de repente vi la escena de la hoguera, pensé: “¡Por fin!, esto es lo que quería ver” pero después de ese momento, el film volvió a su extraño planteamiento.
Ojo, el mensaje del film no me ha disgustado. Viene a decir (según mi punto de vista) que el camino de la vida es largo y que por desgracia, tenemos que hacerlo solos, pues, precisamente, la gente que más queremos, puede abandonarnos y defraudarnos. Pero nos lo podían haber contado de una manera más cercana y más cálida, y creo que hubiese sido más interesante acabar con un mensaje positivo acerca de la amistad.
Van Sant tiene todos los ingredientes para hacer un peliculón: dos protagonistas atractivos y con química, paisajes bonitos, un montón de temas interesantes a los que podía haber dado mucho más juego: la narcolepsia, la prostitución masculina, la búsqueda de la madre de Mike (Phoenix), la relación entre Scott y Mike…
Sin embargo los desaprovecha completamente, haciendo que la película sea bastante más interesante por su valor histórico (ya que recoge una de las últimas actuaciones del malogrado Phoenix, se atrevió a tratar temas todavía tabú para su época, y a pesar de todo, muchos lo consideran un título clave en el cine de los 90) que por su contenido.
Aprueba porque la idea me parece fabulosa (aunque haya fallado en la práctica), porque tiene algunos momentos buenos (la escena de la hoguera, el testimonio de los chaperos, los planos de esa carretera sin fin…) y sobretodo porque me gusta la pareja protagonista (en especial ese carismático y guapísimo River Phoenix, quién logra una interpretación estupenda, llena de verdad).

6/10
beautiful_disaster
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24 de marzo de 2013
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante años he oído muchas cosas de Mi Idaho privado: clásico moderno, conmovedora historia gay, toque muy personal de Van Sant, epitafio de un carismático River Phoenix, etc. En fin, parecían muchos los atractivos de este título, pero hasta ahora no había tenido oportunidad de verla. En fin, por mi nota se puede deducir que o bien la película de Van Sant no ha colmado mis expectativas, o bien el espectador no ha estado a la altura de lo que veía. Que cada uno saque sus propias conclusiones.
Lo poco que puedo decir es que sí que hubo escenas y fragmentos de gran originalidad en Mi Idaho privado, que disfruté plenamente, pero la historia y los personajes en general no me atrajeron en ningún momento y nunca llegué a conectar en lo más mínimo con el mundo que traza nuestro director. Nunca llegué a implicarme en la trama ni encontré valor a lo que se me estaba contando (salvó algún momento esporádico). Todo me parecía caótico, inane y aburrido. El ejercicio de estilo, en este caso, no me parecía suficiente y terminé dando cabezadas en el sofá. Es una lástima, porque me hubiera gustado poder hablar bien de esta película, pero, si soy sincero, no va a quedar nada de ella en mi recuerdo.
juanantlopez
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10 de enero de 2012
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nubes bañadas por atardeceres se trasladan sin rumbo.
Carreteras infinitas son custodiadas por ellas.
Dos mundos paralelos.
Y dos personajes que abanderan cada uno de estos.
Los desvanecimientos de Mike (River Phoenix) son la clave que une las piezas de un puzle desparramado.
Scott (Keanu Rives) salta de un mundo a otro con ligereza, con soltura, sin mirar atrás.
Ambos dos, conviven con la amistad, la traición, el amor, la locura que provoca la juventud y la que envuelve a los marginados. Se rodean de ladrones y del deseo.
Los dos venden sus cuerpos, pero por distintos motivos.
Mike, se aferra al pasado, le duele, pero lo persigue, como un pez remontando el río. Desesperado busca alcanzar el final de esa carretera, aunque es el principio. Pero su sueño le pierde, lo transporta en la dirección de la veleta. Él despierta y sigue caminando, con naturalidad, como si nada.
Nada tiene sentido, pero Mike cada vez ve todo más claro. A pesar de que son demasiados los silencios que martillean su mente, que separan las piezas.
Scott, camina sin prejuicios, ni ética alguna. Juega a dejarse amar y a poseer, bajo el velo de la seducción. Acompaña a Mike en su búsqueda, o eso creen todos. En realidad, ejecuta un plan. Arrastra a todo aquel que envenena. Veneno extraído del odio que siente hacia su padre. Este se lo demuestra cambiando de mundo. Bailando, riendo y follando con degenerados, con aquellos que, sino fuera por este motivo que lo ciega, ni se dignaría a mirar. Lo hace como si hubiera nacido para ello, está hecho el traje a su medida. Hasta la muerte. Después, simplemente tiene que cambiar de acera.
Hasta entonces remontan juntos el río, como peces que se acompañan, contracorriente y sin miedo al presente.
miguel zgz
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